Lo primero que debemos hacer al abordar un auto, es abrocharnos el cinturón de seguridad. Este dispositivo creado a fines del 50 por el ingeniero de Volvo, Nils Bohlin, es el elemento de seguridad pasiva más efectivo jamás inventado y se cree que ha salvado la vida de millones de pasajeros alrededor del mundo. Pero, ¿qué ocurre cuándo por desconocimiento no lo ajustamos bien?
El temido efecto submarino
Al momento de una frenada de emergencia o un choque, el cinturón debería sujetar a los pasajeros al asiento, eso si está bien instalado. En caso contrario, cuando la tensión es demasiado holgada o se ha puesto un elemento entre el asiento y la persona (una toalla, un cojín o un malla) se produce el llamado efecto submarino.
Lo que aquí ocurre es que el cuerpo se desliza por debajo del cinturón, haciendo inminente el impacto del cuerpo humano contra los asientos delanteros, el tablero o el volante (en el caso del conductor). Otra consecuencia que podría resultar fatal, es que la banda inferior del cinturón no cumpla su objetivo de retener sino que, muy por el contrario, presione partes blandas del cuerpo como el estómago, ocasionando lesiones internas gravísimas.
Finalmente, el deslizamiento podría ser tal, que el impacto se produzca contra la parte baja del tablero, produciendo hematomas y hasta fracturas en las piernas.
¿Cómo evitarlo?
Los expertos recomiendan emplear el cinturón de seguridad con la tensión propia del dispositivo, sin estirarlo más de la cuenta ni aflojarlo. El otro consejo dice relación con jamás poner un elemento sobre el asiento, sea una toalla o una funda suelta. Esto aplica para asientos delanteros o traseros.
El uso adecuado del cinturón de seguridad disminuye hasta en cinco veces las posibilidades de resultar muerto en un accidente.
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