Una corte de Osaka, Japón, acaba de realizar un fallo judicial que se ha convertido en una sentencia de muerte para todos quienes quieran practicar el arte del tatuaje en el territorio japonés. Se trata de la resolución del caso de Taiki Masuda, a quien en el año 2015 se le arrestó y obligó a pagar una multa por el simple hecho de tener un estudio de tatuajes.
A Masuda se le acusaba de realizar una práctica médica sin licencia, esto porque desde el año 2001, el Ministerio de Salud de aquel país clasificó a los tatuajes como un procedimiento médico, dado que la actividad involucra el uso de agujas y de inyecciones de sustancias -tinta en este caso-. Una trampa legal diseñada perfectamente por el gobierno, dado que si manteniendo a los tatuajes como una actividad legal, actualmente el ministerio de salud no entrega licencias para tatuadores a los facultativos médicos, dejando a la actividad en un limbo legal, donde tatuar es permitido pero sólo para un grupo que en realidad nunca estudió la actividad.
En vez de pagar su multa, Masuda desafió a la autoridad y demandó de vuelta a la policía, señalando que no podían multarlo ya que lo que él hacía era un arte y no un procedimiento médico. Dos años después, el tribunal terminó determinando que la ley era más fuerte y que, básicamente, solo los doctores pueden tatuar, lo que es una prohibición de facto.
Pero ¿de dónde viene este rechazo de parte de la sociedad japonesa a los tatuajes? Las explicaciones se remontan a varios siglos atrás, cuando los tatuajes comenzaron a ser usados como castigos por crímenes cometidos, por lo que estas marcas indelebles dejaban a los criminales identificables para siempre. Obviamente esa costumbre terminó, pero la reputación de los tatuajes se mantuvo.
La marca de los tatuajes no fue elegida al azar, sino que porque significaba una gran deshonra al cuerpo, y por sobre todo, una deshonra a tus padres, quienes son los que te entregaron el cuerpo en el que vives.
El rechazo de los tatuajes en la sociedad japonesa es tan grande que no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que estos se volvieron legales. Pero una cosa es ser legal y la otra es ser aceptado. Y claramente para los grupos más conservadores del país, el arte de pintar tu cuerpo no era aceptable para una cultura que admira la pureza. Es por eso que la escena tatuadora se mantuvo durante mucho tiempo como una costumbre under y que luego sería adoptada por la mafia Yakuza como una forma de identificarse pero también, de desafío a la sociedad.
Y claramente esta asociación entre el mundo criminal y los tatuajes no sirvió de mucho para mejorar su popularidad. Si bien, gracias a la globalización Japón ha debido aceptar que muchos visitantes, por ejemplo, lleguen al país con sus cuerpos dibujados, hay varios sitios que aun no permiten la entrada de gente con tatuajes, como algunos hoteles, gimnasios y los clásicos baños públicos u onsen, donde la gente comparte un sitio completamente desnuda. En ciudades más turísticas como Tokyo las reglas claramente se han ido adaptando, pero en el Japón profundo, lucir tatuajes sigue siendo una muy mala costumbre por la que incluso pueden prohibir la entrada a un sitio.
Algo que claramente no mejorará cuando las autoridades tomen esta resolución como precedente para seguir en guerra contra esta costumbre. Por lo pronto, Masuda fue condenado a pagar 1.300 dólares aunque la decisión todavía es apelable. Pero de todas formas, eso no impedirá siga con su cruzada para tratar de abrir la mente de Japón y de lograr de que su actividad sea considerada un arte y que no tenga que pasar por la escuela de medicina para poder mostrarle sus diseños al mundo.