Una nueva y trágica historia vuelve a vincular a la violencia con los videojuegos, luego de que una niña de 13 años muriera de un disparo en la cabeza, proporcionado por su hermano de 9 años, gatillado por una pelea sobre quien podía usar el control de una consola.
El niño, tomó una pistola cuyo origen aun no está determinado y le disparó por la espalda a su hermana quien no quería pasarle el control del videojuego que estaba disfrutando. La bala llegó directamente al cerebro, y tras ser llevada al hospital de Niños de Memphis, Tennessee, finalmente falleció en el recinto.
Evidentemente los medios conservadores están tratando de vincular, cómo sea, a los videojuegos como culpables de esta tragedia, postura que como ya sabemos, Donald Trump comparte a cabalidad. Pero claramente lo central del asunto está en saber cómo es que un niño de 9 años tiene acceso a una pistola que puede manipular tan libremente. La pistola claramente no era de él, suponemos, pero si de alguno de sus padres, quienes seguramente y tal como defienden instituciones como la NRA, pensaron que tener un arma en la casa sería sinónimo de seguridad y defensa contra los peligros.
Pero como tarde o temprano todas las armas nos demuestran, finalmente terminan convirtiéndose en el peligro sin escalas dentro del hogar.