El mundo vuelve a poner sus ojos en Cabo Cañaveral. La NASA tenía fijado para hoy el lanzamiento de Artemis I, cohete lunar que marcaría el inicio de un proyecto que tiene por objetivo poner un astronauta nuevamente en la Luna tras medio siglo. Sin embargo, problemas con un motor, llevaron a la suspensión del conteo cuando faltaban 40 minutos y se estableció el viernes 2 de septiembre como nueva fecha.

A pesar de este inconveniente puntual, bien vale recordar que la industria automotriz ha sido parte importante en la historia de los alunizajes y cada vez que se recuerdan imágenes de anteriores llegadas del hombre a la Luna, se pueden ver vehículos que apoyan las tareas de investigación en el piso lunar.

Pero, ¿qué pasó con esos autos lunares? Literalmente los mandaron a la Luna… pero allá se quedaron botados. Sí, tal como lo lee, los vehículos quedaron olvidados en el satélite natural hace medio siglo.

La última vez que el hombre piso la Luna fue en 1972, con la misión Apolo 17, que estaba integrada por los astronautas Eugene Cernan, Roland Evans y Harrison Schmitt.

Antes de esa misión, las Apolo 15 y Apolo 16 (y también la Apolo 17) llevaron tres vehículos lunares llamados LRV (Lunar Roving Vehicle). De hecho, el primero de estos autos llegó al satélite el 31 de julio de 1971 y fueron los astronautas David Scott y Jim Irwin los primeros humanos en manejar ahí, mirando desde el espacio a la Tierra.

Ese vehículo recorrió 27,8 kilómetros en poco más de tres horas y era un descapotable construido por la empresa Boeing junto a Delco Electronics, empresa que era propiedad de General Motors.

Según la información oficial, los vehículos estaban construidos en aluminio dorado, superaban los tres metros de largo y contaban con cuatro ruedas de 82 cm de diámetro y 23 cm de ancho.

Eran ruedas de malla de acero (tejidas con cuerdas de piano) donde se alojaban motores de 0,24 Hp cada uno. Para los ocupantes tenía dos asientos.

La tecnología que ocupaban para moverse era eléctrica (sí, igual que los autos eléctricos de hoy) y lo conseguían gracias a dos baterías de 36 voltios, que no eran recargables, y cuya autonomía era de 78 horas. La velocidad a la que se desplazaba era de 9 km/h, aunque el astronauta Cernan llegó a alcanzar los 18 km/h, el récord de velocidad en el satélite natural.

De todas maneras, cada auto recorrió unos 25 kilómetros promedio y por seguridad nunca se alejaron a más de 9,6 kilómetros del módulo lunar. Esto era por si fallaba el vehículo y los astronautas debían volver caminando, distancia que podían cubrir con su sistema de almacenamiento de oxigeno.

Obviamente, para poder apoyar el trabajo de investigación tenían navegador, computar a bordo, repetidores de comunicación de radio, cámaras con teleobjetivo, perforadora de suelo, pinza para recoger muestras, magnómetro, herramientas y repuestos, entre otros.

El costo de los vehículos no era menor. Cada uno costó 40 millones de dólares de la época y en su desarrollo se trabajó por un año y medio.

Como la NASA abandonó los viajes a la Luna, los autos quedaron a merced del espacio y siguen ahí, por lo menos eso sabe hasta 2009, cuando fueron fotografías por la NASA.

Ahora, tomando en cuenta la variación de temperatura en la Luna y la radiación solar, los vehículos quizás no funcionen, pero nada que no sea reparable si se les trae algún día de regreso.

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