A propósito de que se avecina un nuevo Gran Premio de Mónaco el fin de semana y de que es la fecha más glamorosa de la Fórmula 1, acá te contamos una historia de lujo, velocidad y misterio que está en los anales del Gran Circo.
Era el año 2004, cuando Warner Bros estrenaba Ocean’s Twelve, una taquillera película con un gran reparto de estrellas como Brad Pitt, George Clooney y Julia Roberts. Dentro de la promoción del film se incluía un acuerdo con la escudería Jaguar, el cual contemplaba la pintura en color rojo -en el rojo de la película- de parte de la carrocería de sus monoplazas tradicionalmente verde.
Pero no solo eso, sino que los Jaguar R5 pilotados por Mark Webber y Christian Klien llevarían la joya de la corona: un par diamantes valorados en 300.000 euros cada uno, los cuales se ubicarían en el morro de los monoplazas. Todo ello con el fin de acercar la campaña a la hoy famosa película que trata de fortuna y robo.
Hasta antes de la carrera la idea resultaba genial, siendo los Jaguar R5 las estrellas aquel fin de semana. Todos los medios se habían hecho eco de sus presentaciones cargadas de lujo y ostentosidad. Entonces, ¿qué podría salir mal?
Aquí es cuando llegamos al momento delicado, puntualmente, cuando Klien en la primera vuelta de carrera se estrella contra el muro de neumáticos de la mítica curva de Loews. Sí, con el diamante por delante, el cual entonces desapareció como por arte de magia.
“En ese momento, debería haberme preocupado por el auto o el piloto. Pero debo admitir que mi pensamiento más inmediato fue para el diamante”, dijo Nav Sidhu, uno de los responsables del equipo Jaguar.
Poco después del golpe de Klien la atención de la carrera se desvió a otro punto, la zona de Tabac. Allí Takuma Sato rompió su motor Honda formado una inmensa nube de humo. Giancarlo Fisichella se llevó por delante a David Coulthard y quedó volcado en mitad de la pista, provocando la neutralización de la prueba y el destrozo general de las protecciones. Todos los comisarios miraron hacia allá, o casi todos.
El equipo Jaguar no pudo acceder al monoplaza hasta dos horas después del accidente por motivos de seguridad, y cuando llegaron, efectivamente, el diamante ya no estaba allí. Buscaron y rebuscaron, pero jamás apareció.
A partir de ahí todo son especulaciones y leyendas urbanas sobre lo que ocurrió con el diamante del Jaguar. Steinmetz, el fabricante de la piedra preciosa, hasta hoy en día insiste en que la pieza no se pudo descomponer en el impacto junto al resto del morro por su composición. Incomprensiblemente, no lo habían asegurado, por lo que supuso una gran pérdida económica para la empresa.
La teoría más extendida dice que algún comisario se lo quedó como pago por los servicios prestados, algo que nunca sabremos si fue así.