Escuela de Rock (2003) cuenta la historia de Dewey Finn, que, tras ser echado de su banda de rock, desesperado y necesitado de dinero, se hace pasar por profesor de primaria y monta un nuevo grupo con sus alumnos. Seguro que a muchos fanáticos de la música les gusta esta película.
Armar tu propia banda de rock and roll debería ser un check en la lista de cualquiera. En el imaginario, te ves ensayando con tus amigos en un garaje, dando rienda suelta al amplificador. Suena bonito, ¿cierto? Pero claro, la realidad no es tan así. Sobre todo por los vecinos, a los que puede no hacerles mucha gracia esta loca idea tuya. Y es que el ruido y los vecinos no se llevan bien, se sabe.
La buena noticia es que hoy podemos tener una banda en casa y ensayar -casi- sin molestar a los demás. Una auténtica banda, con batería y todo.
Y es que claro, todo grupo de rock tiene una batería. Su potencia sonora y poderoso look sobre el escenario la hacen un instrumento insigne. Pese a ello, muchos aficionados se deciden por otros elementos a la hora de entrar al mundo de la música. ¿Por qué?
Principalmente, por tres razones indiscutidas. El elevado valor de un kit de batería decente, el espacio que ocupa y, cómo no, el gran ruido que genera.
Ahora bien, todo ello podría decirse que son problemas del pasado, pues el mercado de las baterías electrónicas ha evolucionado notablemente bajo el alero de marcas como Roland, Yamaha y Alesis, entre otras.
No tienen nada que ver con aquellos primeros ejemplares de los años 70. Una verdadera innovación para ese entonces, pero con capacidades técnicas, sonido y respuesta muy limitadas.
Hoy, las baterías electrónicas ofrecen un increíble potencial, tanto así que bateristas de primera fila, como Thomas Lang, Johnny Rabb y Tony Royster, se han especializado y tocan habitualmente sets electrónicos.
Ya sea a nivel amateur o bien profesional, cada día hay mayor interés por este tipo de productos, lo que se confirma en el mercado nacional con unas ventas en crecimiento.
En Audiomusica, por ejemplo, vendieron más de 1.000 baterías electrónicas en 2019, un 20% más que el año anterior y un 100% más que hace un lustro.
En Yamaha, por su parte, entre los kits electrónicos de inicio y los pro se registraron ventas por 230 unidades, 30 de ellos en el rango de profesionales.
» ¿Pads, módulos…?
El universo de las baterías electrónicas es muy distinto al de las acústicas, a las que conocemos de siempre. Se ven, funcionan y suenan diferentes. Y si bien los bateristas siguen prefiriendo los kits tradicionales para tocar en vivo sobre todo, también es cierto que hoy los sets electrónicos ofrecen varias ventajas a la hora de ensayar.
“Una batería electrónica tiene muchos puntos a favor, el primero de ellos es que no emite sonido molesto para los que están alrededor, lo que se agradece cuando alguien está partiendo. Asimismo, se puede tocar a cualquier hora y en cualquier lugar, ya que puede escucharse a través de audífonos y no ocupa tanto espacio. Es más, una vez terminada la práctica puede guardarse debajo de la cama sin afectar el diario vivir”, cuenta Rodrigo Sánchez, ventas y marketing de MusicHall, representante de Yamaha en Chile.
Las baterías electrónicas no utilizan parches convencionales, sino pads (recubiertos de goma o malla), los cuales mientras se golpean con las baquetas apenas hacen ruido. Los grandes beneficiarios de esta reducción sonora son los platillos, pero los pedales de bombo siguen acusando cierto ruido mecánico contra el suelo, lo que puede ser demasiado para los vecinos del piso de abajo.
Por lo mismo, algunos fabricantes han creado pedales de bombo sin maza, los que ayudan a amortiguar ese ruido.
Ahora bien, el sonido propiamente tal procede de otro elemento del kit, llamado módulo externo, que es considerado “el cerebro de la batería”, pues se encarga de convertir la señal de disparo del pad en lo que esperamos escuchar de este instrumento.
