Para muchos, la mejor parte de hacer un asado es al día siguiente, cuando reúnes todo lo que sobró y lo conviertes en un plato nuevo. Si bien no hay nada particularmente original en esta nueva mezcla, cada uno de los sabores que ahí te encuentras te remite al día anterior. Y aunque ya nada esté fresco, todo sigue siendo delicioso y entre mordida y mordida, recuerdas algunos de los sabores que te hicieron feliz.
Así es como se siente gran parte de Rage 2, la secuela del juego del 2011 que en realidad podría no haberlo sido. Ya que a pesar de compartir el mismo universo y parte de su estilo de juego, el título es una bestia que corre por su propia cuenta: su desarrollador ya no es solo id Software, sino que ahora están junto a Avalanche Studios, la gente detrás de la serie Just Cause, quienes no solo aportaron con motor gráfico sino que también con los planos generales de esta propuesta de mundo abierto.
La historia ocurre 30 años después del primero, lo suficiente como para no necesitar jugar de la aventura original para entenderlo ni para ver consecuencias demasiado directas de los hechos ocurridos en su predecesor.
Y gráficamente también hablamos de dos juegos demasiado separados entre sí: Rage era un juego decididamente más serio y, a pesar de estar ambientado en un mundo abierto, sus escenas de acción y enemigos tenían una escala mucho más cercana, más de la escuela de Doom y Wolfenstein. Rage 2 trae consigo una paleta gráfica mucho más colorinche, con este concepto de apocalipsis pop que ya vimos en Far Cry New Dawn. Los asentamientos, si bien es cierto están muy bien separados del mundo, tienen vida propia, llena de grafitis y una estética decididamente punky.
Pero estas no son las únicas similitudes que nos encontraremos en el camino: La historia, por ejemplo, comienza con una misión y cinemática que es idéntica a la de Wolfenstein 2: The New Colossus, donde tras una misión de defensa, el enemigo principal llega y elimina a nuestra mentora, tras lo cual surge la sed de venganza.
En Rage 2 tomamos el rol de un Ranger llamado o llamada Walker (el género es opcional) y con quien tendremos que explorar un vasto mapa en búsqueda de la ayuda de tres personas para reactivar el "Proyecto Dagger", la única chance que tiene la Resistencia en contra de La Autoridad. Una trama que si se te hace conocida es porque la has visto mil veces más.
Para encontrar a estos personajes tendrás que viajar a las tres ciudades principales del juego que sirven como hubs para diferentes misiones, tiendas y recompensas que solo sirven para llenar tu mapa de cada vez más símbolos para ir a explorar. Las misiones del modo de historia no varían de la ya clásica forma "necesito que vayas a este lugar del mapa para qué me traigas esto", y el desarrollo hacia la batalla final no es más que saldar una lista de compras, sin mucho desarrollo de nadie, más que del personaje que se vuelve cada vez más poderoso.
Y ese sentimiento de "esto ya lo he visto" está presente prácticamente en toda la experiencia de Rage 2: los enemigos son muy parecidos a los de Borderlands, el mundo no tiene ninguna diferencia a los paisajes desérticos de otras aventuras post apocalípticas como Fallout o Mad Max (que también es de Avalanche) y las habilidades especiales que desbloqueas son muy similares a las que se vieron en Destiny 2.
El otro sentimiento que abunda en Rage 2 es el del espacio desperdiciado. Sabemos que los mundos post apocalípticos son, por definición, sitios desérticos o con escasa vida. En esta versión de la Tierra, por ejemplo, un asteroide acabó con gran parte de la vida. Pero entonces ¿para qué hacer un mundo abierto que se siente tan vacío? Aun cuando el juego si tiene áreas como pantanos o acantilados, la mayoría de tus viajes serán viendo rocas y edificios abandonados, los que se repiten uno tras otro mientras vas de un lado del mapa al otro en búsqueda de la siguiente misión. La navegación a través de esta tierra es monótona incluso para encontrar sus desvíos.
Y las ciudades tampoco ayudan mucho ya que son a veces confusas para navegar y sin personajes memorables que conocer. Solo irás a ellas para las tiendas que están y para buscar más objetivos y excusas para seguir ganando experiencia.
Tu rutina será más o menos así: Colocarás una guía en el mapa para ir a la siguiente misión, mientras sigues las flechas encontrarás un desvío que, además, arrojará un símbolo de interrogación en tu mapa. Obviamente la curiosidad es más fuerte y decidirás ver qué es y si tienes suerte podrás hallar un asentamiento de malvados, un sitio con provisiones y cofres o mejor aún, un Arca, que es el lugar en donde encontrarás las mejoras y armas nuevas para tu personaje.
Cuando hayas hecho un par de estos desvíos entenderás que la verdadera gracia del juego no está en la historia, sino en precisamente estas misiones secundarias que son las que dan vida a Rage 2.
