Si para algo nos ha preparado Silicon Valley durante sus cuatro temporadas anteriores es para esperar lo peor. Si algo le va a salir mal al equipo de Pied Piper, ya tenemos claro que le va a salir mal de la peor manera, siempre dándonos la impresión de que no hay salida posible, hasta que resulta el milagro.

Por eso en el nuevo régimen de la serie, en donde todo debiese parecer a favor de una Pied Piper que vuelve sin uno de sus personajes más carismáticos, a raíz de la salida de T.J. Miller, obviamente las cosas no parten bien para Richard y compañía. La balanza nunca está inclinada a su favor, ya que esa es una de las grandes características que definen a esta propuesta, pero al mismo tiempo es lo que establece su zona de confort.

Quizás pueden tener los recursos a su favor, luego de que un experimento no buscado con refrigeradores probó que el concepto de la Internet descentralizada es algo posible en la temporada anterior, pero también sabemos que el equipo no está preparado para la tarea, ya que sus respectivas personalidades no tienen ni una sola gota de liderazgo, y el tóxico ambiente tecnológico en el que se desenvuelven generalmente devora la creatividad innovadora.

En esta nueva temporada, pese a que pueden arrendar las oficinas que siempre quisieron, su primer gran desafío es tan simple que inevitablemente se vuelve engorroso, pero abrasa la idea de explorar nuevos territorios ahora que el foco ya no es lidiar con los problemas de inversión, o las trabas que pone la gente con dinero, sino que con la idea misma de tener los recursos para cumplir los objetivos.

En esa idea, lograr contratar a 12 programadores para sumarse a la iniciativa del gran proyecto de Richard se transforma en una tarea compleja, no solo porque la actitud de Dinesh y Gilfoyle - fusionados en una simbiosis que hace brillar a esta serie - pone trabas a la selección de sus subordinados, ya que ya tienen a tres peones que los tienen extasiados, sino también porque en el valle hay tipos con campañas para eliminar a los emojis negros. Sumen también a Gavin Belson, el competidor que sigue con un solo objetivo: hacer sufrir a Pied Piper, cortándoles todas las vías para sumar más personal.

Silicon Valley es una serie muy divertida, y en esta temporada sigue siéndolo, golpeando con un garrote no solo a sus propios personajes, sino que también a múltiples conceptos de los emprendedores tecnológicos, desde los chantas a los tiburones, que pululan en la industria.

Por ejemplo, mientras Pied Piper busca un objetivo mayor con su nuevo gran proyecto, en el camino se topa con dos proyectos idiotas que debe incorporar. Al no contar con los programadores requeridos, en primer lugar intenta adquirir al staff de una compañía llamada Optimoji, un nombre tan estúpido que realmente podría corresponder a algo real.

Pero Richard, siendo Richard, es un CEO con la peor de las suertes, por lo que la tarea se complica más de la cuenta una vez que en el camino se les cruza una app de pizzas llamada Sliceline, que emprende vuelo rápidamente porque las ideas tontas pueden despegar mucho más rápido. Y por eso el liderazgo de Richard, que ahora prefiere crecer rápido que morir lento, pone trabas en lo que puede ser la compañía ya que no tiene la capacidad para lidiar con más personas que el número de dedos que tiene en una sola mano.

No obstante, Richard dejó de ser el de la primera temporada y ahora su capacidad de inclusive arrasar con la competencia, por muy difícil que eso le resulta por sus propias trancas de personalidad, promueven el avance de este nuevo Pied Piper que no se quiere detener ante nada para lograr un objetivo superior que parece ir en contra de todo lo que representan aquellos emprendedores que los rodean.

El gran elefante en el armario de Silicon Valley es Erlich Bachman, perdido en los placeres tibetanos opiáceos y solo mencionada de pasada durante el primer episodio de la nueva temporada, instalándolo como una suerte de factor que debe ser removido de la ecuación, aún cuando ya no sea parte de esta. En ese camino, el cada vez más desalmadamente jocoso Jian-Yan toma el relevo a la hora de ser el personaje más detestable, impulsado por el odio hacia Erlich y su nuevo plan que lo llevará a a intentar demostrar que está muerto y que le corresponde todo lo que le pertenecía. Ese avance logra avanzar mucho más que lo que el propio Bachman estancó todo durante la temporada anterior.

El ingenio de Silicon Valley sigue presente en esta quinta temporada y así queda marcado desde sus créditos iniciales, que traducen el logo de Facebook al ruso, en un gancho actual que deja en claro que Mike Judge y su equipo están preparados para seguir repartiendo golpes a todos, desde Richard a los emprendedores ciegos de los que habitualmente se burla. Y es ese elemento el que sigue instalando a esta serie como un imperdible que no se niega a evolucionar para buscar nuevas formas de explotar el desastre.

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