Pretty Woman debe ser uno de los títulos más redondos y certeros de la industria del cine. Qué mujer más linda la actriz de la sonrisa que hace lucir desaliñado al más precioso de los arcoíris. En el mundo de las dos ruedas, de cuando en cuando, no muy a menudo, te topas con una equivalencia a lo de Julia Roberts. Y te quedas ahí, viéndola con expresión medio boba.
No es que me haya pasado ahora cuando salí a probar por casi una semana la Honda CB1000R, la reina de esta tendencia tan minimalista, industrial y a ratos retro que la marca llama Neo Sport Café y que la coloca más cerca de las pasarelas italianas que de los filos legendarios de una katana japonesa. No, no me pasó ahora. O sea, me volvió a pasar, aunque el primer llamarazo ocurrió en el Salón de Milán, cuando salió a la escena mundial de la mano del gran campeón Michael Doohan.
Había pasado una década desde que Honda la puso en las vitrinas mundiales y el momento de dar el paso a la siguiente generación venía con vara alta incluida. Aquel aplaudido motor de un litro, con cuatro cilindros y 125 caballos, fue sometido a una puntillosa actualización que dio como resultante un bloque más ligero, pero más poderoso: 143 caballos. ¿Necesitamos tanto? ¿Y por qué no? Esta dama compite con otras linajudas deportivas, donde la potencia escala a 170 o más caballos. Pero a despecho de las evoluciones y registros de cada hoja técnica, lo de la marca esta vez fue también osado, provocador, sugestivo, inequívocamente arquitectónico: aquí el artista recurrió a trazos angulosos para enmarcar toques clásicos y modernos a la vez, algunas dosis colmadas de minimalismo, momentos de aluminio pulido y ese faro delantero de led con una redondez copiada de la luna llena y que habla del pasado mirando al futuro. Los moteros de nacimiento y comunión notarán el basculante monobrazo al estilo de otras glorias del deportivismo naked de la casa japonesa.
Un preámbulo robusto antes de entregarse a la cabalgata. ¿Los 143 Hp nos tirarán lejos? En absoluto. De todos modos, y como es una cifra respetable y más, seleccioné el modo Rain que no solo modifica la respuesta del motor y la caja, sino que además me permite un conocimiento dosificado de todo lo que es capaz.
Las primeras tres marchas, de una transmisión de seis, son de un tacto corto y directo. La moto acelera a la usanza deportiva. Al tercer día exploré el modo medio y para las últimas dos jornadas dejé el más deportivo. Las diferencias se notan, pero ninguna llega a un momento de descontrol, aunque, ojo, la entrega total es progresiva y sabe ser arrolladora según busquemos los límites atendiendo a las aptitudes de cada conductor.
Los frenos son soberbios y el nuevo trabajo de las suspensiones se traduce en un manejo cómodo y obediente.
Honda consigue algo no menor: colocar una atleta que puede escalar hasta niveles furiosos de deportividad, pero también proponer una moto para el día a día que me llevará a las labores semanales como toda una señorita. Pero cada escena irá siempre acompañada por ese bramido sinfónico que sale desde su motor de cuatro cilindros, como fue desde el inicio de la saga y como sigue siendo en este tan feliz segundo momento de una historia llamada CB1000R. La receta tuvo nuevos pistones forjados, apertura de válvulas ampliada, cuerpo del acelerador más grande y compresión más alta. Parece simple, pero ahí hubo pega. ¿Qué no me convenció? Su tablero es sofisticado, impecable, parece un celular horizontal, pero yo hubiese ido por algo más clásico. Lo otro, no sé si soy un torpe acomodando los retrovisores, pero hice lo que pude y eché de menos un mejor resultado. El resto, un pedazo de vivencia. Me saqué el gustito y la moto me cautivó como la imagen imperecedera de Pretty Woman.
Ficha técnica Honda CB1000R
» Motor: 998 cc
» Transmisión: mecánica de seis marchas
» Potencia: 143 HP a 10.500 rpm
» Par motor: 104 Nm a 8.250 rpm
» Altura asiento: 830 mm
» Peso: 213 kilos
» Estanque: 16,2 litros
» Freno delantero: doble disco ABS
» Freno trasero: disco simple ABS
» Precio: $ 9.990.000