Antes de Animal Crossing: New Horizons, no tenía ningún apego con la franquicia. De hecho, ni siquiera había jugado alguno de sus videojuegos que salieron desde el debut en el Nintendo 64.

Por ejemplo, cuando uno de sus personajes concretaba una aparición en algún otro titulo, como bien sucedió con el Aldeano e Isabelle en Smash Bros. y Mario Kart 8, nunca los elegía. Era una saga que no existía para mi.

Todo eso cambió con el reciente videojuego de Nintendo Switch, al que decidí acceder solo bajo la idea de concretar esta reseña desde un punto de vista novato y absolutamente desconectado de lo que fueron las anteriores entregas.

Pero aunque no le tenía mucha fe a la experiencia, New Horizons ha sido parte de mi rutina diaria desde su lanzamiento el pasado 20 de marzo. Inclusive la consola ya me avisa que le he dedicado más de 100 horas de juego. Si me lo decían antes de jugarlo, no lo habría creído.

La causa probablemente tiene relación con el hecho de que este es un videojuego ideal para los tiempos del COVID-19, las medidas de cuarentena y de distanciamiento social impuestas.

Por un lado es una vía de escape, ya que nos invita a crear nuestra isla ideal, poblarla de aldeanos, decorar a placer y expandir su componente social llamativo, en el que tenemos que interactuar con otros para mejorar nuestro avance y experiencia con el videojuego.

Pero al mismo tiempo, también es una propuesta en la que siempre hay algo por hacer y ese sin duda es el gran factor que ha permitido que este sea el videojuego del momento.

La clave de la rutina

Desde que mi hogar era una simple carpa, mi acercamiento diario es muy similar durante cada jornada.

  • Buscar el punto dorado que aparece cada día en la isla para plantar una bolsa de 10 mil bellotas. De esa forma, mantengo el crecimiento constante de los árboles de dinero
  • Rastrear cada sector de la isla para dar con los fósiles diarios para entregárselos al museo, vendiendo aquellos que ya están repetidos. Sí, todo es dinero.
  • Golpear cada piedra, para obtener los materiales, con la esperanza de obtener alguna pepita de oro y asestar los ocho golpes para obtener más dinero. Plata, plata, plata.

A partir de ahí, el videojuego entrega tantas opciones, que simplemente el resto depende de lo que privilegie hacer o lo que simplemente se me ocurra realizar.

Quizás voy por una obra de arte, deseando no elegir una falsa, o recolecto materiales para construir aquellos artefactos que aún no he realizado. Quizás capturo peces o bichos para intentar atraparlos a todos o me decido a realizar tantas acciones diarias como sea necesario para acumular millas y nunca estar preocupado de si tendré las suficientes a futuro.

No hay descanso. Sacar cada maleza, golpear árboles para acumular más madera que una multinacional o comprar nabos y cruzar los dedos para tener un buen precio de compra en tu isla. En caso contrario, y en una de las opciones que menos me apasiona, buscar alguna isla en línea para vender. O quizás me las doy de benefactor y busco los recursos para completar la infraestructura de la isla.

El concepto de venta también es clave, ya que inevitablemente uno se mete de lleno en el sistema económico en el que Tom Nook, el gran inversionista y emprendedor, cada vez te pide precios más irrisorios para mejorar tu casa. Como la vida misma.

Sumen y sigan: intercambiar regalos con el resto de aldeanos, invertir para vender los artículos del día, visitar islas aleatorias a partir de la compra de millas o sacar provecho a las visitas constantes de personajes que van extendiendo las posibilidades.

Aunque la meta siempre es llegar a las cinco estrellas de calificación de la isla, otro elemento llamativo tiene relación con los constantes eventos que cambian el panorama. Aunque todo comenzó con la criticada búsqueda de huevos durante Semana Santa, la expansión de New Horizons se vuelve cada vez más llamativa a medida que se avanza en el calendario.

Las últimas mejoras, relacionadas con la ampliación del museo, se dieron justo en el escenario en el que la tienda Nook fue ampliada, por lo que ahora mi acercamiento es aún menos restringido de lo que inicialmente es el juego y ahora todo lo guío en base al afán completista que de seguro requiere cientos de horas más.

En ese sentido, el modus operandi y la variedad de las acciones impiden que lo rutinario sea apático o aburrido. Hay tantas cosas para mezclar en la experiencia diaria, que una hora de juego se pasa volando.

Y en la simpleza de esa propuesta está la gracia.

Todos juntos

Quizás la traba de Animal Crossing tiene relación con su modo multijugador y algunas características en línea que decidieron implementar.

El componente online simplemente no está construido para afrontar la forma en que los jugadores han comenzado a explotar el factor económico, especialmente a lo que concierne al mercado de los nabos, por lo que la experiencia de aceptar visitas o viajar a otras se vuelve algo tedioso.

Por cada ingreso o salida de un jugador, todo se detiene para concretar una secuencia de bienvenida o despedida. Más aún, la conexión en línea puede ser muy engorrosa y hay todo un tema con la imposibilidad de trasladarse a una isla si al otro jugador se le ocurrió justo acceder a una ventana de interacción.

Obviamente, cuando se trata de conectar con conocidos, el asunto mejora por las propias condiciones de comunicación directa a través de otras plataformas, pero el entorno en línea podría ser muchísimo mejor y fluido.

No obstante ese detalle, el factor colaborativo es también un gancho con el videojuego.

A pesar de que el sistema da pie a que no falten aquellos que buscan sacar partido, cobrando en exceso por acceder a sus islas, o usuarios se ofusquen si no se siguen códigos de comportamiento, no es difícil encontrar espacios colaborativos por el bien común. Y es ahí en donde radica el factor que garantiza la longevidad de este videojuego.

¿Cuánto tiempo seguiré jugando Animal Crossing: New Horizons? No tengo idea. Pero lo que sí sé es que desde que tome mis maletas y me aventuré en su isla, nunca pensé que sería tan divertido desbloquear opciones, realizar conexiones con personajes virtuales y sacar partido al componente online, por muy tedioso que a veces eso sea.

Eso es lo que al final me queda, ya que a pesar de que al comienzo prejuzgué lo limitado que podría ser todo este acercamiento, o lo infantil que podría haber sido su experiencia, terminé dándome cuenta que estos nuevos horizonte no tienen fin.

Así que ahora prendan la fogata y que llegue Totakeke. No hay mejor panorama en cuarentena que este.

Animal Crossing: New Horizons ya está disponible para Nintendo Switch.