Las nuevas normativas medioambientales adelantan los planes a diario tanto de la industria automotriz, como de los gobiernos. Hoy nos referimos al año en el que Reino Unido prohibiría la venta de vehículos de combustión (tanto diésel como de gasolina). Inicialmente, sería 2035, sin embargo, en boca de su propio primer ministro Boris Johnson, dicho plan se adelantó un lustro, es decir, para 2030.
Con esta medida, el Gobierno británico se anticipa a España y Francia (que propusieron 2040) y se alinea con los Países Bajos e Irlanda. En el contexto europeo, tan solo Noruega (curiosamente, el mayor productor y exportador de petróleo de Europa Occidental) tiene aún meta más ambiciosa: el fin de la venta de autos nuevos a combustión para el 2025.
Por otro lado, los vehículos de propulsión híbrida permanecerán en el mercado hasta 2035, pero a partir de entonces tampoco podrán matricularse.
El primer ministro enmarca este cambio en un plan de acción de 10 puntos ante el cambio climático, en el que espera que su carácter pionero permita acelerar el potencial industrial del Reino Unido en esta nueva era de la movilidad.
“Es el momento de una recuperación verde con empleos de alta capacitación que den a la gente la satisfacción de saber que están ayudando a que el país sea más limpio, sostenible y bonito”, escribió Johnson.
Por su parte, Greg Archer, director de la organización Transport and Environment, sostuvo que “un cambio acelerado a los autos eléctricos es tan bueno para la economía como para el planeta. La electrificación ofrece grandes oportunidades para la creación de empleo y el crecimiento del PIB en toda Europa y en el mundo. Cuanto antes se ajusten los fabricantes y los gobiernos a esta nueva realidad, mejor estarán”.