En los últimos días hemos visto en televisión cómo Nueva Zelanda se convirtió en un oasis en medio de un mundo que continúa sus esfuerzos frente a la pandemia del coronavirus. El país oceánico declaró completamente superada la emergencia sanitaria (ver nota) y le dio un ejemplo a buena parte del planeta sobre cómo abordar el virus que nació a fines del año pasado en un mercado de Wuhan, en China. Ahora Auckland -la ciudad más grande de ese país- limitó la velocidad máxima en ciudad a 30 km/h (antes era de 50 km/h), buscando proteger a usuarios vulnerables, como peatones, ciclistas y usuarios de scooters.
“Seguimos la filosofía de transporte Vision Zero, la que pone en relieve la seguridad humana sobre otros conceptos menores como el ahorro de tiempo”, explica el experto en transporte de ese país, Bryan Sherritt. “Establecer seguridad y velocidades que puedan hacer sobrevivir a una víctima en nuestras calles, es la manera más rápida y efectiva para reducir las muertes y los heridos de gravedad”, agregó.
Nueva Zelanda está inmersa en un plan que se trazó desde 2018 y hasta 2028 de reducir significativamente las muertes por siniestros viales, y este es solo un paso más, declara Sherritt.
Si es que esta medida tendrá efectos en la práctica, en Auckland ya nadie lo discute. En 2008, la avenida Queen Street redujo de 50 km/h a 30 km/h la velocidad máxima, lo que se tradujo en una caída de la accidentabilidad del 39,8% una década después.