El Titanic ha vuelto a estar en la palestra, luego de que el domingo pasado desapareciera en aguas del Atlántico Norte, el submarino Titan. Un sumergible comercial que realiza viajes a los restos hundido del barco más famoso de todos los tiempos.

Fue el 14 de abril de 1912, cuando el Titanic se fue a pique tras chocar con un iceberg. Tragedia en la que oficialmente 1.514 personas y solo se salvaron 710, los cuales llegaron a Nueva York tres días después a bordo del Carpathia.

Aunque a lo largo del siglo XX se produjeron varios desastres marítimos con un mayor número de víctimas -en su mayor parte, causados por las dos guerras mundiales-, el recuerdo de la tragedia del Titanic ha permanecido como el más vivo en las mentes de millones de personas de todo el planeta.

Probablemente, las decenas de documentales, libros y, sobre todo, la película que dirigió James Cameron en 1997 con el mismo nombre del barco, han tenido mucho que ver en ello. Ahora bien, como sucede muchas veces con los acontecimientos históricos más conocidos a través de la ficción, el relato de los hechos reales termina distorsionándose irremediablemente.

De ahí, que la posibilidad de que hubiera decenas de autos de lujo a bordo -como lo muestra la película en la famosa escena donde Jack (Leonardo DiCaprio) y Rose (Kate Winslet) hacen el amor dentro de un auto-, quizás no sea tan así.

“James Cameron me dijo que era su dinero, que había invertido todo lo que tenía en la superproducción y eso le daba al menos derecho a tomarse algunas licencias”, afirmó Jesús Ferreiro, presidente de la Fundación Titanic, en una entrevista al medio español AUTO BILD.

“No creo que hubiera ningún auto en el barco, salvo unas cajas de repuestos de Renault recogidas en el manifiesto de carga, lo que, quizá, podría tratarse incluso de un automóvil desmontado…”, agregó entonces, basado en las 39 entrevistas a supervivientes del Titanic que ha hecho a lo largo de años. “Ninguno de ellos vio un automóvil a bordo, ni tampoco siendo subido al barco”.

Realidad vs ficción

Más allá de lo que cree Ferreiro, hay otros expertos e investigadores en la materia que afirman lo contrario. Sobre todo, y de vuelta casualmente al oscarizado largometraje de Cameron, respecto al Renault BK Limousine de 1911, en el que se desarrolla una de las escenas entre Jack y Rose.

Muchos afirman que el automóvil en cuestión sí existió y fue propiedad de Mr. William E. Carter, el cual tuvo la suerte de sobrevivir al hundimiento junto a su familia para poder reclamar a la aseguradora los dos perros que perdió en el naufragio, y también su auto, por la colosal fortuna de 5.000 dólares.

En su reclamación, este millonario de Philadelphia aseguró que el automóvil quedó “registrado en el manifiesto de carga como una caja, por no estar completamente ensamblado”, lo que confirma en parte la opinión de Ferreiro.

William Carter no fue el único que reclamó un vehículo tras la tragedia. Esto ha llevado a más de uno a conjeturar sobre los autos del Titanic, ya que había 125 hombres cabeza de familia entre los 350 pasajeros de primera clase, donde cada pasaje costaba aproximadamente el doble que cualquiera de los modelos más lujosos de la época.

Es algo casi imposible de comprobar. Primero, porque el barco se partió y la parte más grande está en un estado de conservación muy malo, por el enorme impacto que sufrió al colisionar contra el fondo marino. De existir automóviles en su interior, estos habrían sufrido la misma suerte. Además, antes de pensar en recuperar los restos de estos vehículos, convendría recordar que se encontrarían a nada menos que 3.800 metros de profundidad. Así que se trataría de una tarea titánica.

El nidito de amor

Renault fabricó el AX Limousine entre los años 1905 y 1914. Lo equipó con un motor de dos cilindros asociado a una transmisión de tres velocidades, siendo capaz de erogar así 35 Hp y alcanzar los 56 kilómetros por hora de velocidad punta.

Su interior era como el de la película: asientos de cuero, además de detalles acabados en latón y madera noble, un auténtico lujo para la época. ¿Su precio de entonces? 437 dólares.

James Cameron realizó una réplica del vehículo para darle privacidad a la escena de amor entre Rose y Jack, haciendo caso omiso de que el modelo en realidad fue enviado por partes en una caja. Prevalecieron las licencias de autor y la edulcoración de la historia en pos de la fantasía.