Tomando como base la historia del último juicio por combate disputado en Francia, desarrollado a fines del siglo 14, El Último Duelo es en primera instancia un crudo relato de múltiples capas.

Por un lado, la nueva película dirigida por Ridley Scott es una historia presentada desde tres puntos de vista. En primer lugar, está la mirada del caballero normando Jean de Carrouges (Matt Damon), quien cree que el mundo está en su contra de forma injusta al ser desfavorecido continuamente por las decisiones de su señor, el conde Pierre d’Alençon (Ben Affleck), en favor de su amigo, el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver). Algo que solo se refuerza una vez que su esposa, Marguerite (Jodie Comer), acusa a Le Gris de violación.

La segunda mirada es la de su contraparte, el propio Le Gris, quien entrega una visión muy distinta a la expuesta por de Carrouges. Lo anterior se da no solo respecto a la valía de este último como guerrero, sino que también en base a las acciones que se emprenden sobre el caballero que alguna vez su amigo. Y más importante aún, también se da cuenta de su propia visión sobre Marguerite, de quién se obsesiona desde la primera vez que se ven.

Sin entrar en mayores detalles, el último acto está centrado en presentar a la visión de Marguerite, lo que vuelve a cambiar el relato respecto a cosas planteadas por su esposo y por lo que Le Gris había asegurado solo minutos antes. Es en ese juego del relato en donde está la principal fortaleza de la película. Es también ahí en donde sale a relucir el manejo de Ridley Scott sobre la narrativa, la puesta en escena y el trabajo de matices para presentar, estructurar y contrastar los puntos de vista.

Tal dominio no solo provoca que esta sea la mejor película de Ridley Scott desde el corte del director de Cruzada (Kingdom of Heaven), ya que además establece una escenario que siempre está al servicio de enaltecer a su elenco.

Por un lado, los tres actores están muy bien en cada rol, aunque Adam Driver destaca un poco más debido a la complejidad de la tarea que le fue encomendada. Sin embargo, la verdadera estrella de la película es Jodie Comer, quien toma sutiles y sólidas decisiones en su interpretación durante cada uno de los tres actos que conforman a la historia de El Último Duelo.

En todo ese tejemaneje, la otra capa del relato tiene también que ver con el género. Al ser una historia medieval, la película deja en claro el valor que la sociedad solo toma en cuenta a las declaraciones de los hombres, lo que reduce a Marguerite al servicio de las vulneraciones.

En ese camino, en el que muchas cosas de los mil trescientos siguen persistiendo en la actualidad (Y ahí está un notable diálogo sobre los vejámenes al interior del clero), El Último Duelo también se transforma en una propuesta que escarba en la misoginia, el machismo, la desigualdad en las relaciones desde la mesa a la cama y la total vulneración de la identidad por el común acuerdo patriarcal en donde la ciencia y la ley estaba al servicio de Dios. Y en ese sentido, el relato no esconde cuál realmente es la verdad, lo que a medio camino genera una provocadora revisión de cada una de las miradas expuestas.

Sin sorpresa alguna, ya que Ridley Scott es su director, El Último Duelo también está bellamente filmada, tiene sets espectaculares y un trabajo de reconstrucción medieval de primer nivel. Luce muy bien, como siempre ocurre con sus películas, pero su mayor fortaleza está en cómo el relato no se descompone como tantas veces ha ocurrido con películas recientes de este realizador.

Asimismo, aunque por el título queda claro que gran parte del foco está inevitablemente en el duelo por combate, y Ridley Scott es todo lo crudo y violento que se requiere para generar a la secuencia de acción, en última instancia la película queda dando vueltas más por todo aquello que no se dice, lo que solo está en las cabezas de sus protagonistas, que por los cuerpos mutilados o la sangre que corre a lo largo de sus peleas medievales.

¿Es un caballero o un patán? ¿Un galán o un acosador? ¿Una arpía o una abusada? Las respuestas sencillamente no se esconden y, al terminar la historia, uno solo puede estar de acuerdo. Claro, un villano puede ser el héroe de su propia historia, pero eso no le quita lo villano. Y, más aún, las historias no tienen por qué tener solo a uno. Y ahí está la mayor gracia de este duelo.

El Último Duelo ya está disponible en las salas de cine.