Cuando Godzilla 2: El Rey de los Monstruos se decide a darle prominencia a los kaijus, la película llega a sus cotas más altas. Los monstruos gigantes brillan, especialmente en aquellas secuencias construidas con la magia digital y que sirven para condensar todo lo que representan Godzilla, Rodan, Mothra y King Ghidorah.

Son breves secuencias esplendorosas. Los momentos Kodak que sin duda servirán como hermosos fondos de pantalla una vez que esta película llegue al formato hogareño en alta definición. El problema es que los monstruos, pese a ser el gran gancho de esta historia, no siempre son el foco y en ese escenario todo está mermado por dos grandes problemas.

Por un lado está toda una conspiración que busca desequilibrar al mundo y que está asociada al misterio que representa Monarch, este proyecto científico secreto que ha resguardado al secreto de los kaijus y que ha estado al centro de la acción tanto en la Godzilla de Gareth Edwards como en el Kong: Skull Island de Jordan Vogt-Roberts.

En esta nueva entrega del Monstruoverso de Legendary Pictures, la organización ha logrado desarrollar un misterioso dispositivo que permite entablar una comunicación con los monstruos, pero inevitablemente su avance tecnológico termina representando un nuevo riesgo. Aquí ecoterroristas se hacen de su control, como suele suceder, los propios humanos colaboren en la tarea de cavar su propia tumba bajo los pies de estos titanes gloriosos.

Esa historia conspirativa también está relacionada con el otro problema de la película: su drama familiar. Los primeros minutos de la película nos presentan a una familia, los Russell, quienes sufren una terrible perdida durante la batalla de Godzilla sobre San Francisco en 2014. Vera Farmiga interpreta a Emma, la científica que desarrolló el avance, mientras que Millie Bobby Brown se encarga de su hija Madison, uno de los peores elementos de la película.

En ese escenario, ambas se ven involucradas en la conspiración tras ser raptadas, transformándose en las protagonistas de una misión que comienza a dejar la crema cuando King Ghidorah entra en acción en la Antártica. Pero hay más en el medio, porque Kyle Chandler por su parte es Mark, el exesposo de Emma, quien se alejó de su familia tras la tragedia que sufrieron en San Francisco y quien es convocado por Monarch para ayudar mientras La Tierra comienza a temblar, pero su objetivo es salvar a su familia.

Poco a poco, la historia intenta que nos interesemos en esa premisa, conectando a la conspiración con el drama familiar. Sin embargo, ambos factores están pésimamente ejecutados, las sorpresas no funcionan y los giros que va fomentando la historia terminan siendo un lastre. Eso opaca a todo lo otro que era mucho más interesante y que busca dejar en claro por qué Godzilla es el rey de los monstruos y cómo ese título es puesto en entredicho por la amenaza que representa el titán de tres cabezas que se roba gran parte de la película.

Ese es el problema mayor, ya que mientras la película entrega todo lo que un fan de los kaijus quieren ver, con momentos notables de batalla, tanto entre Godzilla y Ghidorah, como con lo que posteriormente hacen Rodan y Mothra, el resto termina siendo un mal pretexto que no funciona y le juega en contra al factor kaiju.

Tampoco a esa situación ayuda el hecho de que los diálogos sean irrisoriamente mal construidos y que, pese a que algunos actores tratan de darlo todo con el mal material, la película igual termina dejando en claro que otros no tienen las herramientas para hacerlo. Millie Bobby Brown está muy, muy, pero muy mal.

Al mismo tiempo, el buen manejo cinematográfico de la Godzilla de Gareth Edwards a la hora de retratar la magnitud de los kaijus rara vez está presente aquí, mientras que los problemas de Kong: Skull Island son potenciados aún más.

Por eso queda una última idea: Si lo que quieren ver es a monstruos gigantes batallando y destruyendo todo a su paso, lo van a tener aquí. La propuesta de  Godzilla 2: El Rey de los Monstruos reluce cada vez que eso sucede y tengan claro que se toparán con momentos de majestuosidad que provocan las ganas de aplaudir. Pero también tengan en cuenta que las palmas se guardan al constatar que los realizadores de esta producción, impulsados por el director Michael Dougherty (Trick 'r Treat), erraron el camino al darle tanto predominio a una conspiración sin sentido y un drama familiar mal construido.

El foco muchas veces está ahí, en esos humanos de pacotilla, como suele suceder en las películas de este tipo. La mayor falla es que eso inclusive está en la gran batalla final. Pasa aún en ese momento, cuando no debiesen ser factor. En el instante en donde más nada importa que los kaijus, quienes son a la larga el único factor que eleva a esta experiencia. Aún cuando de esto, en un año más, solo queden los fondos de pantalla.

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