A 45 años del rally en que un binomio chileno dijo que fue abducido por un OVNI
En 1978 la dupla de Carlos Acevedo y Miguel Ángel Moya dijo haber entrado en una nave espacial, lo que les permitió llegar antes que todos los otros competidores a pesar de que partieron últimos ese día.
El automovilismo es una fuente inagotable de historias, anécdotas y momentos irrepetibles. Así como el fútbol es mucho más que 22 tipos corriendo tras una pelota, con los autos pasa algo similar y son más que un medio de transporte que mueve de un lugar a un punto B.
Relatos fantásticos encontramos desde que el mismo origen del automóvil, pasando por los significados de los emblemas de fabricantes, por el desarrollo de algunos modelos o por lo que sucede en una competencia. Y una de las historias más insólitas relacionadas con nuestro país ocurrió hace 45 años en una de las carreras más largas que se han disputado y que tuvo como protagonistas no solo un auto y su piloto, sino que un OVNI.
Antes de que cambien de página pensando que esto es una burla, les comentamos que reflotamos la historia a raíz de un recuerdo que hizo el sitio argentino Infobae de esta situación, sitio que publicó hace unos días el relato de una de las situaciones más extrañas que se tenga recuerdo en una competencia.
No es una historia de ciencia ficción. Tampoco un relato fantástico. Es la historia del piloto Carlos Acevedo y su navegante Miguel Ángel Moya, quienes supuestamente fueron abducidos por un OVNI cuando disputaban el rally Vuelta a la América del Sur.
Una larga carrera
El rally Vuelta a la América del Sur surgió en 1978 como una idea del gran campeón Juan Manuel Fangio y Juan Manuel Bordeu. Se hizo con la idea de celebrar los 30 años del Gran Premio de la América del Sur del Turismo Carretera, evento que se recuerda como la Buenos Aires-Caracas y que constaba casi de 10 mil kilómetros.
La carrera de 1978 superó por lejos esa distancia, alcanzando casi los 30 mil kilómetros. La organización estaba a cargo del Automóvil Club Argentino (ACA). Se inició el 17 agosto, cruzando diez países y con 57 autos participando, de los cuales solo terminarían 22.
La maratónica competencia tuvo como grandes animadores a los autos de la escudería Mercedes-Benz, quien se sumaron gracias a las gestiones de Fangio. Precisamente el binomio británico de Andrew Cowan y Colin Malkin resultó ganador el 24 de septiembre al mando de un Mercedes-Benz 450 SLC.
Pero no solo hubo equipos oficiales. A pesar de la dureza de la prueba, donde los pilotos y navegantes se guiaban por una hoja de ruta escrita a mano y ayudados solo por una brújula, también se inscribieron pilotos más amateurs, entre ellos el protagonista de nuestra historia, Carlos Acevedo.
El piloto chilenos sufrió varios problemas en los primeros días con su Citroën GS, al punto que fue descalificado de la competencia oficial, pero se le permitió que siguiera en la ruta sin sumar sus tiempos en la carrera. A los inconvenientes con el auto también se sumaron altercados con el navegante Hugo Prambs, a quien reemplazó por su mecánico Miguel Ángel Moya cuando pasaron por Osorno.
Después de 36 días de viaje, el 23 de septiembre quedaba solo la última etapa. Atrás quedaban largas horas de sufrimiento y de problemas que abarcaron incluso el tema político, puesto que por esos días tanto Chile como Argentina estaban dirigidas por dictaduras militares, las cuales estaban enfrentadas por el canal de Beagle, lo que generaba una fuerte presencia en los pasos fronterizos. Eso también se había superado y a la vista estaban mil kilómetros más de recorrido para que el binomio chileno con el 102 terminara la agotadora prueba.
El enlace lo comenzaron de noche. Debían recorrer un tramo entre Viedma y Pedro Luro. Según el relato de Infobae, “a los diez kilómetros ambos aseguraron que vieron una fuerte luz que venía detrás. Pensaron que era los Mercedes-Benz oficiales, se corrieron hacia la derecha para dejarlos pasar, pero no eran las máquinas alemanas. La luz se hizo cada vez más fuerte y los encandiló. Luego su auto se elevó unos dos metros y el motor se paró. Estuvieron un rato sin entender qué estaba pasando. Luego la luz desapareció, el Citroën GS volvió a estar sobre la ruta y según su testimonio, llegaron a una estación de servicio antes que el resto del pelotón, algo llamativo porque ellos largaron desde el fondo. El odómetro les indicó que recorrieron 52 kilómetros, pero la distancia entre Viedma y Pedro Luro es de 159. Habían pasado por solo uno de los cuatro puestos de control, algo característico en las carreras de rally. Sorprendidos por lo que vivieron relataron lo que les pasó”.
Para conocer los detalles de esa insólita historia que tenía de protagonistas a dos chilenos haciendo una especie de contacto del tercer tipo, el programa “Carretera perdida” de TVN que conducía Patricio Bañados emitió en 2000 un capítulo con una investigación sobre el tema.
Carlos Acevedo había fallecido años atrás, en 1987, en un accidente de tránsito. De todas maneras, el reportaje incluyó, junto a declaraciones de su hija, un testimonio audiovisual donde contaba que “traspasamos ese horizonte, esa raya, y nos encontramos ante un mundo completamente diferente, donde todo es espiritual. Nos encontramos con que vemos todo, como si una persona tuviera ojo circular, se ve hacia atrás, hacia adelante, hacia los costados. No hay paredes ni murallas. Uno sabe que está ahí y es dueño absolutamente de todo”.
