Hereditary, como todas las grandes películas de terror, tiene como principal característica el instalarse como una experiencia completamente perturbadora. En vez de ser una simple propuesta de terror de orquestados saltos y ruidos estridentes, que es lo que ha dominado a las boleterías en la última década, su foco es entregar una experiencia que retuerce los sentidos con un solo objetivo: estremecer a su audiencia ante el absoluto vacío de esperanza.
Dirigida por Ari Aster, quien debuta con esta producción del estudio A24, Hereditary puede ser vista como una historia sobre la pesadilla que puede llegar a representar tanto aquello que nos heredan nuestros padres, como lo que inevitablemente terminamos legando a nuestra descendencia. Aunque no lo queramos, hay tragedias que están condenadas por los traumas del pasado.
Desde otro punto vista, también es la historia de todas aquellas cosas que desconocemos de esos miembros de esta sociedad que no tienen problemas a la hora de dedicar sus vidas, desde la punta del alba, a escabrosas acciones por su beneficio personal. Claro, su imagen pública puede ser absolutamente afable, pero esa es precisamente una de las ideas más pavorosas que reflejan la oscuridad a la que puede adentrarse el ser humano. Desde la barbarie más activa realizada en impunidad a los cómplices pasivos.
En ese escenario, Hereditary se centra en una familia cuyo apellido nunca conocemos y que está marcada por una muerte reciente. Dicho deceso es el de la abuela materna, quien dejó este mundo sin haber hecho nada relevante con su vida. Para su entorno cercano, solo era una mujer retraída, afectada por un pasado familiar ligado a los problemas psiquiátricos de un marido e hijo que se suicidaron. Además, fue incapaz de tener una relación afectiva con su hija, interpretada por una superlativa Toni Collette.
Lo que comienza a desentramarse a partir del funeral, en una aterradora casa perdida en medio de la nada y plagada de pavorosas miniaturas, va dando luces sobre las otras cosas oscuras que habrían marcado a la vida de la vetusta. Una vez que el féretro ya está bajo tierra, diversos elementos aparentemente sobrenaturales comienzan a multiplicarse en un segundo plano, relacionados a una especie de presencia constante que acecha, mientras el drama familiar se impulsa por rutas que podrían ser insoslayables para cualquier familia.
Todo en Hereditary está permeado para sorprender con una última hora que se instala como una pendiente que nos lleva a lugares cada vez más oscuros. Su gran gracia es que eso lo concreta tomando como guía el camino de la incertidumbre. Nunca estamos completamente seguros de lo que está pasando frente a la pantalla ¿Es real o, siguiendo la historia psiquiátrica de la familia, solo está en sus cabezas? Una vez que tenemos la respuesta, ya es demasiado tarde para todas las ideas preconcebidas que nos construimos en nuestras cabezas.
En ese sentido, el elenco de Hereditary, que cuenta con soberbias actuaciones, representa la guinda de la torta que hace funcionar a esta propuesta. Sin Tony Collette esta película no sería posible, pero tampoco hay que dejar de lado a las actuaciones secundarias de Gabriel Byrne y Ann Dowd, ni menos a las otras dos estrellas: los jóvenes Alex Wolff y Milly Shapiro, quienes dan vida a los hijos que poco a poco son atrapados en una oscura red.
Hablar más, o explicar qué es lo que pasa en su última hora, podría arruinar la experiencia. De hecho, la promoción de la película - que fue traducida como "El legado del diablo" - es un completo voladero de luces, ya que sus afiches en las multisalas crean expectativas ligadas a las clásicas propuestas de niños pavorosos. Por el contrario, esto no puede estar más lejos de eso.
El terror de Hereditary está muy bien pensado y abraza la clásica idea de que el simple hecho de creer da pie para que se abra una puerta que jamás se debió abrir. Aunque, en este caso, esa puerta bien pudo haber estado siempre abierta. Por otro lado, Ari Aster filma a esta película de forma muy elegante, que es algo que siempre hace falta en el género. Más importante, esta película también tiene punto de vista, dice cosas sobre la condición humana y no solo se reduce a concretar experiencias para asustar de forma fácil.
Además, aunque sí crea una atmósfera que poco a poco va descolocando, y tiene varios momentos iniciales para estremecerse en la butaca, es el drama familiar lo que en primera instancia toma la batuta para horrorizarnos con un par de situaciones realmente terribles que sirven de entremés para todo lo que está por venir.
Pero tengan claro que cuando esta película se pone diabólica, y vaya que lo hace, Hereditary llega a un nivel de demencia pagana sectaria que incluye algunas de las imágenes más perturbadoras del último tiempo. A nadie le debería sorprender que probablemente esto será tildado de ridículo por todos aquellos que no logran comprender lo que la pantalla les está diciendo.
Por eso lo mejor de todo es que una vez que Hereditary se desata, termina cerrando un círculo para atrapar las creencias y someter la experiencia a un escenario que va más allá de la lógica. Precisamente por eso no será fácil que la abracen los cultores de ese terror facilista que nos bombardea de forma más habitual con saltos y peos. Esta, en cambio, queda retumbando en la cabeza mucho después de que sus créditos terminen.
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