El próximo domingo el Gran Premio de Mónaco volverá a concentrar el interés de los amantes del automovilismo. La quinta fecha de la temporada arriba a Monte Carlo, un trazado histórico que reúne a los pilotos más importantes desde antes que la Fórmula 1 se estableciera como el actual Campeonato del Mundo. Y en sus primeros años, un chileno se convertía en una de las figuras destacadas.

El piloto nacional era Juan Zanelli, un diplomático chileno que se codeaba en los años 30 con las figuras más relevantes del mundo en los denominados Grand Prix, precursores de los actuales Grandes Premios que se iniciaron en 1950.

Zanelli era un amante de los autos. Figura asociada a Bugatti en esa primera mitad del siglo XX, su historia fue recogida en el libro “Coche a la vista” de Rodrigo Velasco, donde se habla del automovilismo nacional entre 1900 y 1950, con buena parte del texto dedicado al por entonces cónsul nacional.

Pero Zanelli no solo era un habitual de los Grand Prix europeos, también se convirtió en el precursor de una tradición que sobrevive hasta el día de hoy. Y todo eso se pudo ver precisamente en el circuito callejero en el que este domingo Lewis Hamilton intentará sacar más ventaja para ir por su octavo título mundial.

El primer Grand Prix de Mónaco se disputó en 1929. Al año siguiente ya era un evento trascendente y tuvo entre sus pilotos al chileno Juan Zanelli, como bien señala Rodrigo Velasco, el autor del libro recopilatorio del automovilismo local. “Zanelli corrió en 1930. Partió en la segunda fila, al lado de Louis Chiron, una verdadera leyenda del automovilismo”, señala.

Pero Zanelli no era un piloto más. Según dice Velasco, “en ese Grand Prix de Mónaco estrenó un nuevo Bugatti, el mismo que había ganado en el GP de Bugatti en Le Mans. El ganador de esa carrera tenía como premio un auto y con ese fue a correr en Mónaco”.

Foto: gentileza Rodrigo Velasco

El mundo del motorsport era muy distinto al actual, donde el ultraprofesionalismo es un pilar clave. Por aquellos años, esa estructura era menos rígida y la pasión era lo que movía al deporte.

“Zanelli tenía otro Bugatti y le prestó ese auto a otro piloto para que compitiera en Mónaco. Ese otro corredor era William Grover, precisamente quien había ganado la primera carrera en Mónaco un año antes”, recuerda Velasco.

El chileno entonces tomaba parte entre los 23 pilotos que pasaban a la grilla final y que enfrentarían las 100 vueltas del trazado que en ese tiempo tenía 3.180 metros. Con el número 14 en la carrocería de su Bugatti 35B de color azul, un tema pasaba por la cabeza de Zanelli: el renococimiento de su auto por parte de los espectadores.

Sucede que desde fines de los años 20, los autos tomaban un color representativo para cada país. Así, los colores oficiales establecidos por la A.I.A.C.R. (Association Internationale des Automobile Clubs Reconnus) dejaron con el blanco a los alemanes (luego pasarían a ser gris plata), los británicos el verde, los franceses el azul, los italianos el rojo, los belgas el amarillo, los suizos rojo y blanco, etc.

Foto: gentileza Rodrigo Velasco

Chile por esos años (y hasta ahora) no gozaba de tradición en el automovilismo, por lo que Zanelli ideó una particular iniciativa, que perdura hasta el presente.

Según Velasco, “en 1929, en San Sebastián (España), Juan Zanelli pintó en forma de banderín sobre el capot de su auto la bandera chilena. Se hizo reconocido por esa situación, puesto que nadie lo hacía, pero que hoy se sigue haciendo en todos los autos. Y en el Grand Prix de Mónaco también llevó la bandera chilena”.

Durante la carrera el nacional demostró sus capacidades. Según crónicas de la época, estuvo gran parte de la competencia en el cuarto lugar, peleando con los primeros lugares; sin embargo, cuando restaban algunas vueltas comenzó a sufrir inconvenientes.

El Bugatti de Zanelli sufrió problemas mecánicos cuando faltaban pocos giros. Era una carrera a 100 vueltas (hoy es a 78 giros) y cuando estaba por cerrar la vuelta 95 debió abandonar, quedando en el 7º lugar del registro oficial”, dice Velasco sobre la carrera que terminaría ganando Rene Dreyfuss con un Bugatti 35B.

Es la historia del primer chileno que compitió en el mítico trazado de Monte Carlo, un gentleman driver oriundo de Iquique que durante la Segunda Guerra Mundial entró a la combatir por la resistencia francesa, perdiendo la vida en una balacera en 1944 a manos de la policía nazi.