Martes 13. Día de mala suerte según la superstición popular. “En martes 13 ni te cases ni te embarques” dice la creencia popular, cuyo origen es algo difuso, de hecho, algunos señalan que tiene su origen en la Edad Media, otros lo asocian a la Última Cena con 13 apóstoles. Otros lo asocian a la caída de Constantinopla en la Cuarta Cruzada, el martes 13 de abril de 1204, entre otras.
La “mala suerte” no es algo nuevo. Y en la industria automotriz no son pocos los autos que cargan con una cruz sobre sus espaldas, incluso recibiendo el rótulo de “autos malditos”.
El motivo de esa historial negro obedece a sucesos que fueron aconteciendo a su alrededor, con personas que sufrieron graves percances por estar en su interior o cercanía.
El Pequeño Bastardo
Es quizás el auto que carga con la peor historia. Es el modelo en el que murió James Dean a los 24 años y una de las 90 unidades que fabricó Porsche de este deportivo. Lo compró tras filmar “Gigante”, cuando vendió su Porsche 356 y adquirió el exclusivo Porsche 550 Spyder.
El vehículo se ganó el apodo de Little Bastard (Pequeño Bastardo), sobrenombre que lo inventó Bill Hickman, uno de los compañeros de trabajo de Dean, debido al agresivo comportamiento que entregaba un vehículo de alta potencia y bajo peso. En cifras, el motor bóxer de 1.5 litros desarrollaba 110 caballos de potencia, un número que se vuelve muy radical en un vehículo de 550 kilogramos.
Debido a las prestaciones del modelo, la leyenda cuenta que el actor Alec Guinness, conocido por su papel de Obi Wan Kenobi en la primera trilogía de La Guerra de las Galaxias- le dijo que si manejaba ese auto terminaría muerto en una semana. Siete días el joven actor fallecía después de un mortal siniestro de tránsito tras impactar a un Ford en la intersección de las rutas 446 y 41, cuando se dirigía junto a su amigo mecánico Rolf Weutherich a una carrera en Paso de Robles, California.
Pero la historia no termina ahí. La muerte de Dean empezaría una trágica serie de hechos relacionados con “El Pequeño Bastardo”, pues tras el accidente, George Barris -el creador del Batimóvil- compró lo que quedó del auto en US$ 2.500, pero, nada más bajar de la grúa el auto, por razones que se desconocen, las cuerdas que sostenía al auto se rompieron y cayó partiendo las dos piernas al mecánico.
Era solo el comienzo. Para sacar provecho económico, el auto se desarmó y el motor y partes de la transmisión que estaban en buen estado se le vendieron a Troy McHenry y William Eschrid.
Ambos competían en una carrera cuando McHenry perdió el control y se mató al chocar contra un árbol. Eschrid, a su vez, se volcó en una curva, aunque por suerte sobrevivió.
Otras piezas que vendió Barris fueron dos ruedas a otro amante de la competición. ¿Resultado? Esa ruedas estallaron al mismo tiempo, dejando al conductor en un coma que se extendió por varios días.
Por si fuese poco, dos ladrones que sabían de las piezas que aún guardaba Barris, intentaron hurtarlas, pero uno de esos antisociales se cortó el brazo cuando quería sacar el volante y el segundo ladrón también se accidentó al querer quitar el asiento.
Frente a todos estos hechos, Barris decidió dejar su idea de ganar dinero con el auto y lo donó a exposiciones de seguridad vial.
Pero las fatídicas consecuencias no acabarían tampoco. Así fue como el lugar que recibiría la primera exposición se incendió, salvando de daños el Porsche Spyder 550. Luego, en otra exposición, los restos del auto cayeron sobre un estudiante, rompiéndole la cadera.
La leyenda maldita del deportivo ya era tema conocido, por lo mismo, se decidió devolver a Barris lo que aún quedaba.
Lamentablemente, el camión que llevaba los restos del auto chocó contra un auto que perdió el control en la carretera, cayendo el bastidor del Porsche sobre el conductor del auto. Fue la última escena trágica que se tiene en conocimiento del “Pequeño Bastardo”, sin existir una versión definitiva sobre lo que ocurrió con el auto en el que James Dean pasó a la eternidad.
Ahorcada por su auto
Isadora Duncan era una artista excepcional. Creadora de la denominada danza moderna, nación en San Francisco, Estados Unidos, en 1877.
Duncan odiaba los autos. La razón era lógica, sus dos había fallecido en un accidente, cuando el vehículo que manejaba la niñera cayó al río Sena en París. Por lo mismo, siempre comentó que su vida terminaría a causa de un auto.
Esa profecía se terminó por cumplir de una manera que parece absurda, casi sacada de la película Destino Final, donde es imposible escapar a la muerte.
Esto sucedió el 14 de septiembre de 1927, cuando viajaba por Niza, Francia, en un descapotable Amilcar GS de 1924, del que era dueño su pareja Benoit Falchetto.
Duncan iba con el techo abierto. Esa tarde usaba una especia de bufanda de seda, que con el viento iba volando. Lo increíble es que en un minuto, el largo accesorio se fue a las ruedas traseras y se enganchó de tal manera que la mató por estrangulación.
El New York Times escribió del accidente el 15 de septiembre de 1927. “El automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por los gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató que Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea”, decía el obituario.
La maldición de la Gran Guerra
La historia dice que la I Guerra Mundial tuvo su punto de origen el 28 de junio de 1914 cuando fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. En ese momento viajaba en un Gräf&Stift Double Phaeton.
Pero el auto no carga con una maldición por solo ese hecho. Posteriormente, el vehículo fue a parar a las manos de un general austriaco, quien supuestamente se volvió loco mientras manejaba por Viena.
Después el Gräf&Stift Double Phaeton pasó a ser propiedad de un alto militar de Yugoslavia. Ahí los accidentes se sucedieron, con cuatro siniestros de tránsito, uno de los cuales le hizo perder el brazo al militar.
Ese incidente lo llevó a vender el auto. Lo compró un cirujano amigo del gobernador. ¿resultado? Seis meses después ese médico falleció en un accidente de tránsito.
La leyenda finaliza con el nuevo dueño del auto, un capitán alemán, quien murió al intentar esquivar a dos peatones cuando manejaba el Gräf&Stift Double Phaeton.
Hoy el auto, al que se le atribuyen 13 personas fallecidas, se encuentra en el museo de Viena y nadie se atrevió a manejarlo nuevamente, más sabiendo que fue uno de los escasos objetos que soportó sin mayores daños los bombardeos que cayeron en la ciudad durante la II Guerra Mundial.
Un Escarabajo de asesino serial
Ted Bundy tenía una apariencia normal. Se veía como un hombre tranquilo, que manejaba un Escarabajo del ‘68. Pero la verdad es que era uno de los mayores asesinos seriales, con una decena de mujeres fallecidas por su mano.
Bundy atrapaba a las mujeres, las sometía por la fuerza y las sentaba en la parte trasera del auto, una zona adaptada del vehículo, que no tenía asientos y donde el asesino violaba y mataba a sus víctimas.
El tradicional VW le permitía pasar desapercibido ante la policía, además que no superaba los límites de velocidad.
Aunque estuvo una década negando las muertes, terminaría confesando 30 homicidios de mujeres en 7 estados, entre 1974 y 1978. El FBI comprobó 36 asesinatos. Fue condenado a muerte y ejecutado en la silla eléctrica el 24 de enero de 1989.
El auto en el que llevaba a sus víctimas se exhibe en el Museo del Crimen en Pigeon Forge, Tennessee, junto auto de Al Capone.