El disparador dentro del pad, eso sí, es dinámico, de modo que si se toca con fuerza, éste se escuchará alto, y si se hace con suavidad, se oirá despacio.
Entonces, el sonido de las baterías electrónicas “sale” de un módulo externo, al que se le conectan los cables procedentes de cada pad. Por lo general, disponen de ocho entradas (bombo, caja, tres toms, dos platos y hi hat), así como salidas de línea L-R o de audífonos para que se pueda escuchar en distintos equipos de reproducción, o bien, conectar a una mesa de sonido para mezclar con otros instrumentos.
Si bien es cierto que el sonido orgánico de una batería tradicional no se compara con el de una electrónica -que puede oírse más robotizado-, también lo es el hecho de que un kit digital siempre se escuchará igual, independientemente de la sala, atmósfera o afinación. Sonará igual que cuando se programó, lo que permitirá tocar con la contundencia habitual en cualquier lugar.
Otra cosa muy, muy buena de las baterías electrónicas es que los sonidos de cada componente se pueden cambiar de forma instantánea para pasar de una batería de jazz, por ejemplo, a una de rock. Con solo apretar un botón en el módulo, también se pueden disparar efectos de sonidos, como bombas, cañonazos, gritos y scratches, entre otros, lo que brinda un mundo de posibilidades creativas.
En el mercado se encuentran baterías electrónicas con precios entre los 400 mil y los siete millones de pesos. “El valor va acorde a la tecnología involucrada en los módulos y pads, la cantidad y calidad de piezas, materiales y sonidos”, afirma Richard Díaz, jefe de marketing de Audiomusica.
» Juntos o separados
La batería es el instrumento que más mete bulla en una banda, problema que hoy solucionan los kits electrónicos, con lo que ensayar en casa “muteados” se hace muy posible. Pero, ¿cómo… y el resto de los instrumentos? Porque las guitarras y bajos, por ejemplo, emiten ruido solo o amplificados.
Pues bien, a través de preamplificadores y consolas se puede tocar en silencio. “Todos los amplificadores de instrumentos (guitarra, bajo, teclado, etc.) poseen salidas de señal de audio que mutean los parlantes y que pueden enviar los sonidos a una consola de mezcla para nivelar los volúmenes de cada instrumento. Luego, un amplificador de audífonos puede recibir la mezcla desde la consola y transmitirla a través de varios auriculares (cuatro, seis o más). Así, cada músico se puede escuchar sin hacer ningún ruido”, explica Díaz.
Esta sería una forma de hacerlo si pudiéramos juntarnos a tocar, claro. Pero hoy la crisis del coronavirus nos obliga a quedarnos en casa y a distanciarnos físicamente. Más allá de la contingencia, eso sí, hace un rato que las nuevas tecnologías de instrumentos musicales y home studios motivan el desarrollo de músicos en casa solos, pero conectados.
“Evidentemente, reunirse con tu banda, como lo hacíamos meses atrás, ya no es viable. Para ello, los programas de audio son vitales. Una de las formas que hoy trabajan los músicos son las videollamadas por Zoom u otra app, para lo cual cada integrante debe contar con un computador e interfaz de audio para conectar su instrumento y grabar con el programa de audio que más le acomode (Logic, Cubase, Protools, Garage Band, etc.). Una vez grabada la canción por cada uno de los integrantes, ésta se sincroniza en posproducción, es decir, se mezcla, edita y cuadra todo para que quede en orden, bien ejecutado y a tiempo. Para finalizar, muchos músicos graban el audio y, al mismo tiempo, se graban con sus celulares o cámaras GoPro para mostrar lo que están haciendo en casa.”, complementa, por su lado, Sánchez, también baterista y fundador de la banda de rock & metal progresivo @crisalidamusic.
Juntos o separados, tu banda ya no es un fastidio para los vecinos. MT