Detrás de una bandera
Decir u oír 'rojo italiano' está hoy casi institucionalizado como aquel color rojo intenso que muchos asocian a la pasión, incluso, dando significado a elementos ajenos al mundo motor. ¿Se trata acaso de una coincidencia? No. El rojo distingue históricamente a los autos italianos de competición, una tendencia establecida en el periodo de entreguerras para diferenciar a los autos según su nacionalidad y de la que también tomaron parte distinguidos fabricantes británicos, franceses y alemanes, todos reconocidos como precursores del motorsport. A lo largo de los años, cada uno de esos clanes creó sabrosas historias, defendiendo sus principios y sus colores.
Silberpfeil: Las flechas alemanas cambiaron el blanco por el plata
A mediados de 2019 el equipo Mercedes-AMG llegó al GP de Alemania de F1 con un cambio de color en sus dos autos: en vez del plateado tradicional de los autos germanos, ambos llevaban la trompa blanca. Muchos se preguntaron el porqué, no así los más conocedores de la historia teutona.
En su casa, Mercedes-Benz conmemoraba los 125 años en el motorsport y quiso hacer un guiño a su propio legado, uno que, en particular, está salpicado de un hecho que a estas alturas más parece un mito. ¿Cuál es?
Es evidente que el plata se convirtió en el color representativo de los coches de competición alemanes, y a esa tendencia impuesta por la antigua Mercedes-Benz no tardaron en plegarse Audi y Porsche. La única que jamás se vistió de plata -y un poco marcando esa distancia con su eterna rival- fue BMW, que por su propio carril utiliza el blanco.
Es que resulta ser precisamente el blanco el tono que distinguió por años a los deportivos alemanes. Eso, hasta que en 1934 un Mercedes-Benz W25 fue ‘despojado de su pintura’ en Nürburgring. La historia cuenta que cada auto debía largar pesando menos de 750 kilos, cuestión que el W25 excedía por un kilo. Así, los mecánicos habrían trabajado toda la noche lijando la carrocería. Horas después, el piloto Manfred von Brauchitsch cruzaba la meta en primer lugar con su monoplaza ‘plata’.
Sin embargo, en 2008 el investigador Eberhard Reuss encontró la regulación de la carrera. En ningún punto se exige un peso ni tampoco se halló alguna fotografía de ese fin de semana con el W25 de blanco. ¿Será que alguien olvidó la pintura?
Bleu de France: Un grito de Allez la France!...
A diferencia de los fabricantes alemanes, italianos y británicos, los actores franceses hoy más reconocidos no fueron particularmente asiduos al motorsport en sus inicios, con la excepción de Bugatti. Las primeras marcas galas que tiraron el carro en las competencias en pruebas tan célebres como Le Mans terminaron desapareciendo. Entre ellas se contaban Chenard-Walcker (disuelta en 1946), Lorraine-Dietrich (1934), Talbot-Lago (1960) o Delahaye (1954).
En cambio, lo que no se extinguió fue la tradición de correr de azul Bleu de France, un tono con su propio código y que obedece a los más de ocho siglos de tradición en los escudos de la monarquía francesa. En los coches galos se utilizó por primera vez en el año 1903 durante la Gran Carrera Gordon Bennett, disputada en La Sarthe, el mismo trazado de las 24 Horas de Le Mans.
La idea era simple: que el público pudiera distinguir cuáles eran los autos franceses a los que había que apoyar. Compitieron de azul en la prueba los coches de Panhard, Mors, Richard-Brasier, Turcat-Méry y De Dietrich. Como sucede en el plano deportivo, la moda de los autos franceses de azul solo terminó por cuajar con los éxitos. Y esos vinieron precisamente de la mano de Bugatti en la década del 20.
Con esa sana tradición de resaltar su legado histórico, en los últimos años la firma de Molsheim ha creado modelos como el Veyron, el Divo o el propio Chiron, todos apellidos de sus viejas glorias francesas tras el volante.
Rosso Corsa: Un amor vibrante e incondicional por el automóvil
Hoy, para muchos el rojo vívido en un auto se asocia a Ferrari, pero ello bien podría ser visto como una falta de respeto por los italianos más añosos del clan, puesto que en 1920 fueron Alfa Romeo, Lancia y Maserati los primeros que llevaron con orgullo el Rosso Corsa en sus carrocerías.
Otro hito que selló el destino colorado de los peninsulares vino en 1924 y se lo anotó Fiat. La Fabbrica Italiana Automobili Torino quiso marcar un precedente desarrollando el Mefistofele, una afilada arma para romper el récord mundial de velocidad de la época. El monstruo de motor V12 -que debió su nombre al discípulo de Satanás, producto de sus bramidos ensordecedores- fue a Francia para registrar una velocidad punta de 234,9 km/h. No hacía falta tal nombre para saber que se estaba en presencia de un demonio.
Dos décadas más tarde, a fines del 40, otra vez Alfa Romeo lució el Rojo Corsa, pero esta vez en el recordado 158 Alfetta, dominador absoluto en los albores de la Fórmula 1 con los pilotos italianos Luigi Fagiolo, Giuseppe Antonio ‘Nino’ Farina y el argentino Juan Manuel Fangio. De hecho, el triunfo de Farina en 1950 en el Reino Unido fue la primera carrera en la historia de la F1. A la postre, sería campeón y en la siguiente temporada Fangio repetiría la corona para el constructor de Milán.
Con los años, Ferrari se encargó de hacer patente la incondicional vocación por el rojo en sus coches de calle y en la F1, al punto que hoy se le ha atribuido su invención. Pero, ojo, que todos los italianos sin distinción -incluido Lamborghini- han construido la leyenda Rosso Corsa de la pasión.
British Racing Green: El verde de los forjados en las trabadas rutas inglesas
A medio camino entre el forest green y el verde cazador, el British Racing Green asoma como la aleación perfecta entre esos dos colores conceptuales. Por la geografía serpenteante del Reino Unido, los autos de competición ingleses se distinguieron por un tamaño más bien compacto, motores empujadores a bajo torque y un handling excepcional. Pero, ¿por qué llevaron el verde?
La explicación también se halla a inicios del siglo pasado y coincide con el caso francés, ligándose al campeonato del millonario estadounidense James Gordon Bennett. Este afamado torneo establecía que el ganador de cada edición organizaría la carrera del siguiente año. En 1902, los británicos vencieron con un coche Napier pilotado por Selwyn Edge, representante del Club de Volantes Británicos, quien cubrió la ruta París-Innsbruck en 11:02:52.6. Todo era alegría, pero en 1903 surgió un problema mayor.
La anticuada legislación británica establecía un límite de 20 km/h en sus carreteras y, pese a que los organizadores trataron el tema con las autoridades, estas no transaron. ¿La solución? Ir a correr a Irlanda. Los tres autos británicos que tomaron parte en la prueba llevaron el verde trébol como una señal de respeto y agradecimiento a sus nuevos anfitriones, un color que terminó transformado en leyenda racing.
Así, por más de un siglo, marcas como Jaguar, Bentley, Rolls-Royce, Aston Martin y Mini han utilizado las tonalidades de British Racing Green con propios matices, y nadie puede reclamar para sí la propiedad del color original. Many thanks, Ireland! MT
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