“La Sombra del Viento” es el nombre de uno de los grandes éxitos de Carlos Ruiz Zafón. La novela arranca diciendo: “Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados”. Casi sin desearlo, ese simple gesto del padre bastó para traspasarle al pequeño su estrecha relación con las obras literarias, generando una complicidad que serviría de base para la novela ambientada en la Barcelona de posguerra.

Como en aquel texto, el fortalecimiento de una relación padre-hijo en ocasiones se construye de pequeños detalles que parecen predestinados por una cadena genética, donde un simple movimiento empuja la eclosión. El problema, o el dilema a resolver, es si esa complicidad encuentra un camino exitoso o si la sombra termina por esconder y opacar la individualidad del heredero.

En el mundo del deporte, los casos de hijos que sucumbieron por la carga de un apellido demasiado grande son múltiples, de hecho, resulta más sencillo el ejercicio de contabilizar cuántos “hijos de” han repetido los triunfos del padre.

En el automovilismo, los grandes casos se cuentan con las manos. Damon Hill repitió los laureles de su papá, Graham Hill, y festejó el título mundial de la F1; Nico Rosberg también fue campeón de la F1 como su padre, Keke Rosberg, mientras Mario Andretti comenzó con el título de la F1 un linaje que lo continuó en Estados Unidos su hijo Michael. Además, hay un caso que fue más lejos, Jacques Villeneuve, quien se coronó monarca de la F1, logro que no alcanzó a conseguir su recordado padre, Gilles Villeneuve.

Por estos días, un grupo de jóvenes busca extender dinastías emblemáticas. Oliver Solberg quiere repetir la gloria de su padre, Petter Solberg, en el rally; Mick Schumacher espera su turno para revalidar la leyenda de Michael Schumacher, y en la Fórmula 1 el apellido Sainz se instaló en el equipo más grande de la máxima cita del automovilismo y se ilusiona con llegar al Olimpo del motorsport, tal como su progenitor.

No será sencillo. Carlos Sainz Jr. (25 años), reciente fichaje de Ferrari para la próxima temporada, donde será compañero de Charles Leclerc, carga con una pesada mochila. El problema, si se puede llamar de alguna forma a esta situación, es que su homónimo padre se mantiene en lo alto de la competencia. Sin ir más lejos, con 57 años, el “Matador” se impuso en el último Rally Dakar en la categoría Autos y en las últimas semanas fue electo el Mejor Piloto de Rally de la historia en el sitio del WRC. En consecuencia, el actual piloto de McLaren no solo lleva la sombra del pasado glorioso de su padre, sino que también planea con el viento de su exitoso presente.

» Rivalidad familiar

El tener un padre y un hijo como figuras al mismo momento no es algo que se repita con frecuencia. Pero eso no es dilema para la familia Sainz, quienes sobrepasaron los días de confinamiento en la casa que tienen en España. Ahora, si se diese la ocasión de medirse en una hipotética misma competencia, como el Rally Dakar (donde el progenitor se mide contra Fernando Alonso), el deseo de ganar no los haría retroceder, tal como lo reconocieron en una entrevista que dieron a uno de sus auspiciadores durante los días de cuarentena en la península ibérica.

“Si algún día lo disputase (el Dakar), mi padre ya tendría unos 70 años y por la salud de mi madre y de nuestra familia esperamos que ya no esté compitiendo”, dijo entre risas el hombre de Ferrari.

Por distendida que fue la entrevista, la sincera respuesta muestra un poco de la personalidad que tiene Sainz Jr. y que fue forjada, precisamente, por su padre.

Según reseñó en una publicación el diario El País, Carlos Jr. siempre quiso ser piloto. Desde niño se le vio sobre pequeños autos, ilusionándose con títulos como los que conseguía su padre en el rally mundial. Pero el padre, conocedor de las exigencias de este medio y de la competencia que se vive, no se lo hizo fácil.

No bastaba solo con que consiguiera las mejores notas del colegio, también debía ser capaz de soportar las exigencias que el mismo Sainz padre se imponía, situación que la madre del piloto de la F1 reconoció que le sirvió al hijo para aguantar la presión de ser piloto y de tener un apellido ilustre cuando se inició en el karting.

“Cuando Carlos quiso empezar con los kart, yo lógicamente quería que me diera unas muestras de sus capacidades. Vi lo que hacía él, cosas sorprendentes y diferentes. La gente se sorprendía también. Eso significa que tenía talento”, precisó el “Matador” sobre los inicios de su hijo.

Eso sí, no era fácil para el novel corredor desligarse de la atención que generaba su nombre. “El foco que significa el apellido Sainz me costó. Sobre todo en el karting. No entendía la razón y a veces estaba más pendiente de hacerlo bien para los demás que de disfrutar yo”, diría hace unos años en una entrevista al diario As.

