Review | Hyrule Warriors: Age of Calamity por fin se hace cargo de escribir la leyenda de Zelda

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La precuela de Breath of the Wild es un satisfactorio título de acción que ahonda en la tenue narrativa del juego del 2017 y nos ofrece el nacimiento de una heroína desplazada.


Hay muchas razones por las cuales deberías estar jugando en estos momentos Hyrule Warriors: Age of Calamity. Podría estar hablando de su jugabilidad adictiva, de la variedad de sus personajes, o de lo increíble que está su música. Y eventualmente les hablaré de aquello. Pero la razón más importante que resume por qué Age of Calamity es un imperdible para los fans de The Legend of Zelda es por su historia.

Por muy asombroso que haya sido el salto que dio Nintendo al convertir a The Legend of Zelda en un juego de mundo abierto durante Breath of The Wild, es también necesario reconocer que en la transición se perdieron cosas.

El área más dañada fue sin duda la narrativa. Al entregar total libertad al jugador, el espacio en donde transita Link es majestuoso pero sin evolución, siendo la historia un gran sidequest para hacerse más fuerte e ir a enfrentar a Ganon que, dicho sea de paso, también puedes hacer con algo de talento y astucia, sin tener que visitar ninguna de las bestias divinas.

Si a esto le sumamos que todo el relato de Breath of the Wild ocurre en el pasado -en los recuerdos que Link debe ir acumulando- y que Link se ve aun más débil cuando todos los personajes a su alrededor tienen doblaje, menos el, soy de los que piensa que el juego de lanzamiento de Switch es técnicamente una gran aventura pero que no cuenta nada memorable.

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Age of Calamity es todo lo contrario, a pesar de que su propuesta es bastante arriesgada. El juego es, efectivamente una precuela de Breath of The Wild, transcurriendo en los días en los que La Calamidad llega a Hyrule, el terrible evento que causa la caída de los Campeones y los 100 años de reinado de Ganon.

Pero no es una precuela convencional, debido a que la aventura comienza con un viaje en el tiempo. En la cinemática de inicio vemos como un pequeño Guardian blanco llamado Terrako es transportado hacia el pasado justo en los días anteriores a que se desatara la gran Calamidad.

Este robotito, una suerte de Baby Yoda del juego se alinea rápidamente del lado de los buenos y claramente llega con intenciones de revertir lo ocurrido.

Con toda historia de viajes en el tiempo pueden pasar tres alternativas: la primera es que se genere una paradoja como la de Terminator o Volver al Futuro, en donde Terrako, al viajar al pasado, se convierte en la razón por la cual ocurrió el hecho que vino a evitar. Lo segundo que puede pasar es que cambie el destino abriendo una nueva línea temporal, o la tercera es que no pase nada y sea solo un dispositivo narrativo para contar una historia fuera de canon.

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Por supuesto, no les diré cual de esas alternativas termina siendo, pero lo cierto es que no debería preocuparte. La historia, más allá de su desenlace, funciona tal como uno lo esperaría: nos dedicamos a seguir al bando del reino de Hyrule mientras van reclutando a los campeones para que dirijan a las bestias divinas y así contrarrestar la profecía que habla sobre la llegada de la calamidad. Pero lo más interesante de todo esto es que el peso que mueve la historia, por primera vez, no está sobre Link sino que en la Princesa Zelda.

Y es una dinámica muy interesante ya que por fin un juego le hace el honor necesario al personaje que por décadas le ha dado nombre a la franquicia. El viaje de Zelda es una historia clásica, no lo vamos a negar: vemos como se ve sobrepasada por encontrar un lugar en un mundo que espera que se vuelva una salvadora solo por una profecía. Casi como si se tratara de un resumen de todas las Zeldas anteriores, esta princesa no solo se ve sino que se siente minimizada frente al resto de su comitiva que si está a su altura.

Mientras Urbosa, Minpha, Revali, Daruk y el mismísmo Link marchan poderosos y condecorados hacia la batalla final contra Ganon, Zelda es la única que parece no destacar, presionada por su padre, por un escrito divino y todo un pueblo para despertar sus poderes mientras además, debe servir de generala para la misión. Bastante para solo una adolescente.

Y si bien todos los personajes que aparecen tienen sus momentos de gloria, sus agendas y sus guiños a la historia global, nadie crece ni tiene tanta importancia como el de Zelda, quien despliega todo su potencial al no estar atrapada.

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Por supuesto, como este es un juego sobre una guerra, no es un relato que cabe dentro de la aventura, sino que de la acción. Y es por eso que Age of Calamity no fue hecho por Nintendo sino que por Koei Tecmo, los mismos creadores del primer Hyrule Warriors y los dueños del formato conocido como el “musou”.

