Cuentan que primero fue ofrecido a la "U". Pero, por entonces, el DT azul, Manuel Pellegrini, que visualizaba desatenciones fundamentalmente en la zona posterior, desechó la opción y priorizó la llegada del meta, también de Huracán, Héctor Georgetti.
Meses después, Arturo Salah, maestro del "Ingeniero", vio en ese joven trasandino de 21 años y peinado tipo Gustavo Cerati el atacante ideal, rápido y de fácil gambeta, para completar su plantel. Marcelo Pablo Barticciotto, así, se vistió de blanco y negro y comenzó un romance con el que, pronto, se transformó en el cuadro de sus amores.
El inicio, sin embargo, estuvo lejos de ser el soñado. La adaptación, pese a la buena acogida del equipo, como él mismo admitió, fue complicada. Una depresión lo acechaba. Quería irse: extrañaba. La insistencia y, más bien, la confianza que Salah había depositado en él fue clave para su permanencia. Tres años después, autor de un gol inolvidable en la final anticipada de la única Copa Libertadores que ganó un club nacional, el "Barti" se inscribió con letras doradas para no salir más de la historia colocolina.
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Pero romperla en la cancha parece no haberle bastado. Una década posterior a su arribo, absolutamente idolatrado en el conjunto albo, el blondo delantero se animó a tirar paredes en otro tipo de escenario.
Keko Yunge, cantante nacional y amigo cercano del trasandino, le ofreció incursionar en la música, participando en la canción "Ya nada es importante". Confeso seguidor de Soda Stereo y Pink Floyd, el artillero, entonces, se sumó al proyecto buscando replicar el éxito, aunque esta vez lejos del campo de juego.
No se detuvo ahí: de cara a su presentación en el Festival de Viña del Mar 1999, Yunge le pidió a Barticciotto sumarse durante la interpretación de su "hit".
"Se había grabado el tema y Keko me dice '¿hay alguna posibilidad de que vayas a cantar el tema?, me lo está diciendo el sello, la gente de la organización'", recordaba el "7" albo en una entrevista, años después.
Ante la insistencia del artista, finalmente el "Barti" aceptó la propuesta. Pero, recuerda, rápidamente se arrepintió. "Faltaban dos semanas y los nervios empezaron como una bolita de nieve, '¿para qué dije que sí?' me quería escapar".
En la jornada inaugural de la cuadrigésima versión del festival de festivales, Keko Yunge compartió parrilla junto a Enrique Iglesias y El Símbolo, entre otros. La presentación, para entonces, estaba totalmente planificada: el cantante no anunciaría al jugador, sería una total sorpresa. Tras la primera parte del tema, Barticciotto ingresaría para acompañarlo y cantar su verso.
En el público se podían apreciar a sus compañeros Marcelo Espina y Claudio Arbiza, además de otros ilustres, como un joven Nicolás Massú. "Sin ti, me falta el aire", cerró, de pronto, Keko Yunge. El fin de la frase y un compás instrumental anunciaban el esperado debut de Marcelo Pablo en la Quinta Vergara.
Aún con su pelo largo y completamente de negro, de camisa, pantalón de tela y sandalias, look acorde a la época, segundos después, Barticciotto entró al escenario viñamarino en medio de gritos ensordecedores.
Tomó asiento raudamente y comenzó una interpretación que, hasta su término, armonizó con los vítores que generaba su figura, pese a que distaba un tanto de su talento sobre el gramado.
"Cuando salgo al escenario, no escuchaba. No se veía tampoco, por el tema de las luces. No sé cómo entré, pero entré justo cuando tenía que cantar. Con unos nervios que ni te explico. Pero después la sensación fue espectacular", rememora el argentino.
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"Quiero decirles que esta noche hay sólo una camiseta: la de este país que quiero mucho", reflexionó, entre aplausos, Barticciotto. Su actuación sobre el escenario más importante del país marcó un hito: ese 10 de febrero de 1999, fue el primer deportista en enfrentarse al monstruo.
Debut y despedida, sin embargo. Tras el éxito de "Ya nada es importante", y su presentación en Viña, el ídolo de Colo Colo se retiró de los escenarios. Amenazó, eso sí, con estrenar un nuevo disco en el programa No te olvides de la canción (2012), de Rafael Araneda. Pero finalmente se quedó en eso, por lo que en el recuerdo solo nos queda ese coro.
Sabes, ya nada es importante.
Si tú no estás aquí, ya nada es importante.