Review | Red Dead Redemption 2 es una obra maestra crepuscular
Rockstar Games ha entregado una obra contundente con la que se medirán a partir de ahora todos los videojuegos de mundo abierto.
Red Dead Redemption 2 no es un juego perfecto. Eso es algo que queda claro desde las primeras misiones, cuando intentas no seguir el camino predeterminado y tuerces un poco sus fronteras programadas. Por ejemplo, tras concretar la primera balacera contra un puesto enemigo, debemos seguir la pista de un forajido de la banda rival. Ahí, en una persecución a través de los bosques nevados, la mecánica de juego nos pide atraparlo al tipo con un lazo. No hice eso.
Le disparé a su caballo, le di un puñetazo y recién ahí lo amarre con la cuerda. Sin embargo, como mi caballo quedó en una posición que me impedía subir al enemigo a su parte trasera, decidí dejar al tipo a un costado del camino y proceder a mover a mi corcel. Sí, podía haber llamado al caballo, pero no lo hice. ¿Resultado? La pantalla inmediatamente se fue a negro, ya que mi enemigo murió en menos de un segundo, aparentemente por solo tocar la nieve.
En otra ocasión, persiguiendo a un sacerdote borracho cuyo pie queda atrapado sobre las líneas del tren, tuve que seguirle la pista poco después de robar a un caballo mucho veloz que el que me dieron al comienzo de la historia. El problema es que una vez que ayudé al cura, y la misión debe seguir para llevarlo de regreso al puesto, instantáneamente apareció mi caballo principal a mi lado, el cual había dejado amarrado a un poste del campamento de mi banda. ¿Mi caballo tenía el poder de teletransportación? ¿Aprendió a moverse en algún entrenamiento con Goku? La verdad es que tampoco lograré explicarme esa situación.
Cosas como esas pueden ocurrir a lo largo del juego, lo que remarca la idea de que la nueva obra del estudio Rockstar no es perfecto. Pero el punto de todo esto es uno solo: si este juego no es perfecto, entonces simplemente no existe el juego perfecto. Las nimias imperfecciones, y en este caso realmente son triviales, no empañan en nada el hecho de que Red Dead Redemption 2 es un juego superlativo que en la suma de sus partes nos entrega una de las experiencias más profundas, versátiles y apasionantes del último tiempo en el terreno de los videojuegos. Sí, no es perfecto, pero la propia condición programada provocará que siempre exista algún glitch, una falla que demuestra que esto fue hecho por humanos.
En esa línea, uno de los puntos más brillantes de esta secuela, situada antes de los sucesos de la primera entrega, es que su historia es muy humana, no olvidando que la vida es de contrastes, que no todo es drama ni tampoco todo es humor. Aprovechando completamente los avances tecnológicos de la nueva generación de consolas, no solo para expandir un mundo abierto gigantesco en el que nos podemos mover a placer, Rockstar también los utiliza para sacar partido a la narrativa de western crepuscular, retratado en grandes películas como Los Imperdonables o La Pandilla Salvaje, en donde los días de gloria del Viejo Oeste son cosa del pasado y el avance de la civilización pone literalmente en retirada a la pandilla de Van der Linde, quienes se alejan con dirección al este de Estados Unidos tras un atraco de consecuencias catastróficas para la banda.
El entorno narrativo de Red Dead Redemption 2, y el uso de elementos más cinematográficos como parte de la historia, elevan a la precuela a cotas que solo alcanzan los mejores videojuegos. Las cinemáticas acentúan el peso de la historia y remarcan el entorno agreste al que nos enfrentamos en cada misión de la historia, y no están ahí solo como un mero chiche visual que sirve para desencajar mandíbulas. No, aquí tienen una función y es elevar la interactividad de nuestra relación con la historia de Arthur Morgan, el forajido que en esta ocasión debemos controlar. A cada galope, a cada disparo, a cada misión, nos adentramos en su mundo, lo entendemos y nos apasionamos por seguir esa línea.
La historia de Arthur, sus vivencias en torno a la fogata de la banda de Dutch, nos presentan una entorno de ocaso, en donde los ideales y valores se tuercen entre el compromiso con la vida en comunidad forajida, la persecución policíaca o la guerra contra las otras bandas criminales. La forma en la que se entrelazan esos elementos nos da como resultado una propuesta a la que los creadores de Red Dead Redemption 2 le sacaron todo el partido posible, creando una saga de western que se alarga de forma cautivante y en donde son tantas cosas las que hay por hacer, que el horizonte de posibilidades parece no tener fin, como el de las praderas que fueron atravesadas por los colonos para abrirse paso hacia el Oeste.