Pero para no marearse, basta con saber que los musou son juegos de acción en donde tomamos el control de personajes que se mueven a través de campos de batalla, donde deben aniquilar a decenas -y a veces miles- de enemigos, mientras van cumpliendo misiones sencillas como liberar bases, escoltar unidades o eliminar jefes que aparecen.

Ahora, en comparación con el resto de la saga, e incluso con el Hyrule Warriors original, Age of Calamity es una versión mucho más light de este concepto, y por lo general cada etapa se pasa avanzando al lugar que te pide el mapa y derrotando a los jefes que, dicho sea de paso, son los mismos enemigos grandes que tenía Breath of the Wild: Hinox, Lynels, Wizards y Moblins, por nombrar algunos.

Lo interesante de esta simplificación del concepto es que sirve para que, primero, el juego se sienta más como un juego de acción sencillo, pero también para incluir otras mecánicas directamente de Breath of the Wild porque el trabajo que realizó Nintendo junto a Koei Tecmo para armar este paquete es increíble. No solo la interfaz de usuario, las tipografías, los tipos de enemigos, el mapa y los personajes están directamente sacados del juego fuente, sino que también están los mismos actores de doblaje -porque sí, esta entrega también está doblada incluso al Español Latino- e incluso lograron añadir varias mecánicas popularizadas en Breath of the Wild, en este título.

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Lo más notorio es el uso de ataques basados en las cuatro runas: Magnesis, Cryionis, Stasis y las Bombas, los cuales hacen lo mismo que en el juego original, salvo que ahora son la clave para derrotar a los jefes más grandes. Esto porque de vez en cuando, los enemigos más poderosos realizarán ataques que, activando la runa precisa, pueden ser detenidos, dándote preciosos segundos para atacar y bajar la energía a destajo. Por supuesto, la ventana de tiempo para hacerlo es corta, pero siempre aparece una ayuda visual que te indica con un color y un símbolo qué runa utilizar. Esta serie de ataques, combinados con el uso de magia elemental para dañar a cierto tipo de enemigos, hace que las batallas sobre todo con los enemigos más poderosos, sean dinámicas pero también con la paciencia de

Donde si se mantiene la esencia pura de un juego de la serie Warriors es en la variedad de sus personajes. En la medida que avanzas en el juego irás reclutando a los personajes para luego poder utilizarlos en tus misiones. Eso significa que podrás jugar con Link, Zelda, Impa, los cuatro campeones y varios otros personajes que mantendré en sorpresa.

La cantidad de personajes es menor a la de otros juegos de la saga, pero todos tienen estilos muy diferentes de combate, lo que hace que encontrar un equipo que te acomode no sea muy difícil. Así es como Link es un soldado y al igual que en Breath of the Wild, cambiará su estilo de ataques dependiendo del tipo de arma que tenga (espadas, lanzas, hachas, etc), Zelda utiliza la tableta Sheikah, Minpha puede crear olas de agua, Revali vuela y usa su arco para atacar a distancia y Urbosa libera el poder del trueno con una mecánica de carga que ninguno otro tiene.

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De esta tropa inicial mi favorita es sin duda Impa, que es la versión juvenil de la ancianita que vemos en Breath of the Wild, pero que tiene un set de movimientos inspirado en los ninjas del anime, pudiendo dividir su imagen, hacer jutsus y hacer más daño colocándole signos a los enemigos.

El avance del juego también es lineal, pero con mucho grinding para subir de nivel y moverse en la historia. El juego se despliega en el mapa de Hyrule que ya conocemos, donde aparecerán íconos que nos llevarán a las diferentes misiones: hay de historia para avanzar en el relato y hay otras secundarias para subir de nivel a tus personajes, pero también para ir juntando materiales, con los cuales podrás cocinar para mejorar tus habilidades de combate o bien cumplir algunos objetivos entregando materiales a cambio de extender los combos de los personajes, darles más energía o más barras de movimientos especiales, por ejemplo.

Por supuesto, muchas de estas misiones se basan en la repetición de los mismos escenarios y enemigos solo que en contextos diferentes, pero yo siento que sirven para acostumbrarse al sistema o, por último, para ir probando tácticas de combate o ampliar la gama de alternativas para ir haciendo las misiones. Hay personajes que nunca te van a gustar, pero el juego te permite tocarlos una vez y no volver a tener que verlos en tu equipo.

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Así que hasta el momento lo que tenemos es un gran título de acción, con una historia nunca antes contada en un juego de Zelda, con una épica que se refleja en las batallas llenas de enemigos en pantalla y un nivel de producción que apunta a parecerse lo más posible a Breath of the Wild e incluso mejorando ciertas cosas como la música -que de verdad, está increíble- y los diálogos.

Pero por supuesto que viene con fallas, y la verdad es que no son menores. La primera de ellas tiene que ver con el rendimiento mismo del juego, es decir, que tan fluido corre. Y la verdad es que en ese departamento, deja bastante que desear, sobre todo considerando que la Switch salió ya hace 3 años.

