La increíble historia del Citroën DS21 de Pablo Neruda
La revista digital FronteraD publicó hace unos años una crónica maravillosa del arribo del vehículo que le fue entregado por el gobierno de Francia debido a su premio Nobel de Literatura.
Hoy se cumplen 50 años de la muerte de Pablo Neruda. Medio siglo del último respiro del poeta que en 1971 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, medio siglo de ausencia de uno de los mayores escritores del siglo XX.
Han volado cinco décadas de ese amargo domingo 23 de septiembre de 1973 y las causas de muerte del oriundo de Parral aún no se esclarecen.
Si bien padecía de un avanzado cáncer a la próstata, enfermedad que le obligó a abandonar sus labores como embajador en Francia donde había sido designado por el gobierno del presidente Salvador Allende, hay diversas opiniones de que su deceso obedece a un acto de la dictadura militar que días atrás había bombardeado La Moneda y que luego, como lo reconoció TVN el 11 de septiembre, también intentaron borrar todo registro del vate en su premiado día en Estocolmo junto a los reyes de España. La tesis del asesinato se puede leer en el libro “El doble asesinato de Neruda” (2012) escrito por el periodista mexicano Mario Casasús junto al al sociólogo chileno Francisco Marín.
La vida de Neruda tiene muchas aristas. Le gustaba la buena vida, las fiestas, el disfrutar con amigos, respirar el aire marino de Isla Negra, pero con los autos no hay mucha información oficial. Eso sí, hay registro de que tenía un Fiat 600 blanco, un compacto en el que apenas entraba y con el cual fue fotografiado por la argentina Sara Facio en 1970.
Pero la historia más entrañable con un auto va de la mano con un regalo que le entregó el gobierno de Francia por el Nobel. Se trataba de un Citroën DS21, quizás uno de los autos más lindos de la historia.
Según versiones de prensa, el vehículo estaba en una de sus casas para el golpe militar, específicamente en La Sebastiana, su hogar en Valparaíso. Los militares lo dejaron abandonada bajo escombros. Eso sí, el vehículo fue recuperado y hace 5 años lo prepararon para una exhibición en la misma Sebastiana.
El arribo de ese modelo a nuestro país, el segundo Citroën DS21 que llegaba a estas tierras después del que tenía el embajador francés, fue reseñada y firmada por Roser Toll en la revista digital FronteraD.
La verdad es que parece un cuento que parece sacado de la imaginación de su amigo Gabriel García Márquez, donde el protagonista es el chofer de Pablo Neruda, Manuel Araya, un compañero de Neruda que hasta el día de su muerte hace solo unos meses, siguió con su teoría de que al poeta lo habían asesinado.
La crónica de la llegada del Citroën DS21 es extraordinaria, por lo mismo, la compartimos de manera íntegra.
“Ligeramente más ancho por delante que por detrás, por eso Manuel lo llamaba sapo. Tenía dos focos separados a cada lado, como si fueran cuatro ojos sobresalientes, y el capó era alargado y fino, como el de un auto deportivo. Cuatro puertas, y un techo que disminuía su altura hacia los asientos de atrás. Aerodinámico y vanguardista. De cuero por dentro, y por fuera, color plomo, con dos franjas plateadas a los lados, un maletero pequeño y las ruedas traseras ocultas por la carrocería. Lo más distintivo eran dos lucecitas rojas muy estilizadas que quedaban en las escuadras del vidrio de atrás. Era un Citroën DS21.
Neruda le pidió que fuera a buscar su auto al puerto. El partido comunista le había facilitado un Fiat 125, pero dada su amplitud, Neruda no cabía bien dentro ese auto, y el partido se lo sustituyó por un Ford Falcon. Al vate no le gustó, y finalmente encargó su Citroën DS21 a París, de donde acababa de llegar.
El flamante Premio Nobel de Literatura había sido designado por el gobierno de Salvador Allende como su embajador en Francia. Era una especie de reconocimiento a la renuncia de Neruda a convertirse en el candidato de los comunistas en las elecciones del 1969, en favor de su amigo Allende. La vida en París, por lo demás, le permitía compaginar su actividad diplomática con tiempo para la escritura y las relaciones sociales. Pero pasados poco más de dos años presentó su renuncia. Cada vez se sentía más débil y acosado por el cáncer de próstata que lo aquejaba. Quería volver a Isla Negra, y respirar el aire salado de esa cala de rocas oscuras.
Manuel Araya, su chofer recién designado por el Partido Comunista, subió a la cubierta del barco amarrado en el puerto de Valparaíso que transportaba el pequeño tesoro automovilístico del vate: El Citroen DS21 iba relleno de cajas y maletas por dentro, y portaba una patente diplomática. Le pasaron las llaves y se fue con él tal cual llegó, sin firmar ningún papel, ni autorización; nada.
Ya frente a la casa, el mozo le abrió el portón con solemnidad, y nada más verlo, Neruda se lanzó sobre el auto y lo besó. “Bendito, ya llegaste…”, le susurró al vehículo mientras acariciaba el chasis de color perla plomo. A Manuel le costaba entender si ese era o no un buen auto, pues se suponía que era el primero de su estilo en Chile –en realidad, el segundo, porque el embajador de Francia tenía uno igual-, pero Pablo, a pesar de no conducirlo, le detallaba todas las maravillas que tenía esa criatura, desde la sofisticación del motor hasta la suspensión de aire, pasando por la elegancia de sus sillones.
—¡Inaugurémoslo!
Neruda quiso bañar el auto con una botella de champagne ante la mirada resignada de Manuel, quien ya empezaba a aceptar sin quejarse los deseos de su caprichoso jefe, y que al poco rato tendría que lavar el vehículo entero para sacarle hasta la última gota de alcohol.
Dentro, en las cajas que el auto había transportado a través del océano Atlántico, Manuel sólo encontró botellas de whisky escocés, como si el auto fuera un bombón relleno de licor. Pablo tomó una, y con la felicidad de un niño con un juguete nuevo, le pidió a su chofer que lo llevara a dar una vuelta.
No llegaron muy lejos: Manuel estacionó frente a la puerta de la humilde casa de su familia, en San Antonio, donde vivían sus padres y parte de sus trece hermanos. Su mamá les preparó una sabrosa y contundente cazuela a los dos. Después que la botella de whisky se vaciara por la sed de su jefe y de su padre, Manuel emprendió la vuelta a casa.
—Corra, corra, que usted es buen chofer, dijo el vate con su lucidez afectada por el alcohol. Quería probar las capacidades de su nueva joya. Manuel sintió por unos momentos que la carretera era suya y que llevaba consigo a toda una autoridad. Aceleró con fuerza, como si atrás y adelante lo acompañara una comitiva de policías que le despejaran la vía, dignas de un presidente. Pronto alcanzó a ver el cartel que anunciaba Isla Negra. En la puerta de casa los esperaba Matilde, la tercera mujer de Pablo, con cara furiosa después de haber tenido que almorzar sola.
—Estábamos bendiciendo el auto, alcanzó a decir Neruda en tono de excusa antes de entrar”
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.