Siempre ha existido el debate sobre cuál de todos los juegos de la serie de Super Mario Bros. ha sido el mejor. Los nostálgicos suelen quedarse con Super Mario 3. Los revolucionarios, con Super Mario 64. Y los más técnicos profesamos el amor eterno a Super Mario Galaxy (el 2 en mi caso).

Pues ahora, para mi, la discusión se terminó y todo gracias a Super Mario Odyssey. La nueva aventura del ahora ex-fontanero italiano para la Nintendo Switch no solo es una evolución sin vuelta atrás a la fórmula clásica de Mario, sino que una muestra de la madurez que ha ganado Nintendo a la hora de crear sus experiencias de juego.

Super Mario Odyssey es un juego que ocupa literalmente cada una de las herramientas dispuestas por la serie durante todos los años que ha existido y las mezcla de una manera coherente, divertida, adictiva y, como pocas veces ha pasado en la historia del juego, con sentido.

Uno podría decir que a simple vista, Super Mario Odyssey es nuevamente un juego en donde hay que rescatar a la princesa de las garras de Bowser. Pero no. Super Mario Odyssey es en realidad una aventura, un viaje a través de diferentes mundos que no representan solo un cambio en el fondo y en la música, sino que tienen una razón de estar dentro de la historia.

El plan de Bowser en esa oportunidad es casarse con la princesa Peach, por lo que debe organizar la mejor boda de la historia, y para ello, viaja por el mundo recolectando todos los ingredientes: desde el vestido que usa Peach hasta la torta y la cena que se le servirá a los invitados. Es tras esa cacería que Mario y su nuevo compañero Cappy deben ir visitando diferentes reinos para ir solucionando los problemas que va causando Bowser. Es una narrativa simple, pero existe y es algo de lo que nunca se habían preocupado realmente más allá de los RPG del fontanero: de que Mario en su travesía puede ser el héroe de muchas más personas que de solo la Princesa.

En la historia principal deberemos viajar a través de 14 reinos, cada uno con una temática, estética y jugabilidad muy diferentes. Cada reino puede variar en tamaño y complejidad, pero todos operan con la lógica de un mundo abierto hecho para explorar. Al ser mapas reducidos, la exploración se hace mucho más sencilla y con mayor densidad de cosas por hacer, a diferencia de la propuesta de mundo abierto de Zelda, donde es un gran mapa que contiene toda la experiencia.

Esto hace que si bien Odyssey es más corto que Zelda, la cantidad de cosas que puedes hacer es mucho mayor en el juego del bigotón.

Estos mapas están hechos para hacernos buscar lunas, que son los equivalentes a las estrellas que hemos visto en el resto de la serie. Las lunas son las que le dan poder a la nave Odyssey y las que permiten que avancemos de nivel. Y el juego está literalmente lleno de lunas. Para que se hagan una idea: Super Mario 64 tenía 120 estrellas en total a lo largo de todo el juego.

Pero acá, solo en el reino de la arena hay 69 escondidas por todos lados. Para algunas tendrás que derrotar un jefe, para otras, tendrás que terminar un nivel muy corto, para otras, simplemente escalar a lo más alto de un rascacielos, romper una caja, plantar una semilla, conducir un auto, escapar de un dinosaurio o recolectar monedas. En esencia, cada uno de los mundos de Super Mario Odyssey es como el castillo de Peach de Mario 64, y es desde allí donde vamos encontrando el camino para hacer los desafíos. Es un Open World pero en su justa medida, sin el exceso que implica liberar torres y buscar items que solo llenan nuestra pantalla de números inútiles.

Esta aproximación al mundo abierto es tremendamente inteligente y es la que hace que, a ratos, se sienta como que cada era de Super Mario está reflejada en el diseño. Hay misiones lineales como las de Mario Galaxy, secciones en 2D como los Mario clásicos, y mucha exploración para recordarnos a Mario 64 y Sunshine. Pero todo sin que uno se de cuenta de las transiciones. Hay misiones tontas, otras difíciles, pero todas hechas para satisfacer al jugador de manera instantánea.

