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Review | Roomba i7+: Un robot para cambiar tus hábitos

Probamos una de las versiones más avanzadas de las aspiradoras automáticas de iRobot, un equipo capaz de aprender y mejorar la limpieza de tu casa, siempre y cuando también contribuyas con un poco de orden

Una de las cosas que aprendí durante la pandemia es que mi casa se mantenía ordenada prácticamente porque nunca pasaba tiempo acá. Mientras más se alargaba el encierro, más me iba dando cuenta de lo difícil de contar con una agenda en donde pudiera manejar todos los quehaceres de la casa al mismo tiempo que el resto de mi rutina.

Lo que por lo general significaba que el orden quedaba al último lugar. Y se que no es algo que solo me pasó a mí, ya que las redes sociales comenzaron a llenarse de videos de pequeños discos automatizados dando vueltas por las casas. Las aspiradoras robot tuvieron su despegue durante 2020, pero a mí parecía no importarme.

Algo extraño considerando que prácticamente todo el resto de las cosas son digitales: desde los parlantes que colocan mi música hasta el centro de entretención de mi living montado alrededor de una pantalla. Quizás era algo de orgullo, de la necesidad de saber de que al menos me quedaba la posibilidad de barrer como el último espacio de dominio análogo en este hogar.

Pero llegó el inevitable momento en que uno de estos robots tenía que llegar a mi casa. El sujeto de prueba sería la Roomba i7+ de iRobot, la compañía que popularizó estos equipos y que convirtió a la palabra Roomba en el genérico para referirse a estos ayudantes.

Se trata de un modelo que, si bien fue lanzado el 2019, sigue siendo de los equipos más robustos y recomendados de la marca, lo que habla también del buen diseño que logró hacerse. Este en particular viene con una estación de vaciado de suciedad que hace que todo sea aun más automático, pero el robot en si es el mismo de la serie i7.

El proceso de instalación del equipo es muy sencillo: en mi caso duró más el desembalaje de las cajas que la instalación misma, que se hace desde el celular, bajando una aplicación gratuita y conectándose a una red de WiFi -primero interna del equipo- y luego a una del hogar que establece la conexión permanente entre tu smartphone y la Roomba. Esto es tremendamente crucial porque, a pesar de que el equipo tiene sus botones físicos -útiles sobre todo para los procesos de diagnóstico o ciertas configuraciones- tras la instalación no es necesario nunca siquiera tocar al robot, todo puede manejarse desde el teléfono o bien, un asistente inteligente como Google o Alexa.

Y así es como lo hice yo.

¿Y que tan la experiencia? Lo que yo esperaba era un sistema prácticamente automático: que yo diera una orden, la Roomba hiciera sus cosas y yo hiciera las mías. Listo, nada más.

Pero lo cierto es que las primeras semanas es necesario que tanto la máquina como uno se acostumbren a su entorno porque se trata de una relación que no funciona de manera ideal desde el inicio. Por parte de la Roomba, necesita tomarse su tiempo para conocer el lugar al cual dedicará su vida limpiando. Las primeras veces que salga de su base sus movimientos serán más bien erráticos, pero todo con el afán de hacer un mapeo de la casa. Cada golpe que se da con la pared es un registro que genera en su interior para que en el futuro no solo sepa donde ir sino que incluso podamos decirle que vaya a áreas particulares de la casa.

Y el proceso es prácticamente automático: la Roomba sale de su base, hace sus cosas y luego se devuelve sola a la base donde, de ser necesario, también vacía lo que ha ido encontrando en el camino para que uno después pueda ir a botarlo.

Ahora bien, para que la Roomba haga bien su trabajo, el piso debe tener ciertas condiciones porque o si no se queda atascada. Condiciones que claramente no estaban en el piso de mi casa pero que, debo señalar, si están advertidas tanto en el manual de uso como en la aplicación. La Roomba puede quedarse atascada fácilmente con ciertos cables, algunos plásticos grandes, papeles y otras cosas que tampoco pasarían por una aspiradora tradicional, y que debo reconocer que sí hay harto en mi casa.

En particular los cables, que, entre las conexiones a internet, los múltiples cargadores y conexiones de mis consolas son abundantes en una casa con mucha tecnología y poco orden. Y a la Roomba no le gustó.

Lo se porque el proceso de aprendizaje también me tocó a mí. Lo que se supone que es un proceso casi automático, un “enciende el robot y olvídalo”, me tuvo bastante ansioso todo el tiempo, en particular porque desde mi habitación percibía cuando, a través de los sonidos, la i7 se encontraba con algo extraño. Un sonido raro en la aspiradora, golpes constantes en un mismo lugar y finalmente, una notificación en el celular y un pito característico que servía como grito de auxilio del robot. “Algo se ha atascado en tu Roomba” decía el mensaje y claro, sus ruedas se enredaban con cables, piezas de lego que nunca debieron estar en el piso y con envoltorios plásticos que nunca recogí después de abrir ansiosamente un envío de Amazon.

De cierta forma tuve que ir aprendiendo a ordenar la casa para que la Roomba no se atascara entre mi desorden: esconder los cables, recoger los plásticos transparentes y un montón de otras cosas que hasta ahora dejaba que la escoba al final de la semana se llevara.

Y debo reconocer, han pasado unas tres semanas y aun no termino de relajarme como para dejar que la Roomba haga su trabajo. Siempre pienso que se podrá quedar atascada entre medio de unas sillas o algo similar. Para el resto de las personas, que no viven en un completo desastre como yo, la Roomba les servirá para lo que dice hacer, aspirar la casa, desde el día uno.

Yo en cambio tengo que seguir aprendiendo de Roomba de la misma forma que ella ha aprendido a reconocer las paredes de mi hogar: a tropiezos.

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