La última imagen de The Undertaker, tras perder ante Roman Reigns en el evento principal de Wrestlemania 33, impactó tanto o más que su primera derrota en el evento ante Brock Lesnar. Claro, la racha ya se había terminado, pero su actuar en esa noche en Orlando fue sinónimo de despedida.
Su gorro y su gabardina quedaron sobre el cuadrilátero, como señal de que eso era todo. Y por mucho que la idea de vendernos "un nuevo perro dueño de la yarda" molestaba, por la forma en que Roman Reigns ha sido impulsado, su despliegue sobre el ring nos dejaba en claro que ya era hora de decir adiós.
De hecho, ese evento principal fue la muestra inequívoca de que había que despedirse. Más allá de la negativa de la WWE para convertir en un villano de tomo y lomo a Reigns, lo que le restó aún más puntos a una pelea difícil de ver, lo importante durante esa jornada fue cómo el luchador más querido y respetado de la historia tuvo un homenaje luego de que sonó la campana.
Fue un momento agridulce, pero multitudinario, entregado por el universo de fans y estrellas de la WWE hacia el hombre muerto.
Pero decirle adiós a The Undertaker no es fácil, ya que representa el último eslabón de una época que hace rato ya fue. Y en la WWE se siguen aferrando con uñas y dientes a la posibilidad de que nuevamente suenen las campanadas en el evento más importante de la compañía.
Pero su eventual enfrentamiento ante John Cena en Wrestlemania 34 ha tenido una ruta de historia absolutamente decepcionante. Claro, el factor principal fueron los hechos que marcaron a la derrota contra Roman Reigns, y la idea de que su historia ya terminó, pero Vince McMahon ordenó a los escritores de la WWE no amarrar la pelea con anticipación. Su llamado fue no alimentar su rivalidad con confrontaciones "gratis" en RAW. Como el público estaría enganchado con su eventual aparición, el jefe de la compañía llegó a la conclusión de que los réditos se sacarán solo mostrándolo en el evento. Y eso ha quedado claro en cómo han armado esta historia.
Pero esa mirada, que apunta más al bolsillo que a otra cosa, merma a la propia confrontación y le quita puntos a la idea de que realmente importe la pelea. Todos tienen claro que The Undertaker sí aparecerá, que John Cena no se quedará como un mero fanático mirando la acción desde primera fila y que sea como sea se verán las caras, ya sea en una pelea o un segmento. Aunque, pensándolo bien, eso sería aún peor.
De ahí que el juego narrativo de vender una duda que nunca lo ha sido, no fue el mejor camino para armar el enfrentamiento entre dos luchadores que solo se han enfrentado en un PPV (En lo que fue Vengeance 2003) y que solo registran cinco, sí, solo cinco combates en su historia. Ese era el mejor impulsor de su enfrentamiento, que sin duda es un dream match en lo que concierne al legado de la WWE.
Por mucho tiempo, cuando el hombre muerto mantenía su invicto en Wrestlemania, y John Cena era la cara de la WWE, se especuló sobre un combate entre ambos, pero eso nunca pasó. En el tintero, solo quedaron esas cinco luchas sin mucha relevancia, con dos triunfos para cada uno y un pelea que quedó empatada en un RAW.
A la larga nos quedamos con John Cena hablándole al aire, clamando por una pelea, insultando a su rival y dejando en claro su decepción por no conseguir que el hombre, no la leyenda, respondiese su reto. Y el resultado de eso fue una pelea no anunciada, con el único objetivo de resguardar a The Undertaker hasta la noche de Wrestlemania, lo que perdió bastante sentido al considerar que el enterrador apareció en el RAW de conmemoración de los 25 años del programa.
Si querían vendernos esta historia, que de todas formas hubiese sido decepcionante, nunca debieron haber dado luz verde a su presencia en ese show. El resto ha sido solo relleno, ya que más valioso habría sido que The Undertaker y John Cena hubiesen tenido una rivalidad de verdad bajo la idea de que aún queda un último duelo antes de que el sol se ponga.