Quizás la característica más relevante de Westworld sea su decisión de no dar por sentada a su audiencia, avanzando narrativamente con una audacia que no está en las series más populares. Esa máxima la concreta con prestancia, cruzando senderos que plantean grandes interrogantes relacionadas al propio vacío existencial de sus personajes, sin ponerse barreras a lo que el concepto de su historia puede entregar.
Esa es su principal característica, su principal fortaleza y, probablemente, la razón por la que no tenga índices de audiencia al nivel de los hits de la televisión de Estados Unidos. Lo bueno es que aquello da lo mismo, especialmente por cómo el mensaje codificado de esta serie evoluciona en el primer episodio de su regreso a las pantallas de HBO.
Puede que en primera instancia se piense que gran parte de las cartas ya están sobre la mesa, en base a lo que ansían sus principales personajes, pero el inicio de su segunda temporada se da con una reflexión aferrada al corazón de su propuesta: ¿Qué es real en los seres sintéticos? ¿Aquello que es irreemplazable? ¿O nuestras primeras preguntas solo buscan esconder el temor hacia los alcances a lo que puede llegar una inteligencia artificial que ha ganado conciencia de si misma?
Lo siguiente, tal como reveló el video con el que sus creadores trollearon a su audiencia ansiosa de spoilers, da pie a la presentación de Bernard, en una playa, completamente desorientado, sin saber cómo llegó ahí ni menos qué circunstancias se llevaron a cabo para que, frente a sus ojos, los robóticos anfitriones sean despachados por un escuadrón militarizado que llegó a las tierras de Westworld.
Sin entrar en spoilers, los creadores de la serie, Jonathan Nolan y Lisa Joy, mantienen las claves de la temporada anterior, sin olvidarse de las grandes interrogantes previas, pero canalizando el relato hacia nuevas dudas que expanden la conciencia sobre lo que hay en este parque.
De hecho, tras la masacre que cerró la temporada anterior, el primer episodio abre diversos frentes que siguen jugando con la línea temporal del relato, centrándose tanto en lo que sucede inmediatamente después de que Ford recibió el disparo, así como con lo que pasa dos semanas después.
El resto sigue la guía de abrir una nueva narrativa, un nuevo sendero que abrió Ford y que gesta nuevas interrogantes tanto o más intrigantes que los de la temporada anterior. En el camino se da un juego que quitó las barreras que protegían a los humanos, pero entramando nuevos misterios, nuevos elementos codificados y nuevas situaciones aparentemente sin respuesta.
La gracia de Westworld es que lo pesado de su relato, lo duro que se vuelve la experiencia de intentar decodificar lo que nos están diciendo, se teje de una forma que invita a entrar en el juego, sumarse a esta experiencia en donde las respuestas no están entregadas en bandeja y explorar nuevos senderos en la ciencia ficción.
Esa invitación sigue presenta en esta segunda temporada, que levanta las armas ante la opresión, dejar atrás las cadenas de los hombres poderosos y con dinero, en una búsqueda sin concesiones por una identidad. Siempre teniendo en claro que la historia comienza y termina con Dolores y Teddy.
Westworld tiene claro lo que es, no pervierte lo que ya fue en su temporada inicial y abre nuevas rutas, tanto entre las relaciones entre los anfitriones que dejaron atrás la memoria programada como en lo que respecta a lo que representan los personajes clave de esta historia. Que no pierda esa identidad en la segunda temporada, que para muchas otras series se transforma en una barrera no menor, es sumamente valioso.
Y si esta nueva tanda de capítulos tiene por nombre clave "la puerta", no queda otra sino esperar por deleitarse con el sendero que comienza a verse por el cerrojo de este nuevo capítulo.
Westworld vuelve este domingo 22 de abril en HBO.
https://www.youtube.com/watch?v=fYaR2Xu2SG8