Review | The Mandalorian se propulsó aún más alto con su final

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La serie cerró la primera temporada demostrando que entiende de la mejor forma a Star Wars.


¿Qué es lo que queremos de Star Wars? ¿Lo mismo de siempre? ¿Algo completamente nuevo? ¿O un balance? Si la respuesta de consenso es esta última, la primera serie live-action es perfecta. Sin embargo, para que aquello resulte, los realizadores no deben solo dar lo que lo fans quieren. Deben tener una visión que no solo sacie las ansias de los espectadores, sino que también entreguen aquello que no saben que necesitan.

En ese sentido, y a lo largo de sus siete primeros episodios, el show de "Baby Yoda", también conocido como The Mandalorian, exploró los diversos rincones sobre los que se ha erigido el imaginario de este universo. Obviamente por un lado está el factor de la fuerza, que parece que simplemente no se puede evitar en el escenario audiovisual de la franquicia, pero también fue relevante su visión sobre el mundo criminal, el escenario socio-político tras la caída del Imperio y la mitología mandaloriana.

Sus momentos menos brillantes tuvieron relación, volviendo a la interrogante inicial, con aquellos elementos que ponen en evidencia que la galaxia a veces se vuelve demasiado pequeña, pues existe una especie de requerimiento que lleva a los realizadores a trasladarnos nostálgicamente a la trilogía original. Pero como eso ya es parte de la máquina franquiciada, en una serie molesta menos que, por ejemplo, lo que pasó con Star Wars: The Rise of Skywalker.

Sin embargo, cuando The Mandalorian brilla, y realmente logra hacerlo, es cuando toma historias ya conocidas, para darles su propio vuelco, o cuando explora nuevos elementos. Esto último lo hace fundiéndose con códigos menos utilizados en la saga - como el western y el heist - para crear una propuesta fresca que demuestra el camino que tiene que seguir Lucasfilm ahora que se les agotó la cuerda de la saga Skywalker. Y el último episodio de su primera temporada, es el mejor ejemplo hasta ahora de un balance bien abordado.

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Dirigido por Taika Waititi (What We Do in The Shadows, Thor: Ragnarok) y escrito por Jon Favreau, el octavo capítulo cierra la primera parte de la travesía del Mando (Pedro Pascal) de forma explosiva. Tal y como quedó estipulado en el episodio anterior, Moff Gideon (Giancarlo Esposito) y sus stormtroopers acorralan a los protectores de "Baby Yoda". Sorteando esa encerrona de los vestigios imperiales, los cuatro sobrevivientes inician un escape que no solo lleva a que el Mandaloriano confronte su herencia y destino por el camino que emprendió, sino que también se eleven a algunos personajes que en el pasado solo parecían mero relleno.

Sin entrar en detalles, una de las fortalezas de esta serie surgió por cómo sigue la tradición del manga 'El lobo solitario y su cachorro', que a su vez dio pie a varias clásicas películas, para moldearlo al universo de Star Wars. En vez de Ogame y Daigoro. aquí tenemos al Mando y una de las criaturas más tiernas que podrían haber creado, afrontando diversas aventuras mientras se topan con grandes peligros.

Además, y pese a que la idea de "Baby Yoda" nos lleva de regreso a uno de los personajes más populares de la franquicia, a lo largo de todos los episodios, en esta serie también se las han ingeniado para ir contra las expectativas, poniendo sobre el tapete que existen muchas cosas que desconocemos aún y que pueden ser utilizadas para crear algo nuevo.

Sí, en ese camino existe el peligro de quedarse estancados en el reciclaje,  pero The Mandalorian lo evade con ingenio al no caer en temas recurrentes. El ejemplo más destacado radica en el hecho de que la pequeña criatura no es un mero sinónimo del lado luminoso de la fuerza, ya que se ha visto que puede actuar de otras formas inesperadas, y el sentido de aventura que se abre a su paso para explorarlo es bastante llamativo, especialmente en un entorno post-Retorno del Jedi.

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La interacción entre ambos personajes se sella de gran forma con los sucesos del octavo episodio, adhiriendo esta misión del Mando al propio código que debe seguir. Ahí está el corazón de la serie y el por qué funciona tan bien una escena en la que todo parece perdido y entra en acción el poder del niño.

Pero más allá de los protagonistas, es notable como los personajes secundarios también le bombean vida. Algunos, como la rebelde Cara (Gina Carano) lo concretan con menos carisma, mientras que el androide IG-11, pese a ser un ente metálico programado, termina con un gran rol que le suma un sentido un poco más profundo a la travesía.

Volviendo a las preguntas iniciales, todo aquello resulta en The Mandalorian porque existe una visión y tanto Favreau como Dave Filoni, quien previamente trabajó en las series animadas de Clone Wars y Rebels, entienden a Star Wars de la mejor forma que se puede entender en esas antipodas que en el pasado eran denominadas como el "universo expandido".

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Tomen como ejemplo final lo que pasa en los últimos momentos del episodio, ya que aparece un arma que de seguro hará remecer a los fans más hardcore de la franquicia, quienes sabrán de inmediato lo que es, pero también implica a una invitación. Por un lado genera múltiples interrogantes para el canon, y los fans se armarán múltiples teorías en la cabeza, pero también invita a que muchos busquen las respuestas ya existentes en las series animadas en cuestión.

Ese doble juego es lo mejor que se puede hacer con Star Wars, ya que es una maquinaría tan grande, y cuenta con una mitología tan rica, que siempre habrá espacio para rescatar elementos menores que parecían perdidos en aquellas series que en el pasado solo eran un complemento. O que eran una mera línea en una cortina de créditos iniciales, como bien pasaba con Rogue One.

Obvio que siempre estará la predominancia de las historias de la pantalla grande, pues es ahí en donde nació la saga, pero también una serie live-action como el Mandalorian saca partido a la posibilidad de fundir a todos los mundos que conforman a esta franquicia.

Y quizás por eso, en mi caso, lo que quiero de Star Wars es precisamente algo como The Mandalorian. Que toma lo ya existente para crear su propia ruta, que se abre a expandir lo ya hecho. Y ese es el camino.

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