Jurassic World era un blockbuster mediocre, narrativamente torpe, que al menos intentaba proponer algo con la idea central de la resurrección genética de los dinosaurios, pero que decaía constantemente por la proliferación de decisiones estúpidas. Además, su continúa evocación a la primera película, sin tener ni una pizca del asombro que generaba el original de Steven Spielberg, agravaba sus faltas narrativas, para establecerla como una secuela prescindible. Más aún, eso mismo ponía en evidencia una esencia vacía que contrastaba con el hecho de que la Jurassic Park era mucho más que meros efectos visuales.
A grandes rasgos, esa reimekuela - al funcionar como reinicio, remake y secuela al mismo tiempo - fue una película que dejó en claro que Jurassic Park nunca debió transformarse en franquicia. Al generar esa situación, se perdió un elemento vital de asombro que estuvo ausente en cada una de las secuelas. Pero Jurassic World fue un éxito colosal y por eso se dio pie a una secuela, que llega a los cines con el subtítulo de "El Reino Caído" e intenta levantar el pelo para demostrar que no está tontamente construida como la anterior. Sin embargo, rápidamente queda claro que la mona solo está vestida de seda.
Esta nueva entrega arrastra los mismos problemas que la primera Jurassic World, reluciendo solo por sus fortalezas visuales y el hecho de que su director, J.A. Bayona, es prácticamente un mimo de Steven Spielberg. Es él quien se encarga de mover a la mona con hilos de titiritero más pulcros que los de Colin Trevorrow. No obstante, el robo de esta película hacia el director del original es concretado a mano armada, ya que cuenta con secuencias completas que son construidas bajo la idea de replicar a aquello que, en realidad, no puede ser replicado.
El trabajo de Bayona, tanto en el manejo del suspenso como en la proliferación de secuencias que intentan instalarse como emblemáticas, por momentos llega a ser risible. ¿Recuerdan aquella escena del original en que el T-Rex posa victorioso con los velociraptors a sus pies mientras los humanos abandonan la isla Nublar tras el desastre en el parque? Pues bien, prepárense, ese tipo de dinámicas son replicadas en por lo menos tres ocasiones. Sumen evocaciones y el paquete se va armando con una serie de sucesos repetidos, que perfectamente podrían hacer que George Harrison saque su cabeza desde la limo para ver lo que pasa en la azotea y decir: ¡Eso ya se ha visto!
A favor de esta nueva entrega se puede decir que Bayona maneja muy bien la acción de dinosaurios y logra generar momentos de tensión que estaban muy ausentes en la anterior. Quizás por eso más de alguien puede otorgarle más sustancia de la que tiene, pero varias secuencias pierden peso porque es fácil recordar que cosas similares se han visto ya en esta misma saga. Y si son de la primera película, fueron realizadas de mejor forma.
El motor de Jurassic World: Fallen Kingdom precisamente es, al igual que en aquella obra de 1993, guiar la intención hacia el proceso de desencajar nuestras mandíbulas, de hacernos creer en un mundo en el que los dinosaurios han vuelto a poblar la faz de la tierra. Pero aquí no hay ningún corazón dándole impulso a una historia que es instalada como un gran evento, lleno de artilugios visuales superficiales, que no tiene ni la gracia ni el buen manejo de aquellas secuencias que mezclaban efectos digitales y animatronics en el original.
A diferencia de la película anterior de esta franquicia, el comienzo de esta Jurassic World pone toda la carne en el asador y escenifica uno de los puntos a los que nos enfrentamos. Años después de la debacle del segundo parque, una misión encubierta ingresa a este mundo jurásico para extraer una muestra del Indominus Rex, la criatura modificada genéticamente cuyos restos están en el fondo del mar.
Una vez que tantean a la intriga de esta historia, un reporte de noticias indica expositivamente que han pasado tres años desde el incidente anterior y el volcán en la isla Nublar ha entrado en erupción, poniendo en riesgo el futuro de los dinosaurios y dando pie a un debate en la sociedad sobre si estos deben ser rescatados. En el camino nos topamos con el personaje de Bryce Dallas Howard, que ahora es una activista pro-dinosaurios y es la primera en ser seducida para retornar a la isla luego de que el gobierno de Estados Unidos le hace una cruz a la misión de rescate.
