Cuando muchos en la industria automotriz ponen sus esfuerzos en la electromovilidad, destinando grandes recursos y creando divisiones especialmente dedicadas a este campo, en otro lado esos potenciales consumidores de los futuros vehículos eléctricos son reticentes a la adopción de la tendencia. O eso al menos es lo que estableció un estudio de intención de compra elaborado por el Real Automóvil Club de España, que determinó que solo un 7% de los conductores españoles consideraría comprar un auto de ecológico de cero emisiones. Por contrapartida, más de la mitad aspira a un vehículo tradicional de motor bencinero o diésel, y un tercio sí apunta a un auto híbrido (mezcla de motores térmico y eléctrico). El 2% se queda con el impopular gas natural (GNC) o gas licuado de petróleo (GLP).

Asimismo, la encuesta aplicada a un universo de más de mil conductores, arroja que un 38% apunta a comprar un vehículo 0 km, un poco más del 29% adquiriría sin problemas un auto de segunda mano. El 33,5% dice que está abierto a una u otra opción.

Volviendo al tema de los autos eléctricos, lo curioso es que el grupo etario de 18 a 24 años resulta ser el más alejado en cuanto a la adopción de autos eléctricos: ninguno compraría un EV. Paradójicamente, los grupos de edad más avanzada (por encima de 50 años) sí se muestran más susceptibles de renovar su vehículo por uno eléctrico. Según RACE, esto podría explicarse por un mayor poder adquisitivo.

Finalmente, nueve de cada 10 conductores estima que es conveniente que el Estado subvencione la renovación del parque motor para autos de sobre 10 años de antigüedad, mientras que el 82% afirma que estudiaría una renovación por un seminuevo si este sector fuera considerado como parte de las ayudas.

De todos modos, hay que decir que España es uno de los países europeos con menor penetración de la electromovilidad, tal como demostró en 2019 el portal de datos de mercado Statista. Con estos datos duros, ahora queda por interpretar si se trata de una tendencia netamente explicada por la realidad económica (que un auto eléctrico resulta más caro que uno convencional), o si por el contrario también se apoya en factores como la autonomía y la aún no equiparable red de cargadores, en comparación con la red de estaciones de servicio.