Con esto me refiero a que el juego aspira a llegar a los 30 cuadros por segundo, pero no hace mucho esfuerzo en lograrlo, bajando bastante la fluidez de las imágenes sobre todo cuando se hacen los ataques especiales que consumen muchos más recursos. Además, noté en varias oportunidades problemas serios con la cámara, la cual se quedaba pegada entre los enemigos y las paredes, dejando por segundos solo una mezcla de colores en pantalla.

Esto se debe a que, a pesar de la gran cantidad de cambios hechos a la jugabilidad para que se sienta fresco dentro de su género, Age of Calamity sigue siendo un musou y como tal, acarrea todos los errores técnicos que la serie ha tenido durante este tiempo.

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Ahora yo particularmente nunca sentí que una bajada de frames hiciera que el juego fuese injugable. Para nada. A lo más, en ciertos momentos me recordó a esos juegos de NES y SNES que se ponían lentos cuando la acción estaba demasiado intensa. Pero llama la atención que este juego tenga incluso peor rendimiento que los otros juegos de la serie lanzado para Switch. Me refiero al Hyrule Warriors original y al Fire Emblem Warriors. Este último juego incluso venía con un modo de juego que permití bajar la calidad de las gráficas para asegurar que todo se viera más fluido.

Y siento que acá se pudo haber hecho lo mismo, pero no pasó. Y la razón es sencilla: la idea del juego es claramente parecerse lo más posible al mundo de Breath of the Wild, y eso conlleva llevar los mismos modelos de enemigos, las praderas con pastos, los árboles que se rompen, las mismas estructuras y edificios, etc. Eso, para un juego de este tipo es una carga y sobre todo considerando el hardware anticuado de la Switch. De todas formas, creo que hicieron bien en seguir con una línea clara su propuesta del juego.

Lo que si, no recomiendo jugarlo mucho en modo portátil (por lo que si tienes la Switch Lite, estás con mala suerte) ni menos con el modo de dos jugadores simultáneos, porque ahí se nota que la optmización simplemente no da para tanto.

Tampoco me gustó mucho el sistema de mejora de armas, que es el mismo que ha tenido siempre la serie, pero que ahora se siente un tanto menos útil. Se supone que a través de un sistema de símbolos puedes ir personalizando armas para que no solo hagan más daño, sino que también tengan otros efectos a través de modificadores, pero no se si en realidad valga la pena pasar tanto tiempo, si “aumentar el daño elemental en 7%” no es tan relevante. Y como ahora las armas no tiene un tipo elemental asociado, como en Hyrule Warriors, entonces en realidad la única estrategia relevante es contar con el arma más fuerte y sería.

Los efectos de las recetas cocinadas si son más relevantes e incluso ofrecen riesgos y recompensas. Hay un plato que aumenta por ejemplo, en 100% las rupias obtenidas en el nivel, pero reduce tu energía vital.

Lo otro que no me gustó, y esto es más personal, es el rol de Link. No hablo de Link en su jugabilidad sino que, a lo que esta altura, representa para la serie. Porque mientras todo el mundo de Zelda parece evolucionar hacia una experiencia más rica narrativamente, con diálogos, cinemáticas y una posición en el mundo, Link queda atrapado debido a los convencionalismos del personaje.

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Y no, no digo que tiene que tener más protagonismo porque el protagonismo de la princesa Zelda en este juego está perfecto. Pero la verdad es que no le alcanza ni para ser un buen secundario. Entiendo que claro, Link es “la expresión del jugador” y por lo tanto, no debiese tener personalidad visible, pero hay otras formas de hacer personajes silenciosos y que además se sientan tuyos como árboles de diálogo. O por último, si vas a hacer que Link sea notoriamente mudo en un mundo de parlanchines, que por lo menos hable en lengua de señas, con emojis, que se yo.

El silencio de Link funcionaba perfecto en un mundo donde los diálogos eran escritos y a lo más sonaban las letras al ir escribiendo los mensajes. Pero en la nueva dirección más ambiciosa de la serie, un personaje cuya principal característica es poder cambiarse de ropa, ya no me parece atractivo porque no crece.

Ahora, si tuve que darme esa tremenda vuelta para encontrarle algo negativo al juego, es por algo: Hyrule Warriors: Age of Calamity es, a pesar de sus imperfecciones técnicas, un logro trascendental en una serie que si no quería morir en la repetición eterna, tenía que comenzar a explorar áreas oscuras para Nintendo, como lo es la narración.

Un gran juego de acción, variado, inmensamente temático que solo sufre por el hardware en el que fue lanzado, pero que es totalmente un imperdible para quienes quedaron con gusto a poco con la excesiva liviandad que tuvo el mundo abierto de Breath of The Wild, como también para quienes siempre han estado esperando que la leyenda de Zelda comience a escribirse.

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