El objetivo de esta nueva empresa privada, amparada por el ex socio de John Hammond del que nunca escuchamos hablar en el pasado, es entregar una nueva reserva natural para proteger a los dinosaurios sobrevivientes y crear el mundo feliz que tanto quieren para estas criaturas que no tienen la culpa de haber sido creadas en un laboratorio. En ese punto, el personaje de Chris Pratt se convierte en la gran clave para rastrear a Blue, la velociraptor que sigue con vida tras los eventos de la primera película.
Lo que sigue después es una serie de vuelcas de tuerca previsibles, que van revelando rápidamente cómo la promoción de esta secuela pasó gato por liebre. La estadía en la isla Nublar solo representa el primer acto de la película y lo que viene a continuación es la exploración superficial sobre debates genéticos respecto a si estas criaturas deben persistir. Eso le da espacio al recurrente elemento de historia en el que los estúpidos humanos - más tontos que nunca - intentan explotar económicamente a los dinosaurios. Y en esta secuela, los villanos no tienen ningún escrúpulo y solo quieren dinero, dinero y más dinero.
En el camino las justificaciones no importan para nada, y realmente todo parece avanzar más como un pretexto para ver cómo personas, cuya tontera hace dudar que sean homo sapiens, se transforman en canapés. De hecho, también hay una evocación a la grandeza de estos dinosaurios, lo que termina solo como un remedo de todo lo que ya se ha visto. Eso aporta la cebolla que tanto le gusta picar a Bayona en sus películas previas, lo que se desata una vez que queda claro que la tragedia volcánica sobre la isla era inevitable.
Si en la película anterior caían en el error de caer en lo mismo que criticaban, sobre estos espectáculos más grandes y más dientes que plasmaba el Indominus Rex, igual hay que recalcar que Jurassic World: The Fallen Kingdom intenta al menos proponer cosas nuevas en el relato, especialmente en lo que concierne al debate ético de mantener con vida a los dinosaurios. Lamentablemente, esta secuela es extremadamente autoreferente, tampoco puede evadir ser tonta a la hora de responder las críticas de la película anterior y, más importante, es inconsistente en los vuelcos de su historia.
A la larga, aquí nos enfrentamos a tres películas en una. Al comienzo está todo el rescate salvaje que rememora The Lost World, para luego dar pie a intrigas sobre la modificación de dinosaurios para transformarlos en armas como ya se exploró en la primera Jurassic World y, al final, la secuela agarra vuelo una vez que todo se transforma en una montaña rusa al interior de una mansión del terror, para presentarnos a una nueva clase de dinosaurio híbrido que obviamente se libera de la forma más tonta posible.
Sin decidirse entre el temor que deben generar los dinosaurios carnívoros o el amor activista que intentan vender, Jurassic World: The Fallen Kingdom tiene serios problemas de calibración en su tono, provocando que los personajes se muestren mal concebidos y el único que es tratado de forma más o menos coherente es uno digital: Blue, el velociraptor.
A la larga, Jurassic World: The Fallen Kingdom tiene mejores secuencias que la primera Jurassic World, aunque muchas sean en exceso esquematizadas por un falso azar que pone en peligro a los humanos, pero Bayona cumple para que esto no sea un completo desastre. Vistas las secuencias de acción como entes independientes, inclusive la película probablemente dejará contentos a no pocos. Sin embargo, también aquí se da ese raro caso en el que la suma de las partes es menor que cada secuencia individual por si misma. Y mejor ni hablemos de la estafa promocional de Jeff Goldblum.
Al menos, su final sí abre las puertas a un nuevo mundo, alejándose del constante error de esta saga que explora territorios que ya fueron explorados por películas anteriores. Pero tengan en claro que solo es un comercial de algo que está por venir, ya que demoraron demasiado tiempo en llegar a algo que valide a esto realmente como un mundo jurásico.
Todo eso congrega a la máxima de todas estas películas. Tienen buenas ideas, pero la ejecución no funciona o no se concreta en el momento adecuado. Jurassic World: The Fallen Kingdom agarra y evoca elementos del original, tiene una mejor dirección, pero en el fondo sigue siendo la misma mala secuela que sigue demostrando que Jurassic Park nunca debió ser una franquicia. Su maravilla nunca iba a poder ser replicada.