Y cada uno de estos reinos cobra vida no sólo por su música y su ambientación, sino que por la habilidad que gana Mario al comienzo del título: la captura.

Lanzando a Cappy, que reemplaza al icónico sombrero de Mario en esta aventura, Mario no sólo puede atacar a distancia, sino que capturar a sus enemigos y convertirse en ellos. Si, de cierta forma Mario ahora es Kirby, pero para ser justos con Mario, el siempre se ha caracterizado por disfrazarse y agarrar poderes que no le pertenecen.

Lo interesante de las capturas es que cada reino posee solo un par de enemigos capturables, los que definen la jugabilidad de cada reino. Las balas, por ejemplo, están presentes en el reino del desierto, pero no en el de la cascada, donde puedes poseer Chomps, o en el reino de la playa, donde puedes capturar pulpos y pescados. Así, cada mundo está diseñado para poder sacarle provecho a cada una de estas capturas, ya sea para pasar niveles o resolver puzzles.

La mecánica de la captura es la que en definitiva le da vida a cada mundo y hace que se sienta diferente uno del otro desde el punto de vista de la jugabilidad. Pronto te darás cuenta que puedes capturar árboles e incluso personas para lograr tus logros.

Cada reino, como les comenté, posee su propia pequeña historia lineal que es necesario terminar para desbloquearlo de manera completa, y cada una de esas secciones trae algo especial, a través de una lucha contra el jefe de cada etapa. Así que, técnicamente, el juego puede terminarse de manera muy rápida, si es que solo te apegas a los requerimientos mínimos.

Pero nadie quiere hacer eso, y muchas veces me vi duplicando y hasta triplicando el número de lunas necesarias para pasar al siguiente nivel simplemente porque quería seguir explorando. La navegación en Super Mario Odyssey está siempre llena de recompensas y si no estás buscando lunas, puedes buscar monedas que te permitirán comprar trajes y adornos para personalizar la experiencia y algunas veces, hasta para ganar más y más lunas. Super Mario Odyssey premia la curiosidad, al punto de que muchas veces mientras trataba de hacer algo, y fallaba, daba con una puerta secreta para encontrar más tesoros.

No hay ningún momento de Super Mario Odyssey que aburra ni que se sienta excesivo. Es cierto, la cantidad de ideas y mecánicas en niveles son menores que en las de un juego como Mario Galaxy, donde la esencia era crear la mayor cantidad de diseños de niveles en la menor cantidad de espacio posible. Pero a cambio de eso contamos con una aventura, con un relato que se va desarrollando frente a nosotros y que finalmente tiene su desenlace en la que que quizás sea la mejor secuencia de jefe final de toda la serie.

Ya sea disfrutando del festival de New Donk City, jugando volleyball en la playa, derrotando a los 4 secuaces de Bowser, corriendo carreras contra tortugas o capturando un Tiranosaurio Rex, Super Mario Odyssey es la definición de lo que hace entretenido a un videojuego moderno: libertad de acción, personalización, historias para compartir y un desafío que está ideal para quienes quieran solo rescatar a la princesa, pero también para los que, una vez derrotado Bowser, quieran seguir buscando las nuevas lunas y mundos que se abren. 

Mis primeras 20 horas con Super Mario Odyssey fueron las mejores 20 horas que he jugado en el año, y estoy listo para seguir dedicándole 20 horas más a este juego que es en parte una carta de amor para toda la carrera de Super Mario, pero también, un testamento sobre como es posible, después de tanto tiempo, reinventar la fórmula y crear un título que se siente totalmente del siglo 21.

Por todo esto y por todo lo que está por venir, no puedo más que rendirme nuevamente a los pies de Nintendo, quienes no sólo nos han traído el mejor juego de la serie, sino que probablemente, el mejor título que han creado en su carrera.

Porque todo viaje deja una enseñanza y en este caso está más que clara: el rey de los videojuegos es uno solo, y su nombre es Mario.