Un día inolvidable. Los más fanáticos lo deben recordar como si hubiese sido hace solo un par de años, sin embargo, hoy se cumplen 25 años desde el día en que Michael Schumacher ganó su primer Gran Premio de Fórmula 1 junto a Ferrari.
El alemán experimentaba en 1996 su primera temporada con el Cavallino. Había llegado a Italia con dos títulos del mundo de F1 en su equipaje y cargaba con el peso de levantar a un equipo llevaba demasiados años sin festejar: el último campeón de la Scuderia había sido el sudafricano Jody Scheckter en 1979, mientras que como constructores el último campeonato se había conseguido en 1983.
Eran demasiados años de lugares secundarios para Ferrari, con apenas dos triunfos en Grandes Premios en las últimas cinco temporadas. Pero, aunque 1996 tampoco sería el año para poner fin a la maldición, sí empezaría el verdadero romance de Schumacher con la casa de Maranello.
Y fue precisamente un 2 de junio, hace un cuarto de siglo, el día en que el alemán ofreció un verdadero espectáculo. Bajo la lluvia de Barcelona, el Gran Premio de España vio al “Kaiser” subirse a lo más alto del podio, pese a que llegaba con escasas posibilidades en el papel.
Los verdaderos favoritos eran los monoplazas del equipo Williams. Damon Hill y Jacques Villeneuve acaparaban las preferencias en las apuestas gracias a un dominio casi absoluto en las seis fechas anteriores, con cinco victorias en las primeras seis jornadas. Solo habían dejado escapar el triunfo en un accidentado GP de Mónaco, donde apenas terminaron tres autos (ese día ganó Oliver Panis en el Principado).
Pero Schumacher no bajaba los brazos. Con 27 años y un inicio de temporada complicado, en el que sumaba tres abandonos, dos segundos lugares y una tercera posición, confiaba en dar la sorpresa en el Circuit de Barcelona-Catalunya.
El panorama no era muy auspicioso en los días previos para el germano, de hecho, su compañero de equipo, Eddie Irvine, fue más rápido en las pruebas del día viernes, pese a que tampoco se confiaba por el rendimiento de su monoplaza. “El circuito no es compatible con nuestro auto”, decía el norirlandés.
Esas declaraciones alimentaban aún más el favoritismo hacia los Williams y la duda pasaba más por saber quien ocuparía la tercera plaza, lo que se ratificaba en la clasificación, donde los representantes del equipo británico hacían los dos mejores tiempos. Y Schumacher en tercera posición, casi a un segundo de Hill.
La lluvia que caía en Barcelona obligaba a tomar recaudos. La pista mojada no era lo óptimo y se llegó a evaluar si era mejor arrancar tras el auto de seguridad. Pero al final se optó por una salida tradicional desde cero.
En los primeros metros la sorpresa se instaló de inmediato. Hill perdió terreno y cayó al tercer lugar, siendo superado por su compañero Villeneuve y por el Benetton de Jean Alesi. ¿Y Schumacher? El alemán no tuvo un buen arranque y pasó al noveno lugar, aunque se salvó de los problemas que experimentaron los que venían más atrás, entre ellos su compañero Eddie Irvine, quien abandonó por un accidente antes de la segunda vuelta.
La lluvia volvió a causar problemas rápidamente. Hill se salió en el cuarto giro, lo que permitió a Gerhard Berger (Benetton) pelear por la tercera ubicación con Schumacher, que empezaba a recuperar terreno.
La Ferrari del alemán mostraba solidez, al punto de que le bastaron 12 vueltas para superar a todos los que le antecedían. Y cuando superó a Villeneuve, ya no hubo cómo alcanzarlo y sus rivales solo lo pudieron ver de cerca en la premiación. Era tal la diferencia que marcaba que incluso logró la vuelta rápida en el giro 14, sacándole más de dos segundos a su perseguidor más cercano.
Luego la carrera fue una cátedra. Schumacher parecía ir en piso seco, mientras sus rivales sufrían por permanecer sobre el asfalto. Era tanta distancia que hubo vueltas en que superó por tres segundos a sus perseguidores.
Eso sí, no todo estuvo exento de problemas y cuando estaba sobre la vuelta 20, el alemán empezó a tener algunos inconvenientes con el motor de su F310. “Creo que corrí con un auto con ocho o nueve cilindros, porque noté que tenía mucha menos potencia”, dijo tras la carrera el alemán (según indica el sitio Red Bull), agregando que “en las rectas me faltaban, al menos, 10 km/h”. Pero de todas maneras eso no fue impedimento y solo debió mantener la diferencia, que al final sería de casi 45 segundos sobre Jean Alesi.
Los medios quedaron encandilados con el trabajo de Schumacher ese 2 de junio de 1996 y los adjetivos calificativos que lo ensalzaban se repitieron en muchos países, comenzando algunos a señalarlo como el nuevo “rainmaster” (maestro de la lluvia), apelativo que tenía con propiedad el brasileño Ayrton Senna.
Así fue la primera victoria de Schumacher con Ferrari, de las 72 que conseguiría con los italianos, en un año que terminó viendo campeón a Hill y tercero al germano.
Fue un triunfo que no estaba en los cálculos de nadie, pero que bajo el diluvio de Barcelona dio inicio al romance entre la Scuderia y el alemán, relación que posteriormente se consolidaría con cinco títulos del mundo en forma consecutiva, entre el 2000 y 2004.