El pasado 23 de agosto, Bayern Munich superó por la cuenta mínima a París Saint-Germain (PSG) en la final de la Champions League que se disputó en Lisboa. El equipo bávaro alcanzó su sexta corona continental tras un campeonato sobresaliente, en el que consiguieron 11 victorias en 11 partidos. Un hecho inédito para el mayor certamen de clubes del Viejo Continente.

Celebrando entre las grandes estrellas del equipo, abrazado con Thomas Muller, Robert Lewandowski y Manuel Neuer, estaba Alphonso Davies. Desconocido para muchos y de reciente aparición en el mundo grande del fútbol, el lateral izquierdo de los alemanes, con apenas 19 años, también se hacía dueño de un trozo de estadística futbolera, al convertirse en el primer jugador nacido en el siglo XXI que gana la “Orejona”. Un día de felicidad absoluta para el nacionalizado jugador canadiense, el mismo que días antes, tras el duelo frente al Barcelona, le había pedido a Lionel Messi -su gran ídolo- intercambiar camiseta, recibiendo una negativa total por parte del argentino.

Pero la alegría de Davies no se remitía al triunfo sobre los parisinos, de hecho, tampoco podía burlarse por esta victoria, ya que su novia, Jordyn Huitema, es jugadora del PSG. Tampoco al hecho de que con su equipo lograban el denominado “triplete”, el título de la Bundesliga, de la Copa y la Champions. Esto también era un grito de desahogo por una infancia trágica, marcada por las guerras en Liberia (país de África occidental) y por la fuerza de sus padres por intentar darle una vida que no estuviese asociada a la muerte.

Es que la historia pudo ser bien diferente para Alphonso Davies. Sus padres, Debeah y Victoria Davies, vivían en Liberia y habían sobrevivido a la cruenta Primera Guerra Civil de Liberia (1989-1997). Pese a los problemas económicos, tuvieron un período de paz, hasta que estalló la Segunda Guerra Civil del país africano, en 1999. No estaban dispuestos a seguir siendo testigos de esa barbarie y decidieron escapar de su país natal.

“Para sobrevivir tenías que empuñar un arma y no estábamos dispuestos”, reconoció hace algunos años en una entrevista el padre, lo que fue complementado por la madre de Davies, diciendo que en aquellos días “el panorama era temible; debías pasar por encima de los cadáveres para ir por comida”.

Tal como miles de refugiados, tomaron rumbo hacia el vecino país de Costa de Marfil, aunque su paradero definitivo estaría en Ghana. Sin saber qué cartas les daría el destino, se instalaron en el campo de refugiados de Buduburam. Según recuerda el padre, el lugar era seguro en comparación a lo que pasaba en Liberia, aunque debían siempre ingeniárselas para pagar por comida, agua y ropa. “La vida allí es como si te metieran en un contenedor y luego echaran la llave. No hay modo de salir”, recordó Victoria.

En ese lugar nació Alphonso Davies. En el campo de refugiados vivió hasta los cinco años, cuando a la familia se le ofreció ser parte de un programa de restablecimiento familiar en Canadá. Pese a que no sabían nada de aquel país y sin conocidos en el lugar, no dudaron en tomar sus escasas pertenencias y cruzar el Atlántico.

De inmediato conocieron las ventajas de un país del primer mundo, que acepta en buenas condiciones a los inmigrantes. Se les asignó primero una vivienda en Windsor, Ontario. Un año después se mudaron a Edmonton, donde Alphonso se integró a la escuela católica Madre Teresa. Era un enorme cambio para la familia Davies.

Sobre esos días y lo que experimentó su familia, Davies reconocería en una nota que “estaba al tanto de la mayor parte. Estuve allí, pero realmente no tenía una idea por lo que estaban pasando en ese momento, no hasta que mi madre comenzó a explicarme a medida que me hacía mayor. Cuando me mudé a Windsor, Ontario, creo que ese es mi primer recuerdo. ¡Cuando experimenté la nieve por primera vez! Es algo genial. Allí aprendí a andar en bicicleta y asistí a mi primera escuela”.

El esfuerzo que demostraba en el colegio y las enormes aptitudes atléticas le permitieron encontrar una nueva puerta. “Mis amigos y yo nos unimos por los deportes. Hice atletismo, baloncesto, vóleibol. Intenté jugar un poco al hockey. Tenía un amigo cuya familia era dueña de una pista y la abrieron al público. No sabía patinar. No sabía atar un patín. De hecho, mi amigo tuvo que atarme los cordones. Y luego me deslicé sobre el hielo y... no podía soportarlo”, reconocería en The Players Tribune.

Pero fue el fútbol el que ganó el interés. Gracias a su profesora de Educación Física Melissa Guzzo, se incorporó al programa Free Footie, un campeonato para que niños de escasos recursos compitan en campeonatos federados.

Ese hecho fue clave en la historia de Alphonso, puesto que uno de los organizadores del evento, Tim Adams, lo recomendó para que lo incorporaran en la St. Nicholas Soccer Academy. En este equipo brilló con propiedad, al punto de que llegó a tocar su puerta el Vancouver Whitecaps.

