En Jurassic World: El Reino Caído, una producción que básicamente fue una mona vestida de seda que evidencio que esta saga nunca debió convertirse en una franquicia, se presentó una escena en la que un braquiosaurio era consumido trágicamente por el fuego de la explosión del volcán de la Isla Nublar.
Se trató de una secuencia que condensó perfectamente gran parte de los errores de la franquicia de Jurassic World, la cual se ha ahogado sin ningún tipo de luz en su afán de funcionar como reinicio, remake y secuela de la película de 1993.
¿Cómo hicieron esa jugada de reimekuela en la escena en cuestión? De partida, utilizaron una lacrimógena versión del mismo tema musical de John Williams que fue utilizado en la película original para presentar a ese tipo de dinosaurio y que, a la vez, también se instaló como sinónimo del asombro de ver por primera vez con vida digital a una de estas criaturas extintas hace millones de años. Al mismo tiempo, en ese afán de establecer que este era justamente el primer dinosaurio visto en la saga, la construcción narrativa de la escena fue una cebolla sentimentaloide mal realizada por un estudiante porro de Spielberg.
A tanto llegó lo anterior, que aquella escena del braquiosaurio puede ser resumida como un patético tortazo de nostalgia que intentó agarrarse, de la forma que fuese, de aquellos sentimientos de sorpresa y emoción que generó la obra original estrenada hace casi 30 años.
Jurassic World: Dominio, la nueva película de la franquicia, la cual vuelve a avanzar bajo la dirección de Colin Trevorrow, responsable de la primera entrega de 2015, es básicamente esa escena del braquiosaurio repetida una y otra y otra vez. Como si hubiesen tomado aquella secuencia y la convirtiesen en una sola y larga película.
Aquello se da en términos de la cebolla picada fina, ya que en la nueva secuela hay burdos momentos que intentan ser lacrimógenos, y también en el espíritu de explotar al Parque Jurásico hasta que no quede vergüenza alguna.
Solo un ejemplo: Un personaje de la nueva película es Lewis Dodgson, el ambicioso científico de la novela de Michael Chrichton que se especializa en ingeniería inversa y quien no tiene problemas a la hora de robarse el trabajo de otros. Siendo parte de la compañía Biosyn, que rivalizó con la InGen de John Hammond, Dogson fue quien sobornó a Dennis Nedry y le entregó un dispositivo de transferencia de embriones disfrazado de envase de crema de afeitar.
Sí, es el mismo personaje de la película original que estaba en la escena de “Dodgson está aquí” y que con el correr del tiempo dio pie al meme de “a nadie le importa”.
Pues bien, en Jurassic World: Dominio el nombre de Dodgson se dice en reiteradas ocasiones, y a nadie le sigue importando, y el tipo, que ha sido reconvertido en una especie de Steve Jobs de cuneta interpretado por un nuevo actor, tiene en su poder el mismo envase de crema que perdió Dennis Nedry cuando murió en la garras de un Dilophosaurus.
¿Cómo lo tiene en su poder si el envase de crema fue sepultado por el lodo en la película original? ¿Realmente lo necesitaba de regreso como un amuleto que le recordase ese fallido intento de robo? ¿No había otra forma de apuntar en pantalla que este era Dodgson? Lo cierto es que todas esas son preguntas que para los creadores de esta película no importan ni menos tienen forma de ser respondidas.
Sin entrar en detalles de la historia, ya que realmente no tiene sentido explicar algo que solo está al servicio de la creación de afortunadas casualidades y coincidencias que nos recuerdan a la película original, basta remarcar que esta secuela nuevamente tiene:
- Una empresa que ha creado experimentos que ponen en riesgo a todo el mundo a raíz de la avaricia comercial y la experimentación genética
- Un nuevo reducto alejado de la civilización que es un parque, aunque en esta ocasión no se trata de uno de diversiones sino que de uno natural
- Nuevos tipos de dinosaurios que están listos para debutar en pantalla (pese a que se suponían que estas criaturas nuevamente estaban al borde de la extinción tras la explosión en el volcán), incluyendo algunos con todo y plumas.
- Rostros conocidos al por mayor. Está el trío protagónico de la película original, están los nuevos protagonistas de la actual trilogía, también rostros secundarios de las películas anteriores e inclusive la T-Rex, la velociraptor Blue y, obvio, como está la lata de crema, los Dilophosaurus.
Todo ese esquema, sumado al hecho de que la interacción de los dinosaurios con la sociedad humana es mucho más reducido de lo que hizo pensar el marketing de esta secuela, explica el hecho de que aquí nos topemos con baldes de nostalgia lanzados a la cara de formas absurdas, ya sea para recordar momentos o, de lleno, intentar replicar secuencias de la película de Spielberg.
Si les digo que hay una escena con la Dra. Sattler tomándose los lentes mientras queda impresionada al ver algo, tal y como en aquel primer encuentro con un dinosaurio en la película original, probablemente podrían creer que estoy mintiendo o es una broma. Pero no, hay una escena así en una película que hasta crea una secuencia para recrear el logo de la saga.
El mayor problema en ese sentido es que no solo esta película está muy mal dirigida, y por ende su intento de replicar lo que ya fue hace agua y se ahoga sin tener opción de llegar a la orilla, sino que también los guionistas, entre los que se encuentra el propio director Colin Trevorrow, hicieron un trabajo tan malo, que su intento de replicación solo puede ser entendido como un fracaso que desperdicia a los actores de la película original.
Ese tipo de situaciones me llevan a ver a los creadores de esta película como una mala copia de lo que representa la última escena de John Hammond en Jurassic Park. Es como si la grandeza de la película original estuviese lejos del avaricioso alcance que no repara en gastos. Como si no pudiesen alcanzar esa grandeza, ya que esta está al interior de un ámbar que perdurará mucho después de sus respectivas existencias.
Lo único bueno a la larga es que Jurassic World: Dominio es vendida como la última entrega de la saga y su cierre, absolutamente lacrimógeno y con tintes de fan-fiction, realmente se presenta como una despedida de todo este ciclo. El mismo que merece tanto su extinción como su olvido.
Al finalizar, solo debo mencionar que en un momento de esta secuela se habla del parque del Jurassic World y el Dr. Ian Malcolm, interpretado por Jeff Goldblum, dice con convicción que “nunca fue un fan”. En ese momento, la persona que estaba a mi lado en la función soltó una frase: “Nosotros tampoco”. No pude sino compartir ese sentimiento.
Jurassic World: Dominio se estrenará este jueves 2 de junio en cines.