El mundo de los automóviles eléctricos sigue siendo para la mayoría, un asunto que pertenece más al campo de la ciencia ficción que a la realidad. Pensar en vehículos silenciosos, no contaminantes y que además se puedan cargar de combustible como quien carga un celular, hasta hace unos años eran solo parte de los diseños experimentales de las automotoras.
Pero la urgencia por desacelerar el cambio climático producido por los seres humanos, junto con la mejora en las tecnologías para la construcción de los vehículos, han hecho que tanto la industria como los gobiernos sientan confianza en ponerle el acelerador a la llegada de la llamada electromovilidad.
La Agencia Internacional de Energía estimó el año pasado que el parque de vehículos eléctricos en el mundo pasará de los 3 millones que hay actualmente a 125 millones para el año 2030, cifra que incluso podría aumentar si es que se toma una postura algo más agresiva, sobre todo con el papel de China, donde el año pasado las ventas de este tipo de vehículos aumentaron en un 72%, superando así el millón de vehículos eléctricos en circulación.
Una realidad de la que nuestro país tampoco se ha querido restar, y donde todo parece indicar que el futuro, en este caso, también será eléctrico.
Avanzando hacia el 2050
El año 2017, los ministerios de Transportes, Energía y Medio Ambiente, publicaron la Estrategia de Electromovilidad de Chile, la que traza la ruta que debe seguir el país para hacer el inevitable traspaso hacia los vehículos eléctricos.
Hoy, el impacto de esta tecnología está recién comenzando: el año pasado se comercializaron 197 autos eléctricos, los que se suman a los 200 buses con similares características introducidos para el Transantiago. Hitos que pueden sonar anecdóticos, pero que pavimentan el camino hacia la meta de una realidad sin gases contaminantes.
Las metas propuestas por este documento señalan al año 2050 como el año clave para la electromovilidad, en donde se espera que el 40% de los automóviles particulares y el 100% del transporte público urbano se pase a la movilización eléctrica. Sin embargo, el presidente Sebastián Piñera comprometió adelantar en 10 años el desafío de un transporte público eléctrico, modificando la meta para este tipo de vehículos hasta el año 2040.
El cambio a esta tecnología no sólo es necesaria por su impacto al medio ambiente, sino que también a la economía del país: si solo consideramos la meta de vehículos livianos, el ingreso de vehículos eléctricos evitará la emisión de 11 millones de toneladas de dióxido de carbono y reducirá el gasto en energía en más de 3 mil millones de dólares anuales.
Por supuesto, este impulso no solo se logrará con buenas intenciones, sino que con cambios reales que las autoridades ya están considerando. El precio de los vehículos, por ejemplo, es muy importante y se estima que en 10 años más será prácticamente el mismo que el de los vehículos a combustión, sobre todo con la baja de precio de las baterías.
Los puntos de carga también son relevantes, ya que una red sólida de puntos de carga que permita viajar sin miedo a que se descargue el auto es relevante para impulsar el crecimiento de esta tecnología. Para ello, se está trabajando en las normativas que rijan no solo los lugares públicos de carga, sino también los privados, y cómo edificios y hasta casas particulares podrán contar con estos equipos para llenar de energía a los autos sin tener que ir a una estación de servicio.
Este será un debate que se realizará este año, para comenzar el año 2020 con el plan de fomento al automóvil eléctrico, fecha para la cual se espera que ya existan dos mil de estos vehículos del futuro circulando en nuestras calles.