Eso sí, no se le hacía sencilla la vida. Las condiciones económicas no eran las mejores, por lo que sus padres trabajaban con turnos de noche, y Alphonso debía cuidar a sus hermanos menores (Angel y Brian). “Mi papá trabajaba en una fábrica empacadora de pollos. A veces se marchaba en medio de la noche y volvía a casa después del mediodía. Mi mamá trabajaba como limpiadora y no podían pagar una niñera para cuando ambos trabajaban en turnos de noche. Entonces, mientras mis amigos entrenaban o jugaban videojuegos, yo estaba en casa cambiando pañales y cantando canciones de cuna”, recuerda.

Pese a esa desventaja, lograba destacar. Ahora, el único problema con el Vancouver Whitecaps era la distancia. Estaba a más de mil kilómetros de su casa y la madre no veía con buenos ojos que su hijo de 14 años se marchara. Intentó convencerlo de que esperara dos o tres años, pero la promesa de que no cambiaría ni se saldría del buen camino le dieron el permiso definitivo de los padres.

» El gran despegue

Permitirle ir a Vancouver fue otra decisión correcta de los padres, en el momento justo. Alphonso se convirtió en el jugador más joven en debutar en la United Soccer League (una segunda división norteamericana), luego, con 15 años, ocho meses y 15 días, volvió a entrar en las estadísticas al ser el primer jugador nacido en el siglo XXI en jugar en la Major League Soccer y el segundo más joven en estrenarse en la MLS, tras el ghanés Freddy Adu.

Uno que lo conoció en esos años y que fue su compañero en Vancouver fue el chileno Pedro Morales. El exvolante nacional comentó en una entrevista en CDF que “era un poco tímido, pero despegó súper rápido. Lo hicieron debutar a los 15 años por unas condiciones increíbles que tenía. Cuando entraba, marcaba diferencias frente a jugadores de mayor experiencia”.

La calidad técnica que mostraba estaba acompañada de una simpatía fuera del campo y de desconocidas facetas, como la que comentó el mexicano Efraín Juárez en ESPN. Quien fuera su compañero en el cuadro de Canadá señaló que “en esa jugada del gol, donde da la asistencia, que se lleva a varios jugadores del Barça (el 5-2), ahí ves al Alphonso Davies, un tipo que te mueve la cadera, que no sabes de dónde te va a salir, porque de verdad baila el hijo de su madre que se te cae la baba. Se ponía a bailar todas las mañanas y, de verdad, era increíble lo que veías”, dijo el zaguero, agregando que Alphonso era tan bueno bailando que incluso lo pedían para que fuese acompañante en las fiestas.

El futuro se empezaba a abrir para el jugador, aunque todavía tenía un tema pendiente con el país que le abrió la puerta a su familia. Esa deuda quedó saldada el 6 de junio de 2017, cuando se convirtió en ciudadano de Canadá. Una semana después debutaba con la camiseta de su país en un amistoso contra Curazao, mientras su estreno goleador llegaría un mes más tarde por la Copa de Oro frente a Guayana Francesa. Así, se convertía en el canadiense más joven en convertir.

Su irrupción deportiva causó tal impacto, que se le encargó pronunciar ante la FIFA un discurso para defender la candidatura de Estados Unidos, Canadá y México para organizar el Mundial 2026. Y su querida Edmonton será una de las 17 sedes.

No extrañó entonces que los grandes de Europa pusieran su vista en este jugador. Hubo interés de Real Madrid, también se habló del París Saint- Germain, pero fue el Bayern Munich el que logró ficharlo por más de 11 millones de euros.

Con los bávaros logró una adaptación inmediata. Y pese a que en un comienzo se le veía como el reemplazante del holandés Arjen Robben en el extremo izquierdo, su gran capacidad táctica, buen dominio de la defensa y proyección en velocidad le permitieron adueñarse del puesto de lateral izquierdo.

Sus compañeros están felices. Thomas Muller dijo que “nunca hemos tenido un jugador como él”; Jerome Boateng agrega que “no suelen aparecer jugadores tan jóvenes con su talento. Podemos esperar mucho de él, porque mejorará”, mientras el legendario Karl Heinz Rummenigge, director general del club, reconoce que “no solo fascina a nuestros aficionados con su forma de jugar, sino también por su forma de ser fuera del campo”. El entrenador Hansi Flick tampoco evita los elogios y señala que “Davies aporta sus puntos fuertes sobre el terreno de juego y gana muchos balones defensivos gracias a su ritmo. Originalmente fue fichado como extremo, pero está haciendo un trabajo increíble en el lateral izquierdo. Su desarrollo ha sido fenomenal”.

Es la gambeta a la vida de Alphonso Davies. Con un bajo perfil que mantiene a pesar del éxito, disfrutando con la simpleza de hacer videos para TikTok, dejó atrás años de horror y encontró en el fútbol el espacio para refugiar su nombre en la historia. MT