Porque si bien el mundo, la historia y la navegación del juego son genéricas y a veces hasta aburridas, el combate de Rage 2 es lo que hace que todo valga la pena.
A diferencia del juego anterior, en Rage 2 hay muchos más combates con hordas de enemigos, ya sea para capturar un asentamiento, encontrar una arca o llegar a un minijefe. Hay tres tipos principales de enemigos: los renegados, los soldados y los mutantes. Cada uno con sus tipos de ataques diferentes, pero todos más o menos dispuestos a caer bajo tus ataques. Y la manera de enfrentarlos también depende de tí: aunque algunas de las misiones más sencillas son simplemente disparar más rápido que tus rivales, otras te permiten planear más la estrategia. ¿La gracia? Cada una de estas misiones es bastante breve y si pierdes comienzas de cero.
Ya sea en una misión lineal en la historia, eliminando enemigos para conseguir un botín o levantando un bloqueo de camino para seguir avanzando, todo el combate de Rage 2 se siente como un libro abierto que premia la creatividad y sobre todo la violencia. Esto porque hay dos mecánicas que te obligan a ser más agresivo que defensivo: la primera es que cada vez que matas un enemigo, tu energía se recupera un poco. Y la segunda es que al hacer cadenas de derrotas subes una barra de poder que libera un modo de ataque superpoderoso, el Overdrive, que te vuelve en una máquina mucho más letal.
El combate de Rage 2 es tan variado y entretenido que incluso supera una de las grandes falencias del título. Como mencioné antes, existen arcas en donde podrás encontrar diferentes habilidades para mejorar a tu soldado. Parte de esas habilidades son armas. Así es. En Rage no puedes simplemente tomar el arma que un enemigo botó en el piso, sino que debes desbloquearlas para agregarlas a tu arsenal. Algunas armas aparecen como parte de la historia, pero otras no. Y las encontrarás dependiendo de cuanto tiempo dedicas a buscar estas arcas y cuanto a hacer las misiones.
Digo esto porque en mi experiencia, pasé un poco más de la mitad del juego usando solo las tres armas básicas: una pistola, un rifle automático y una escopeta. Son tres armas que cubren las necesidades básicas de todo shooter, pero sí, son solo tres armas. Y en un juego que promete entregar creatividad y locura, son muy pocos pinceles para tanto lienzo.
Pero a pesar de eso, debo decir que me entretuve con este material, y empecé a entretenerme más una vez que ya pillé el lanza cohetes, el cañón de pulso y hasta un lanzador de dardos. Esto es porque matar es satisfactorio, sobre todo cuando el mapa del mundo te indica la dificultad de cada asentamiento o misión que has descubierto antes de entrar ahí. La dificultad tiene que ver más bien con el número de enemigos presentes, sus armas y la cantidad de energía presente en el área. Optar por pasar misiones más fáciles o difíciles es lo que hace que la experiencia en Rage 2 no sea frustrante ni repetitiva, aun cuando, efectivamente, estás luchando contra los mismos enemigos, en las mismas misiones, con un par de variaciones en los escenarios.
Un tipo de misiones que me encantan, por ejemplo, son las que te ponen contra un grupo de enemigos defendiendo una gasolinera, llena de explosivos. Tu misión en esos casos, es reventar todos los explosivos, y de paso, eliminar a los enemigos. Otras, no tan divertidas, tienen que ver con torres de defensa que están al aire libre y que requieren memorizar patrones de ataques, como si fuesen jefes. Pero luego vienen misiones en las que hay que defender un punto de control mientras llegan soldados con drones y artillería pesada, y otras en donde participas en un programa de TV ficticio en el que hay que derrotar hordas de enemigos en escenarios cambiantes.
Y al final del día, siento que todos los problemas del juego se podrían haber solucionado optando por un modelo de progresión más lineal en vez de forzar la existencia de un mundo abierto aburrido y que te da como opciones el encontrar vehículos que -salvo la moto voladora- son todos peores que tu nave principal.
Eliminando el tedio entre misiones y las inconsistencias de una historia hecha sin fuerza solo para ser más "flexible", Rage 2 podría haber sido uno de los grandes shooters de esta generación, a la altura de sus parientes lejanos Doom y Wolfenstein. Pero considerando que hoy el mundo abierto más que una opción de desarrollo es casi una base, tampoco podemos culparlos tanto.
Rage 2 más que ser una apuesta original, es una mezcla de todas las cosas que alguna vez hemos amado -y también odiado- del género del shooter en los últimos años y como buen resumen, más que buscar sorprenderte, simplemente pretende ser una buena distracción tan familiar que ni siquiera es necesario que entiendas por qué, a pesar de todas sus falencias, te termina gustando.
Porque un recocido sabroso también merece un espacio en nuestro almuerzo, aunque sea solo de vez en cuando.