Cuándo Netflix comenzó a abandonar hace 10 años el negocio del arriendo de DVD y se convirtió en una compañía de streaming de videos, muchos vieron en la compañía la oportunidad para decirle adiós de una buena vez a la TV por cable. Por una fracción del precio que pagamos mensualmente para acceder a una parrilla de canales, Internet nos daba acceso a miles de series y películas que podíamos ver cuando quisiéramos, donde quisiéramos y las veces que quisiéramos.
Al comienzo, es cierto, la oferta era bastante pobre, pero con el tiempo, la compañía se volvió un gigante que no solo se encargaba de traernos temporadas completas de las series más populares, sino que también comenzó a crear su propio contenido.
Pero paralelo a Netflix, comenzaron a llegar otros servicios que tenían la misma idea: contenido on demand, de libre acceso y directo a tu TV, celular o tablet. Agregando un par de estos servicios, la oferta seguía siendo más barata que el cable, pero con más variedad, incluyendo incluso eventos en vivo transmitidos en HD. Empezamos de a poco a encontrar nichos: si nos gustaba la lucha libre, estaba la WWE Network. Para el anime, Crunchyroll. Incluso para el fútbol chileno, Estadio CDF.
De pronto, nuestras cuentas de la tarjeta de crédito comenzaban a abultarse sin darnos cuenta. Para los desordenados, que somos la mayoría, los pagos del streaming son muchas veces pagos fantasmas por el simple hecho de no llegar en un sobre cada mes a la casa.
Y esta situación está a punto de empeorar, ya que las compañías se están dando cuenta de que ellas mismas pueden hacer sus propias aplicaciones y ofrecer un contrato directo con el televidente. Si antes era el proveedor de cable quien negociaba por nosotros para contar con los canales en nuestra parrilla, las aplicaciones de internet nos comenzarán a obligar a generar contratos con cada una de las compañías a las que queremos seguir. Se nos promete tener más control, pero a cambio tendremos menos dinero.
Un ejemplo de esto es lo que está pasando con Disney, quien esta semana anunció que no renovará su contrato de contenidos con Netflix para lanzar, en el 2019 -al menos en Estados Unidos-, su propio sistema de video on demand, que requerirá, obviamente, pagar más para acceder a tanto sus series como las películas de todas las franquicias de las que son dueños, como el Universo Cinematográfico de Marvel y Star Wars.
Y es evidente que pronto serán más los estudios y dueños del contenido que tomarán esta ruta. Y Netflix lo sabe hace rato. Por algo han puesto tanto énfasis en su contenido propio, para generar un vínculo y una dependencia que haga que la gente necesite seguir suscrita aun cuando algún día se vayan Star Wars, Bob Esponja o Friends. Amazon ha estado haciendo lo mismo. El problema para los usuarios es que mientras de más productos dependamos, más insostenible será el pago a fin de mes.
Veamos el ejemplo de la imagen de portada. Seis servicios de streaming que uno puede decir, hoy cubren gran parte de los intereses de alguien que quizás quiera dejar de tener un proveedor de cable. Para contar con esos 6 servicios, el precio es de aproximadamente 55 dólares mensuales, unos 38 mil pesos chilenos. Es cierto que gran parte de ese precio se puede alivianar compartiendo las cuentas con amigos o familiares, en el caso de que tengan pantallas simultáneas, pero al final se convierte en un problema más que en una solución.
Y todo este mar de aplicaciones de streaming es en gran parte culpa de los mismos usuarios, quienes se amarran con suscripciones anuales solo para seguir un par de series. Mientras el público se siga suscribiendo a Netflix solo por ver Stranger Things y House of Cards, mientras paguemos por Amazon Prime por la comodidad de tener a Seinfeld en uno solo sitio, obviamente los creadores de contenido van a querer independizarse y llevarse una tajada más grande de la torta.
A HBO ya le resultó con el lanzamiento de HBO GO, que todos sabemos que en realidad debería llamarse HBO GOT. Y al final esto es como un gimnasio: terminada Game of Thrones, la gente que efectivamente dejará de pagar será mucho menos a los que por comodidad u olvido, seguirán dejando que su tarjeta de crédito les chupe el saldo.
Lo divertido de todo esto es que quien más saldrá ganando en el futuro serán las mismas compañías de las que estábamos intentando escapar al principio: las compañías de cable, pues al final los sitios de streaming están llegando a tener los mismos vicios que uno le criticaba al cable: "¿Para qué pagar tanto si con suerte veo 5 canales?". Bueno, te cuento que estás haciendo lo mismo con tus aplicaciones.
Y esa es quizás la conclusión más triste de todas, porque es evidente que amamos al streaming tanto como a una sesión de Netflix and Chill: nos da la libertad de ver las cosas cuando queramos, al ritmo que queramos y hasta en un celular conectado a internet. Pero han sido nuestros malos hábitos y nuestro fanatismo el que ha dado pie a que todos quieran subirse a un bote cuya entrada está cada vez más cara. Porque no es que queramos más aplicaciones porque no nos guste el contenido, sino que sabemos que tarde o temprano ofrecerán algo tan irresistible que no nos quedará otra que agregarlas a nuestra ya interminable lista de cobros mensuales.