El carácter firme, trabajador y perseverante de Carlos Jr. no tardaría en dar frutos. Luego del karting, donde ganó trofeos a nivel nacional, fue reclutado en 2009 para el programa de pilotos de Red Bull. “Mi meta sigue siendo ser campeón del mundo; cada vez lo es más”, decía por esos años.

También con menos de 20 años, Carlos padre comenzaba a hacerse un nombre en el rally español y la ilusión de llegar a lo más alto del mundo rondaba por su cabeza. Eso sí, el primer gran título llegaría cuando cumplía 25 años, cuando gana el campeonato de su país y da el salto al WRC, donde debutaría con un Ford Sierra Cosworth.

Su hijo, por su parte, hizo escuela en la Fórmula BMW de Europa (debut en 2010), donde comenzó un meteórico ascenso, ya que al año siguiente fue campeón de la Fórmula Renault NEC (Copa de Europa del Norte) y en 2014 hizo lo propio en la Fórmula Renault 3.5, categoría que le permitió dar el salto a la F1. El equipo Red Bull lo llevó a la máxima categoría y lo instaló en el equipo satélite Toro Rosso (hoy Alpha Tauri), donde fue compañero del holandés Max Verstappen, quien precisamente será uno de sus máximos rivales.

Desde el equipo de las energéticas pasó a Renault, emulando los pasos de su compatriota Fernando Alonso, quien fue campeón de la F1 con el equipo francés. Después, tomó la posta que dejó precisamente Alonso en McLaren, último trampolín antes de estampar su firma con el Cavallino Rampante. Lo hizo con 25 años, la misma edad que tenía su padre cuando celebró su primer título en España.

“Yo llegué a la Fórmula Uno por la vía más complicada que hay, que es el programa de jóvenes pilotos de Red Bull, que no eligen a cualquiera y tampoco tienen miedo de echar a cualquiera. Si las personas de Red Bull confían en mí, algo muy especial debo tener”, dijo Carlos Jr. hace unos años en una entrevista.

Desde su debut, el ascenso de Sainz ha sido llamativo. Sin hacer declaraciones controversiales, siempre apegado al buen trato, sin protagonizar escándalos extradeportivos, desde su estreno en la F1 ha ido creciendo. Según su padre, podría haber ayudado más a su hijo “si hubiera elegido los rally. Ahora trato de ayudarle lo que puedo, pero en verdad me limito a ser un aficionado más, si acaso un aficionado especial. Le aconsejo si tiene dudas. Me limito a apoyarlo”, reconoce.

De todas maneras, aunque los circuitos y el asfalto sean el hábitat en el que se mueve Carlos Jr., la tierra no le es completamente ajena. Mal que mal, es Sainz el apellido que lleva. “Carlos empezó a conducir también en tierra y pienso que eso le ayudó, tanto en los kart como luego con Renault. Ganó muchas carreras con pista mojada, significa que le hizo bien y tiene buenas capacidades con el rally. Pienso que ayuda en algunas condiciones”, precisa Sainz padre, quien tras la firma de su hijo con Ferrari, supo entregarle los méritos respectivos al decir que “tiene un talento excepcional y lo que hice yo fue ayudar. A veces el nombre ayuda y otras veces te complica las cosas, pero estoy seguro de que sorprenderá a todos los aficionados de Ferrari, como lo hizo en McLaren”.

Más allá de las palabras, la buena relación se evidencia con facilidad, pese a que podrían crear anticuerpos debido a que existe mucha similitud entre ambos, semejanza que va más allá de su afición al Real Madrid o al apoyo que le dan a organizaciones benéficas. “Hubo momentos difíciles. A veces cuando el padre le dice algo a su hijo, la reacción puede ser que haga lo contrario. En el pasado tuvimos tensiones, pero ahora es otra historia”, dijo el patriarca de la familia.

Es que lo que se hereda no se hurta, dice el refrán. En este caso, ambos se reconocen muy competitivos y nos les gusta verse sometidos a la derrota frente al otro. De la entrevista que dieron por Instagram, por ejemplo, se desprende que rivalizan en los entrenamientos, además de cuando juegan golf, pádel y squash. Eso sí, en este último deporte el padre, pese a las décadas de ventaja, todavía le saca distancia, lo que no es tan extraño considerando que fue campeón de España en 1979.

Aprovechando los días de encierro por el coronavirus, también hacen escapadas sobre autos de rally. “En el campo tenemos uno y él hace sus pinitos. Intentamos no cronometrarnos, aunque de vez en cuando y sin que se entere su madre nos cronometramos para ver dónde está cada uno”, dijo el padre en una reciente entrevista, demostrando que la genética de campeón fluye con fuerza en el apellido Sainz y que no existe sombra que pueda opacarlos. MT