No solo Red Dead Redemption 2 nos entrega la posibilidad para hacer y deshacer como forajido, sino que también abre el camino a múltiples rutas ya sea cazando animales para despellejarlos por su pieles y comida, buscando huesos para una paleóntologa, cazando forajidos para constatar cuál es el gatillo más rápido, contribuyendo a mejorar la guarida de la banda, jugando póker o hasta dedicándose a realizar los eventos temporales en donde tendremos que, por ejemplo, salvar a tipos que están siendo devorados por lobos o ayudar a un preso que escabulló y necesita que sus esposas sean destruidas.
Ese tipo de actividades no alcanzan a raspar ni siquiera la superficie, ya que las misiones alternativas van expandiendo nuestro arsenal, en el que la juego potencia la inmersión para preocuparnos de engrasar nuestros revólveres, sacudir a nuestros caballos e inclusive bañarnos o preocuparnos de comer lo suficiente para no perder o ganar demasiado peso. En paralelo, las posibilidades con las armas también son notablemente variado, ya que al obvio poder de la pólvora, se suma el cuchillo y el arco para situaciones de mayor sigilo. El juego nos impulsa a ir variando, cuidar nuestras armas para evitar que se oxiden e ir mejorando paso a paso mientras nos abrimos paso en las tierras cada vez más civilizadas.
Al mismo tiempo, el juego se esmera para remarcar la importancia de los caballos en el Viejo Oeste, ya que no eran un simple medio de transporte desechable y la situación no sigue la lógica GTA, en donde generalmente podíamos robar vehículos sin sufrir grandes problemas. Aquí de inmediato puede existir una recompensa en nuestra comprar por solo robarse un equino en un pueblo. El vínculo que se genera con tu caballo también es primordial en el juego.
Aunque estos pueden robarse, domesticarse desde la vida silvestre o comprarlos en un estable, el juego nos pide pasar el tiempo con nuestro compañero, aseándolo, alimentándolo o hasta mimándolo para aumentar el vínculo entre Arthur y el animal. La relación en ese sentido mejora y las condiciones del juego pueden llegar a ser modificadas, ya que el comportamiento del caballo puede ser mejorado para evitar que se asuste con los disparos o no se vuelva loco ante la presencia de un depredador en el camino.
El sistema de honor, que es la forma en que interactuamos con los personajes controlados por la máquina, es trascendental para hacer que todo funcione, ya que afectan cómo el entorno reacciona con Morga, ya sea si decidimos ser justos o nos convertimos en el más despiadado de los forajidos. Esa posibilidad, la forma en que influye en el transcurso de la historia, y las tareas que debemos hacer para cuidar al campamento de la banda, le daba una riqueza notable a un videojuego que se siente como una de las experiencias más contundente que podemos encontrar en la nueva generación.
Además, hay tanto por hacer, se condicionan tantas cosas por nuestras acciones, que irremediablemente el mundo que se abre frente a los ojos de Morgan se vuelve demasiado grande para ser sostenido solo en sus hombros y por eso es clave la forma en que nos entrelazan con el resto de los personajes que forman parte de la banda Van Der Linde.
Red Dead Redemption 2 es una experiencia esencial y cautivante que refuerza una vez más por qué Rockstar Games es el estudio de videojuegos que está expandiendo las fronteras que limitaban los confines de un videojuego. Lo que hacen este título no es una tarea fácil, ya que todo está tan bien ensamblado, que la experiencia sale de los confines de la interactividad, para entregar elementos más propias del cine o los relatos de las viejas novelas de aventuras y ahí está la principal fuerza, ya que el relato que se va armando representa una épica que es más una rareza que algo habitual en los videojuegos. Por eso es especial, ya que aquí hay algo de Jack London, pero también de Sam Peckinpah, Sergio Leone, Clint Eastwood y John Ford.
Que un videojuego logre evocar a lo mejor del western no era tarea fácil, especialmente con lo difícil que es lograr que las nuevas generaciones conecten con la colección de historias sobre los viejos forajidos de un género que muchos han dado erróneamente por muerto, pero Red Dead Redemption 2 es una apuesta superior que es una nueva marca bajo la que estarán todo el resto de propuestas de mundos abiertos realizados hasta ahora. Sí, como lo dije al comienzo, no es perfecto, pero eso no quita que sea una obra maestra.
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