Los juegos de la serie Tiny Epic siempre han sido engañadores. Son juegos que a pesar de venir en una caja pequeña, ofrecen un nivel de complejidad un poco más alto que el de un juego de cartas, que son los que acostumbran venir en estos envases. La premisa siempre ha sido tratar de empacar la mayor cantidad de juego en la menor cantidad de espacio posible.
Y siguiendo esa lógica, Tiny Epic Quest, la última odisea de Scott Almes y Gamelyn Games es quizás el más engañador de todos, tanto por la cantidad de elementos que posee, como por la cantidad de espacio que termina utilizando en la mesa. Este no es un juego para llevar a la playa a pesar de ser transportable, sino que está pensado para disfrutarlo en una mesa, bien iluminada y jugarlo dos o tres veces de una pasada.
Tiny Epic Quest es un juego de aventuras para hasta 4 jugadores y su inspiración en los videojuegos clásicos como Final Fantasy o La Leyenda de Zelda es más que evidente. El el juego tomaremos turnos para visitar templos, santuarios, castillos y derrotar goblins para ganar puntos y así lograr ser el mejor aventurero del reino.
Y es que lo primero que llama la atención del juego es como se ve. El nivel de producción de Tiny Epic Quest es el mejor que ha tenido la serie. Y eso se nota cuando ves las ilustraciones de sus cartas pero también a los personajes que utilizarás en la partida.
Los peones del juego utilizan un nuevo sistema de diseño llamado ITEMeeple, lo cual significa que estos pueden portar un item diferente en cada uno de sus pequeños e imaginarios brazos. Una decisión que no es solo estética sino que también tiene una función muy específica dentro del juego. Es una idea muy inteligente para hacer que un juego, que básicamente es un montón de cartas con piezas de plástico encima, se sienta como una aventura.
Ya sabemos que el juego entra por la vista, pero lo más importante de todo es ¿Será entretenido?
Tiny Epic Quest se juega en cinco turnos divididos en dos fases cada uno: una de día y otra de noche. Y una de las gracias del juego es que, independiente del turno, todos participan de la acción.
Durante el día, nuestros héroes se moverán a través de 17 cartas de terreno que son dispuestas de manera aleatoria en la mesa. En cada turno, el jugador iniciar deberá escoger entre uno de cinco tipos de movimientos diferentes, moviendo uno de sus tres meeples disponibles a la posición que quiera. Hay movimientos horizontales, verticales, diagonales, pero la gracia es que el movimiento que escoja el jugador será realizado por cada uno de los jugadores en la mesa.
Luego será turno de cada jugador hasta que se hayan escogido cuatro de las cinco cartas de movimiento disponibles. Así, cada persona habrá acabado la fase de día con cuatro movimientos y listos para enfrentar la noche. Al moverse durante el día uno busca dos cosas: cumplir misiones y preparar aventuras.
Las misiones son sacadas al azar en cada partida y te pueden pedir que tus personajes estén alineados de cierta manera en el mapa, o bien, que explores algún templo para obtener un objeto preciado. Este es quizás el único aspecto de competencia dentro del juego, ya que cada persona tratará de superar cada misión antes que el resto. Pero también puede ser que cada jugador vaya por una misión diferente, lo que ocurre sobre todo cuando juegas con 2 o 3 personas. De esta forma, la experiencia se vuelve más un puzzle que una competencia, por lo que se vuelve ideal para quienes no gustan de demasiadas confrontaciones.
Dependiendo de los espacios en los que caigamos, serán las cosas que haremos en la noche. Podemos explorar templos para sacar tesoros, ir a los santuarios para aprender magia o luchar contra los goblins.
¿Y cómo haremos todas estas cosas? Fácil, con dados. Y al igual que en al fase de día, lo que ocurra en cada uno de los turnos de nuestros rivales impactará lo que nos pase en el juego. Esto porque los resultados de cada tirada de dados afectas a todos los jugadores de manera simultánea. Si un dado dice que debes atacar a un enemigo, todos los que estén en posición de hacerlo ejecutarán la acción. Pero también el daño recibido se repartirá entre todos los jugadores, y si tu salud llega a 0, pierdes todo lo que pudiste haber ganado esa noche.
La fase nocturna es una fase de riesgo y suerte, de qué tan lejos estoy dispuesto a avanzar para cumplir todas mis misiones. Cada vez que te toca lanzar los dados puedes optar a retirarte al castillo, lo que te ayuda a recuperar vida y energía, pero te deja más lejos de ganar las recompensas. Por otro lado, lanzar los dados significa que tu próxima oportunidad para devolverte al castillo ocurrirá cuando haya pasado otra ronda más de dados lanzados, y como ya todos sabemos, no hay que confiar en ellos.
Pasas por esta rutina cinco veces, cuentas tus puntos dependiendo de las quests realizadas, los goblins derrotados y los hechizos aprendidos y el con más puntos, gana.
Tiny Epic Quest es muy sencillo en cuanto a sus estrategias, lo cual lo hace una experiencia más bien ligera, pero que lo compensa con lo muy bien diseñados que están sus componentes. Quizás el único problema que le veo es que muchos de los objetos que están disponibles para equipar a tus personajes, que tienen grandes habilidades, simplemente dependen del azar para ver si los puedes adquirir o no. Un sistema de compra al final de cada turno, por ejemplo, no habría estado para nada de mal y así haber hecho la experiencia algo más estratégica y que cada partida no dependa solo de las cartas que aparecen.
De todas formas, se trata de un título liviano, colorido, familiar y sobre todo, una forma bastante sencilla de recordar lo que eran esas aventuras ochenteras. Un juego corto y entretenido en donde la atención se mantiene durante todo el tiempo y tiene tan pocas reglas que es ideal incluso para quienes no son adictos a los juegos de mesa. Por ahora no está disponible en español, pero si la barrera del idioma no es un problema, Tiny Epic Quest es sin duda el mejor de la serie y un gran juego de entrada que como siempre, te terminará haciendo odiar a esos dados que nunca sacan lo que necesitas.