El navegante Miguel Ángel Moya también fue entrevistado en el reportaje, donde Patricio Bañados cuenta lo complejo que fue convencerlo de hablar. Estuvieron más de un año gestionando la entrevista, hasta que se las concedió en Coyhaique, en la Región de Aysén.
Sobre esa noche, Moya comentó que “habíamos avanzado unos diez kilómetros. Eran como la una y media o las dos de la madrugada. En un momento el auto se iluminó muy fuerte por dentro. Entonces le dije a Carlos ‘córrete a un lado que vienen los alemanes’, ya que había cuatro Mercedes-Benz. Tenían luces muy grandes y nosotros muchas veces nos pusimos detrás de ellos para aprovechar su luz. Carlos se corre hacia la orilla, pero esta luz seguía detrás. En un momento se preguntó ‘¿qué pasa que no nos pasan?’ El auto hizo un tirón como el despegue de un avión. Yo miré por la ventanilla y me agarré a la jaula antivuelco y vi que estábamos a dos metros de altura del piso. El motor se aceleró a fondo y se paró todo. La luz era tan grande que no podía ver la hoja de ruta que tenía en mis manos. No voy a decir que me dio miedo, me dio terror. No sabía qué estaba pasando. Fue una mezcla rara de desesperación y no saber qué hacer. Carlos gritaba y decía ‘¿qué está pasando?’ Me insultaba y yo a él”.
Respecto de lo que vio, Moya dijo que “estuve en una nave. Estoy seguro porque era un lugar que no conocía. Veía imágenes que no había visto jamás en mi vida. Luego vi luces que se cruzaban, casi todas sincronizadas porque cuando cruzaba la de la izquierda pasaba la otra. Yo sabía que estaba ahí, pero no sentía frío, calor, nada. Carlos me preguntó ‘¿qué pasa?’ Y le dije ‘parece que nos agarraron los marcianos, huevón’. Fue por decir algo, y toda esa escena que veíamos hizo como un sonido especial y desapareció y volvimos a estar en el auto, a la orilla del camino, con el contacto abierto y el motor parado. No dijimos nada, era la sensación de querer salir de ahí. Así que Carlos hizo arranque Anduvimos diez metros y el auto empezó a fallar. Yo asumí por mi inex que era falta de bencina, entonces tiré el respaldo hacia atrás, conecté la bomba eléctrica que teníamos, abrí el tanque auxiliar y el encendido que teníamos adentro del auto y se recuperó y rajamos”.
Tras eso, Moya comentó que “le dije a Carlos, ‘estamos por llegar’. Me dice ‘no puede ser’ y frena. Le digo ‘mira’ (mostrándole la hoja de ruta). Estábamos llegando a las 2.10 de la madrugada y tendríamos que haber llegado a las 4-5 de la mañana. No sé qué quieres que te diga, estamos acá”.
Con la insólita situación vivida, Moya recordó que llegaron a una estación de servicio. “Le digo al chico de la estación que llene el estanque, pero Carlos dice ‘pero si está lleno’. Y el chico nos dice que está vacío el estanque”.
Según precisa Infobae, Eduardo Forchezatto era uno de los que trabaja en la estación de servicio y recuerda la binomio chileno. “Sabía que había un rally internacional y los primeros que vimos pasar fue esta gente, los muchachos de Chile. Se bajaron muy asustados. Uno de ellos me contó que cuando salieron de Viedma vieron una luz muy grande y luego no se acordaron de nada. Cuando se dieron cuenta estaba cruzando un río. El que habló fue el conductor, el acompañante no hablaba nada y temblaba. Estaba muy asustado. Llamé a la policía”, recordó.
José Bordenave, policía en la comisaria de Pedro Luro, también recordó que “según comentaron llegaron a eso de la una de la madrugada. Que un plato volador los levantó y los trajo hasta acá. Cargaron nafta y hablaron con el suboficial que estaba cargo para que los acompañara a Bahía Blanca porque tenían miedo de ir solos. Lo que me quedó es que el acompañante le dijo al piloto ‘capaz que con esto nos clasifican’. La única ruta era esa”.
Cuando llegaron los organizadores, Moya aseguró que “nos preguntaron cómo hicimos para llegar antes que el resto ya que nosotros partíamos desde el fondo. Sacaron una radio y llamaron a los puestos de control y les dijeron que en los tres primeros puestos no habíamos pasado. Nos faltaban 70 kilómetros. Más tarde empezaron a llegar los otros competidores y nos acusaron de que cortamos caminos. Les mostramos que no había un camino alternativo”.
A pesar de lo vivido, Acevedo y Moya llegaron a Buenos Aires y completaron la travesía. Eso sí, en la capital porteña se reunieron con policías argentinos.
“Terminamos el rally y llegamos a Buenos Aires. Ahí empezaron los problemas porque hubo mucha gente que nos fue a insistir con que no contáramos nada. Que nos quedáramos callados. Fueron tres funcionarios de la Fuerza Aérea Argentina. Luego aparecieron tres individuos que parecían de la NASA. Nos llevaron a una pizzería y conversamos con otros cuatro personas. Nos dijeron que necesitaban las vestimentas, las pertenencias nuestras y el vehículo. El auto lo tuvieron dos días en un estacionamiento del ACA. La ropa se la llevaron. No nos pagaron absolutamente nada. Entregué las cosas por temor a lo que estaba viviendo”, aseveró Moya.
Fue el fin de una bullada actuación de un binomio en un rally de resistencia, parte de la colección de recuerdos que dan vida al automovilismo nacional. Ahora, la decisión de creer o no está en cada persona.
Para conocer más sobre el tema, les compartimos dos reportajes realizados sobre el binomio chileno:
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