Hasta ahora la única conexión entre los alces y los autos, era el tradicional Moose Test (o prueba del alce), aquella maniobra de esquiva que pone a prueba la seguridad activa de los vehículos en situaciones de riesgo. Y claro, su nombre proviene justamente del símil con el inesperado cruce de un animal grande en la vía. Ahora, alces y autos vuelven a cruzarse por un particular hecho que se está haciendo más y más recurrente en Canadá. Resulta que en ese país, donde es habitual que en invierno las autoridades depositen sal sobre las rutas nevadas (para de algún modo disiparla), los alces están invadiendo los caminos no solo para comerse la sal, que ya era algo común, sino que también para langüetear los autos, en los que, todo apunta, consiguen la sal de manera más pura.

“Odio decirlo, pero estos caminos de sal son una especie de droga para los alces”, detalló Joe Urie, la dueña de la compañía de turismo Jasper en entrevista con el medio CBC. Los alces, cuya población se hace cada vez más numerosa en contraposición con lo que ocurre con los lobos, parecen haber descubierto que la sal que salpica en la carrocería de los autos se encuentra de manera más concentrada. Asimismo, estos enormes animales parecen familiarizarse cada vez más con la población humana.

Producto de lo anterior, desde este mismo año los conductores que transitan por el Parque Nacional Jasper, declarado patrimonio natural de la Unesco y parte de las Montañas Rocosas de la provincia de Alberta, tienen terminantemente prohibido bajar de los autos cuando se encuentran con un alce. Si lo hacen o lo alimentan deberán pagar una multa de hasta 25 mil dólares canadienses, vale decir, unos $ 14,5 millones.

¿Y qué sucede si el animal no quiere moverse? Las autoridades dicen que las personas deben limitarse a ‘asustarlos’ tocando la bocina, por ejemplo, pero jamás bajar para intentar apartarlos. Ellos son los que habitan ahí desde muchos antes.