Review | Un Príncipe en Nueva York 2, una secuela sin filo que al menos saca partido a Zamunda

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Akeem está de regreso en una secuela que toca varias teclas del original, pero al menos hace lo suficiente para no ser un mero cover.


Cuando se concreta el lanzamiento de una secuela después de décadas del estreno de la obra original, en los últimos años se ha instalado una gran tendencia recargada de nostalgia. De ahí que es habitual toparse con películas que son remake, reinicio y secuela a la vez. Una reimekuela que no es ni chicha ni limonada.

Coming To America 2, más conocida por este lado del mundo como Un príncipe en Nueva York 2, es una secuela que arrastra el peso del original y está plagada de guiños familiares sobre esa película, pero al menos no termina siendo un mero cover más allá de que su propuesta surja desde un territorio conocido.

Más de 20 años después de los sucesos vistos previamente, ahora nos encontramos con un príncipe Akeem (Eddie Murphy) que está a punto de convertirse en rey, ya que su viejo padre - Jaffe Joffer (James Earl Jones) - se encuentra en sus últimos días. Se acerca el fin de su reinado.

El problema, al menos para las costumbres de Zamunda, radica en el hecho de que el heredero solo ha tenido hijas, por lo que el futuro del país está en riesgo. Peor aún, la presión del General Izzi (Wesley Snipes), líder de una nación rival llamada Nextdoria, podría dar pie a una boda arreglada que defina el futuro de la corona. No solo eso, Akeem podría ser asesinado en solo cuestión de semanas, ya que es visto como alguien débil.

En ese escenario, el rey y Semmi (Arsenio Hall) revelan una situación que el príncipe desconocía. En su primer viaje a Estados Unidos, el que vimos en la primera película, tuvo una relación sexual que no recuerda cortesía de las tretas de Sammi y la marihuana (No le den muchas vueltas, ya que es algo que no tiene sentido). De ahí que Akeem tiene a un hijo bastardo llamado Lavelle (Jermaine Fowler) al que debe contactar.

Con esa base de historia, era fácil que el resultado final estuviese centrado nuevamente en cómo el príncipe se traslada a Nueva York y vive múltiples aventuras en esa ciudad para dar con el hijo en cuestión. Pero los realizadores, encabezados por el director Craig Brewer, resuelven todo eso rápidamente y dan vuelta la tortilla.

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Cambiando las cosas en contraste al original, esta secuela entrega una historia que se desenvuelve mayormente en Zamunda, un lugar que que realmente tuvo poco foco en la película de 1988. Ahora, de la mano del espectacular trabajo de vestuario de Ruth E. Carter, ganadora del Oscar por Black Panther, y la novedad de los escenarios de este paraíso africano, la secuela tiene un desenvolvimiento visual que al menos paga el mes de suscripción. Ahí está su gran gracia.

Quizás más importante es que es en medio de Zamunda en donde están los mejores momentos de Un príncipe en Nueva York 2. El choque cultural de Lavelle y su madre (Leslie Jones) son el reino africano da pie a varios momentos graciosos que evocan a lo que tuvo que vivir Akeem en América, pero dándole un giro.

También hay una serie de situaciones que este hijo bastardo debe conocer, pues debe demostrar conocimiento, prestancia y valor para ratificarse como príncipe. No podrá probarse la corona así como así, pese a que eso le dará el acceso a una boda arreglada con la espectacular hija del general.

A otro lado, la hija mayor de Akeem (KiKi Layne) se preparó toda su vida para el trono, por lo que constantemente choca con su padre que prometió cambios, pero sigue manteniendo los errores patriarcales del ayer. Inclusive, el ahora rey consideró que su hija tuviese una boda arreglada, a pesar de que él hizo todo lo que estuvo a su alcance para casarse por amor.

Es ese choque sociocultural, y el contraste con lo que sucedió en la primera película, permiten que esta secuela se valga por si misma. Pero de todas formas la secuela toca demasiadas teclas del original, ya que inevitablemente surge una historia de amor y Lavelle se da cuenta que no puede casarse con alguien que no ama.

Además hay cameos de múltiples personajes de la primera película, está la inevitable aparición de las hamburguesas McDowell’s y los barberos e inclusive hay escenas que se repiten. Una de ellas incluye a Eddie Murphy y Arsenio Hall sometiéndose a un proceso de rejuvenecimiento digital que es mejor que el de varios blockbusters realizados aún más dinero.

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En la búsqueda de un balance para evocar lo viejo, esta secuela choca de frente con el que quizás es su gran problema: varias de sus escenas cómicas no resultan del todo. Aquello probablemente se explica por el tono de la secuela y la forma en que se siente más amarrada que el original.

Es llamativo que Un príncipe en Nueva York 2, especialmente en lo que concierne a su lenguaje, ponga el pie en el freno y utilice un humor sanitizado que no está al nivel de lo que hizo el propio Eddie Murphy en los ochentas. Claro que siendo justos, el original tuvo una clasificación cinematográfica categoría R en Estados Unidos.

A pesar de que las situaciones ligadas a la entrega de su humor son las que terminan dando pie a un resultado final que no es del todo satisfactorio, esta película no cae al fondo. A diferencia de un montón de otras secuelas que también se impulsan con nostalgia, al menos esta tiene el corazón ubicado en el lugar correcto gracias al carisma de sus actores y la forma en que los personajes interactúan.

Es eso lo que evita que esta sea una secuela indigna y su propuesta logre cobrar sentido antes de los créditos, una vez que Akeem lograr abrir realmente los ojos. Quizás más notable aún, que uno pueda disfrutar de cada momento de Wesley Snipes dándolo todo en pantalla, ya que su personaje es lejos lo mejor de la película, o que Eddie Murphy siga exorcizando a su era de bodrios. Pero a lo larga esta secuela de todas formas queda más como una pequeña nota al pie de página en contraste al original.

Un Príncipe en Nueva York 2 ya se encuentra en Amazon Prime Video.

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