Review | No Time To Die, una despedida como nunca antes se ha visto para una etapa de James Bond

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La última aventura en el ciclo de Daniel Craig es tan explosiva como se esperaba, pero el factor emocional es lo que más termina primando.


La etapa de Daniel Craig en la saga de Bond estuvo plagada de altibajos. Por cada Casino Royale y Skyfall, en la otra vereda estuvieron Quantum of Solace y Spectre. Esta última, marcada por una serie de decisiones narrativas que simplemente no funcionaron, parecía empañar el legado de un ciclo que ya tenía más de un exponente para pelear los primeros puestos de la franquicia de 007. En ese sentido, No Time To Die, la despedida del actor, aprueba en la tarea que se pone por delante más allá de los propios ripios con los que se topa en su camino.

Dicha ruta es definida directamente por el hecho de que la primera mitad de la película busca no solo enmendar el rumbo, sino que de lleno busca solucionar los problemas que dejó la película anterior. La relación romántica por la que el agente secretó dejó el servicio de su majestad, el hermano no hermano convertido en némesis e inclusive la propia idea de que cada villano de las tres primeras películas no era más que un peón de un Blofeld que simplemente no funcionó. Aquí se borra con el codo lo que antes se escribió mal con la mano.

Desde sus primeras secuencias, en donde Bond está completamente alejado de su vida como doble 0 y disfruta de una extendida luna de miel que jamás pensó tener, No Time To Die va generando el espacio para subsanar lo errado. Claro que como suele acontecer con el Bond de Craig, el pasado y la venganza van entrelazados, por lo que los remanentes de Spectre nuevamente entran en acción, arruinando el paraíso pasajero antes de que se inicie la clásica cortina de crédito inicial. En esa mezcla también son cl|aves los secretos, tanto del sr. Bond como de su señora, lo que inevitablemente despliega una historia con más de una tradición y un malentendido en el marco de algo inédito para la saga: una producción que desde el comienzo busca contar un final para lo que comenzó en Casino Royale.

Esa situación es completamente inédita. Desde que comenzó el cambio de actores, estábamos acostumbrados a que cada etapa quedase suspendida en el tiempo, como si cada Bond existente fuese el protagonista de una historia sin fin en el que cada capítulo funcionaba por su propia cuenta. Sin embargo, el Bond de Daniel Craig rompió el molde al crear una historia serializada desde la confrontación contra Le Chifre y sus subsiguientes aventuras para dar con quien pagase por la muerte de Vesper Lynd. Por eso el hecho de que este Bond tenga la oportunidad para despedirse en pantalla se instaló con luces propias como la única solución posible a una saga que logró reinventarse desde el fracaso creativo de Die Another Day en 2002. Y en esa tarea, tampoco debe sorprender que está película toque más teclas emocionales de lo acostumbrado para 007.

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Todos esos elementos provocan que No Time To Die sea como ninguna otra Bond de la historia. Tras perder a gente que le importaba, como Vesper y M, la ruta de este agente requería de una misión definitiva. Y precisamente eso es lo que transmite desde que este 007 sale del retiro, vuelve a encontrarse con antiguos aliados como Felix Leiter y enfrenta la amenaza de turno que tiene directa relación con los secretos de la señora Bond. Sin entrar en mayores detalles, la primera escena de la película establece que la Madeleine Swann interpretada por Léa Seydoux, y que en la historia era la hija del señor White que conocimos en Casino Royale, tiene una conexión con la amenaza que representa Safin, el villano a cargo de Rami Malek.

En ese esquema, quizás lo más importante de destacar es que muchas de las cosas de No Time To Die funcionan, pero aquello no se puede decir de Safin. No es que Malek esté mal en lo poco que le toca realizar, pero la producción nunca logra validarlo. En un momento explican su historia de origen e inclusive intentan venderlo como la contraparte, el opuesto completo de Bond, pero en ningún momento hay algo que realmente lo justifique.

Otro tema también es la amenaza que está en juego. Aunque gran parte de No Time To Die se impulsa por la relación con los conflictos absolutamente personales con los antagonistas, y los propios héroes entre si, en el camino se establece un plan malvado que amenaza al mundo completo yque parece más propio de las películas de la etapa Brosnan.

Pero aún puestas esas cartas sobre la mesa, igual hay bastante más para destacar con esta película. No solo hay mucho fanservice muy bien ejecutado, tanto para los fans de larga data como para aquellos que solo han visto las cuatro películas, sino que también existe un manejo excepcional en varias de las secuencias de acción que se alejan de esa magia digital de pinta falsa que está tan presente en las súperproducciones contemporáneas. También hay bellas locaciones que sirven de telón para varias de esas escenas explosivas y un par de presencias secundarias que le dan más vida a la película.

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Por un lado está Ana de Armas como Paloma, una inexperta y luminosa agente de la CIA que demuestra estar excepcionalmente capacitada para su misión de apoyar a Bond durante una balacera inicial en Santiago de Cuba. Por otro lado está Lashana Lynch, un agente británica que toma el relevo tras el retiro de 007 y quien en muchas ocasiones no solo demuestra estar capacitada plenamente para el trabajo, sino que también sirve como un espejo que refleja la propia obsolescencia de un tipo de otros tiempos como James. Lo mejor de todo es que su presencia sirve para dejar en claro que no es necesario inventar a una Jamie Bond para generar una versión femenina del personaje creado por Ian Fleming.

Con lo anterior en cuenta, lo obsoleto de Bond también es un tema que marca a la historia, más allá de que el agente comienza a operar fuera del MI6. Tal como ha sucedido en el pasado, la propia fragilidad emocional del personaje, que salió a relucir con la muerte de Vesper Lynd, da pie a una sombra que acompaña cada paso del agente en esta, su misión más personal. Es ahí en donde entra a actuar el factor emocional que no se siente impostado de otro rincón.

Hay mucho por discutir sobre No Time To Die, pero por ahora no se puede profundizar mucho al respecto por cosas de los spoilers. Aún así, destacaré nuevamente que esta es una película que tenías muchas cuentas que saldar y al final sale airosa en gran parte de ellas. Obviamente la más dura de conseguir era el propio nivel de expectativas que generó la película a raíz de los sucesivos aplazamientos por la pandemia. No faltará el que diga que la película nunca iba a poder lograr cumplir con las exigencias de las sobreexpectativas, pero personalmente considero que al menos la tarea fue cumplida en un entorno en el que tenía mucho en contra a raíz del legado de problemas que le legó Spectre. Y claro, No Time To Die no está a la altura de Casino Royale, pero el 99% de las películas de la franquicia tampoco lo están.

Con eso en cuenta, de todas formas es llamativo y valorable que esta sea una producción que da un cierre como nunca se había visto en la saga, pues Connery, Lanzenby, Moore, Dalton y Brosnan no tuvieron esa oportunidad. Además, la propia historia también dispara sus balas de forma correcta en esa tarea avisada desde que la película estaba en filmación, evitando así que la idea de cerrar la etapa en pantalla no se sienta como una imposición de Daniel Craig. Es algo que se ganan.

Aún así, y esto no es un spoiler, la promesa al final de los créditos sigue siendo la misma de siempre: James Bond volverá. Así que hasta que el próximo Bond llegue, habrá tiempo de sobra para valorar los puntos altos de la etapa Craig. Mal que mal, los puntos bajos realmente quedan opacados. Y No Time To Die ayuda a que eso se concrete.

No Time To Die se estrena este jueves 30 de septiembre en cines chilenos.

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