Que Hollywood se quedó sin ideas. Que hacen las mismas películas de siempre. Que todos buscan replicar al éxito de moda para generar a la próxima gran franquicia o que explotan a una marca porque supuestamente eso es más fácil de vender para las audiencias en general. Todo esos argumentos salen habitualmente a colación en las discusiones cinematográficas sobre el estado de la industria.
La nueva película de Pinocho estrenada por Netflix, en cambio, es un fiel reflejo de que la adaptación de una historia archiconocida no tiene por qué entrar en el terreno del lugar común. De hecho, esta película es muestra de que un cuento ya abordado puede ganar aún mayor fuerza cuando existe visión, talento y, por sobre todas las cosas, algo nuevo que decir.
Co-dirigida por Mark Gustafson (Fantástico Sr. Fox) y Guillermo del Toro, quien además co-escribió la historia, esta nueva versión cinematográfica de Pinocho es en primer lugar una hermosa propuesta de animación stop-motion que sigue la base clásica de la fantasía escrita por el italiano Carlo Collodi para escudriñar en un terreno que habla de padres sumidos en el dolor e hijos que deben pagar el costo de las expectativas.
Lo anterior se desarrolla en un entorno en el que surge el horror de la guerra, el cáncer de la avaricia y las infancias destruidas por el totalitarismo y ultranacionalismo, pues aquí hace acto de presencia el fascismo al situar a sus acontecimientos en la Italia impulsada como mero títere por Benito Mussolini.
En aquél escenario, Pinocho presenta los elementos que no pueden faltar en una película basada en la novela original de Collodi, incluyendo al carpintero Geppetto, el grillo parlanchín, el hada mágica que concede un deseo, el circo que atrapa a la desobediencia y hasta una criatura marina gigantesca. Sin embargo, esta es también una película de Pinocho como nunca antes has visto.
Reinventando gran parte de la historia para abordar varios tópicos, en esta película se entrecruzan temas como la libertad y la responsabilidad bajo la idea de que el amor no puede surgir desde una exigencia de cambio para que alguien sea tallado como la madera para amoldarse a lo que otros quieren o esperan. Es ahí en donde entra a jugar el mayor cambio de esta película, pues su génesis está ligado directamente a una tragedia.
Instalándose en la postrimería de la primera Guerra Mundial, un ataque aéreo causa la muerte de Carlo, el tranquilo hijo de Geppetto. Ante la pérdida, el carpintero se suma en la depresión y es atrapado completamente por las garras del alcohol. Varios años después, cuando el mundo ya está adentrándose en un nuevo conflicto, desde la tumba del pequeño surge un árbol y su madera es utilizada por el borracho anciano para crear un muñeco que, por arte de la magia del bosque, termina cobrando vida.
En ese esquema, el desobediente Pinocho nace en completa oposición a lo que era el inocente Carlo, lo que lo lleva a meterse en múltiples problemas hasta que enfrenta un accidente que lo lleva al más allá. La historia ahí da otro giro sobrenatural, ya que la guardiana del otro mundo plantea que Pinocho es inmortal y el hecho de recobrar vida tiene un costo que el pequeño muñeco solo entenderá con el tiempo.
Con un diseño visual gótico, inspirado por las ilustraciones de Gris Grimly para una de las ediciones de la novela, la película tiene una apariencia visual que exuda arte en cada uno de sus cuadros. Cada elemento que está en pantalla luce como una obra de artesanía por si misma que crea algo aún mayor al ser parte de la impresionante textura del todo en pantalla. Al mismo tiempo, la magia visual del stop-motion le otorga una dimensión adicional a esta historia al generar una serie de imágenes que dan vida a muñecos de madera, cautivando por lo cuidado de su diseño y la técnica pulcra empleada para generar los movimientos.
Pero esta producción no solo se queda en la imagen, ya que también destaca por las temáticas que aborda al plasmarse en un momento histórico tan complicado como la Italia de la Segunda Guerra Mundial. Por eso mismo es brillante que el clásico momento del burro del original sea readaptado para presentar niños que son reclutados para pelear en una guerra que los adultos siguen como meros títeres del “Duce” Benito. Y, al mismo tiempo, todo lo anterior es utilizado para elevar la virtud de la independencia que Pinocho adquiere desde su primer minuto de vida.
En todo ese desarrollo, este Pinocho de Guillermo del Toro contrasta su propuesta final para crear una diferencia insoslayable con las expectativas de una audiencia habituada en el lugar común y eso es algo que se vuelve especialmente notorio por la forma en que otras versiones de esta misma historia han impregnado a toda la cultura popular.
En definitiva, es esa diferencia la que eleva a esta película como uno de los grandes estrenos del año. El trabajo de todo el equipo comandado por Guillermo del Toro es completamente virtuoso, pero la sustancia textual de su propuesta termina de empujar al resultado final hasta un terreno al que solo pueden llegar las verdaderas obras maestras. Y eso no es menor, considerando el fracaso creativo absoluto presentado por otras adaptaciones de Pinocho, las cuales justamente han hecho lo que se espera del Hollywood sin ideas.
Pinocho de Guillermo del Toro ya se encuentra disponible en Netflix.