Antes del estreno de Hellbound, conocida en Latinoamérica bajo el nombre de ”Rumbo al infierno”, su propuesta destacaba por un par de factores bastante llamativos.
En primer lugar, se trataba de una nueva serie de Netflix - realizada en Corea del Sur - que está a cargo de Yeon Sang-ho, director de la exitosa Train to Busan. Además, la serie adaptaba a su oscuro cortometraje de animación que aborda lo que ocurre en un mundo en donde las personas son condenadas por una entidad aparentemente angelical, para posteriormente ser perseguidas y asesinadas por oscuras criaturas.
Esos seres son figuras demoníacas, sanguinarias e imparables, que aparentemente se apoderan de las almas de los condenados para llevarlos al infierno. Es decir, solo con esa base de historia ya existía potencial para concretar algo distinto a lo tradicional en el terreno live-action.
Pero tras el estreno de su primera temporada, compuesta por seis episodios, lo primero que hay que destacar es que la serie no solo se queda en el papel de las expectativas. Su propuesta se desenvuelve de forma cautivante, tanto en términos temáticos como visuales, para instalarse como uno de los mejores estrenos del año en la popular plataforma de streaming.
Dicha condición se debe en parte al mencionado concepto base. Aunque los efectos digitales, y los diseños de las criaturas, no son precisamente los más llamativos, funcionan a la perfección en base al tono que impulsan a lo largo de los seis episodios. Además, cada aparición de estas sombras de la condena están marcadas por secuencias brutales, sangrientas, oscuras, impactantes y carentes de toda humanidad benigna. No hay perdón alguno en esos momentos gore.
La carencia de la naturaleza benevolente también marca al mundo en el que se mueve la historia, lo que se transforma en un espejo llamativo en estos tiempos pandémicos plagada de miradas autoritarias y conservadoras.
En ese sentido, la historia de Rumbo al infierno genera una notable propuesta que está marcada por el infierno en el que se convierte La Tierra por todos los intereses que comienzan a estar en juego. Al comienzo de la serie ocurre un ataque de estas criaturas a plena luz del día, dejando en claro que los condenados son informados del momento exacto en que morirán, lo que da pie a la búsqueda de respuestas y la exhibición pública de los trapitos sucios del hombre que fue reducido a cenizas.
En ese entorno, posteriormente se da el caso de una madre de dos niños pequeños, que trabaja en un pequeño local comercial callejero, y que sorpresivamente recibe la condena del ángel mientras el celular de su hijo registraba una celebración de cumpleaños. La existencia de la grabación permite que el caso se haga público y se viralice, mientras los medios y el mundo entero se preparan para ver el momento en que aparezcan las criaturas.
A partir de ahí, la historia se desenvuelve en diversos ámbitos. Está el foco de un detective cuya esposa fue asesinada, la propia mujer condenada, un grupo de abogados que entrar en el juego y un tipo que ha seguido la pista de estas criaturas por más de una década. Este último creó una especie de secta que se ha movido entre las sombras virtuales, siendo impulsada por cosas como las redes sociales y las plataformas de streamings de videos en vivo, y que sostiene que existe un castigo divino en juego y los pecadores de crímenes horrendos han comenzado a ser castigados en vida.
De ahí que comienzan a exigir que la mujer revele sus pecados, aunque aparentemente no es culpable de nada, mientras rápidamente va quedando claro que la secta busca validarse a través de los hechos que han comenzado a salir a la luz. Las creencias, sean válidas o no, sean justas o injustas, son uno de los principales motores que impulsa a todas las intrigas que marcan a la serie.
En medio de todo ese escenario, Rumbo al infierno además profundiza en los aspectos religiosos, la influencia de la tecnología en nuestra sociedad, el poder de la fe e inclusive la forma en que la esperanza es completamente aniquilada por el acto sobrenatural.
Es en ese tipo de temáticas en donde está la mayor fortaleza de la serie, ya que a pesar de que las secuencias con las criaturas son llamativas en términos del terror de la violencia gráfica, la verdadera médula de esta serie está en la descomposición de la sociedad, el impacto del hecho inaudito de las criaturas en las personas y la forma en que este nuevo culto se comienza a instalar como jueces, jurados y verdugos de un nuevo orden. Ahí están los aspectos de terror más contundentes.
Sin profundizar mucho en la historia, que tiene un par de giros notables a lo largo de su recorrido, solo basta remarcar que esta serie está estructurada de una forma más antológica, ya que los tres últimos episodios cambian el foco protagónico y se centran en un productor televisivo, su esposa y la terrible condena que sufren. De todas formas, en medio de todos los episodios hay personajes secundarios que funcionan como un hilo conductor para profundizar en la corrupción de la sociedad y el poder insipiente de una secta que se impulsa por las inseguridades y temores del ser humano.
Por eso no sorprende que los elementos temáticos del nuevo orden creen un telón atractivo que rara vez se disuelve. Lo mismo ocurre con el tejemaneje del libre albedrío de sus protagonistas, ya que sus decisiones son fuertemente afectadas por las fuerzas que comienzan a jugar en su contra.
Pero lo mejor de Rumbo al infierno es que la serie no es un juego que está en búsqueda de respuestas sobre lo no natural, que es algo que ha marcado a un montón de producciones durante la última década, ya que su relato depende más de las resoluciones a las que llegan sus personajes para intentar darle un sentido a un mundo que es corrompido cada vez más por las acciones de las propias personas que quieren imponer su nuevo orden o su propia interpretación generada a partir de sus carencias. Y por eso no sorprende que aunque constantemente nos hablan de evitar el pecado, en muchos casos las respuestas a las que llegan son para hacer el mal.
Son ese tipo de elementos los que convierten a Rumbo al infierno en una serie fascinante. Más allá de quedarse en el elemento sobrenatural, o en un mecanismo de vestuarios o diseños que garanticen su viralización (que igual los tiene), esta serie escudriña en las carencias de la sociedad y de las propias personas que desarticula en pantalla. Y eso es más terrorífico que las propias criaturas que aparecen de vez en cuando.
Rumbo al infierno (Hellbound) ya está disponible en Netflix.