Escribir reseñas en tiempos de pandemia no es fácil. Especialmente cuando no existe mucho positivo que decir sobre una producción. Y eso es precisamente lo que ocurre con The Last Days of American Crime (Los últimos días del crimen), uno de los más recientes estrenos disponibles en Netflix.

Aquello es lamentable por varias razones. De partida, el cómic original de tres números escrito por Rick Remender y dibujado por Greg Tocchini en 2009, tiene una historia base atractiva, situada durante las dos semanas previas a la instauración de una medida conocida como “La Iniciativa de Paz Americana”. Una vez que esta se active, una señal electrónica impedirá que cualquier persona cometa un crimen.

De ahí el título de esta historia, que presenta cómo un tipo intenta justamente aprovechar el tiempo restante para concretar un último gran atraco. Aquello da un entorno al que podrían haberle sacado el jugo en términos del autoritarismo, fascismo y paralelos pertinentes con la administración Trump.

Pero más allá de lo que está en el papel de las viñetas, y sacando de inmediato de la conversación a la oportunidad desperdiciadas del potencial de su historia, esta adaptación que incluye en su elenco a Édgar Ramírez, Michael Pitt y Sharlto Copley, es incapaz de convocar algo de mirada artística en cualquiera de sus elementos, incluido el despliegue de acción. En cambio, está más embobada en una vacía autofelación estética plagada de clichés a cargo del director de Taken 2, Taker 3 y El Transportador 3.

Quizás lo peor es que “Los Últimos Días del Crimen” dispara en todas las direcciones, pero nunca da en el blanco. No solo porque la acción desplegaba ni siquiera sirve para satisfacer las necesidades de espectáculo explosivo más condescendientes, sino que también por el hecho de que su ritmo hace agua, extendiendo todo su tedio durante alrededor de 2 horas y 30 minutos.

De ahí que esta sea una película que no deja casi nada en la raya para la suma. Aún más claro: ni siquiera lo logra cuando se le da el beneficio de bajar la vara de exigencia y solo verla como un producto de acción menor que probablemente habría llegado directo a DVD en las manos de otra distribuidora. No.

Basta con que tengan en claro que sus personajes están mal desarrollados, sus giros narrativos son predecibles y las dosis de violencia están filmadas de tal forma, que ni siquiera vale la pena verla como una propuesta de esporádicas dosis de sangre.

Quizás lo único positivo a su favor sea el hecho de que al menos el entorno pre-distópico de su historia es llamativo, pero no hay mucho más en su fallida propuesta. De hecho, realmente lo peor de todo es que su historia estira tanto el chicle durante 150 minutos, que el verdadero crimen aquí es que nadie haya pasado tijera en la edición.

Quizás el resultado final no habría sido mucho mejor con el material existente, pero el camino recorrido habría sido un poco más soportable.