La persecución no tenía otro destino que la muerte. Lo siguió hasta agarrarlo del cuello con sus largos colmillos, adaptados para cortar carne, tendones y ligamentos. Es la ley del más fuerte. La pirámide alimenticia en el mundo animal. La escena forma parte de un video que me mostró Roberto Donoso, cuando un puma en una desbordada y ágil carrera caza un guanaco en medio del Parque Nacional Torres del Paine.
Pocas veces se puede ser testigo de un evento así. Yo venía llegando al Hotel Las Torres y Donoso se presentaba como mi guía en la búsqueda de rutas para el avistamiento de pumas por los próximos dos días.
Roberto había tenido mucha suerte y yo me aprovechaba de su acierto, porque aquel guanaco cazado era un indicio seguro de que su victimario rondaba aquel sector, por lo tanto había que volver al mismo lugar al día siguiente. Hay que aclarar que lo de él es más que suerte. Es un trabajo duro y persistente de rastreo, como se le llama a esta especialidad. Lleva nueve años explorando las rutas por donde se mueven los pumas en Torres del Paine.
Hace tres años, Torres del Paine fue elegido por votantes de todo el planeta como la octava maravilla del mundo entre más de 300 destinos. Para muchos, además, es uno de los mejores lugares donde ver pumas, y Donoso lo confirma, afirmando que hay gran cantidad de alimento (los guanacos, por ejemplo), además de espacio y geografía diversa donde los felinos consiguen refugio, como cuevas, cerros, roqueríos y matorrales.
De hecho, la primera jornada de búsqueda comenzó en el mismo lugar donde terminó la caza del puma. Su presa estaba escondida entre los matorrales patagónicos, una forma de cuidar la comida para que las crías del puma hembra pudieran también alimentarse. Para suerte mía, eran tres las pumas descansando en las inmediaciones de un terreno privado, luego de haberse dado aquel banquete.
» Pumas en estado salvaje
¿De dónde viene ese impulso por ver animales en estado salvaje? ¿Por qué admiramos al puma más que a otro animal? Roberto me cuenta durante la cena, después del primer día de avistamiento, que uno de los grandes atractivos de ir a ver pumas es precisamente lo contrario: se dejan ver poco. Aunque no son peligrosos, una buena parte del encanto de seguirlos es saber que se trata de un animal que nos puede matar.
Buscándole el lado más estético, el puma es una buena mezcla de un animal aguerrido, pero a la vez elegante. Tiene una pose que hace que la gente lo vea con respeto, pero también lo admire. La primera pregunta que hacen los visitantes cuando llegan al parque es: ¿Han visto pumas? El interés es cada vez mayor y la idea es que quienes se sumen a esta aventura sepan respetar el entorno, observar, pero sin intervenir, para que los animales no se acostumbren a la presencia humana.
Avistar pumas en Torres del Paine podría llegar a ser una excursión con principio, pero sin fin. El parque tiene unas 227 mil hectáreas, lo que a simple vista suena como algo imposible de recorrer en un tiempo prudente. Sin embargo, el triángulo conformado por las porterías o entradas de Laguna Amarga y Lago Sarmiento y el lago Pehoé concentran los mayores avistamientos de pumas en el parque.
No hay censos que lo determinen, pero algunos especulan que la población de pumas podría llegar a 50 ejemplares. Se estima una densidad de un puma por 10 km2 en un territorio que se extiende entre 25 y 120 km2. Más allá de los números, el factor clave es un buen rastreador. Hay personas que sólo han acumulado intentos fallidos de avistamientos. Para quienes lo intenten por primera vez, el consejo es paciencia, pero, por sobre todo, resistencia al clima.
Desde que la van nos dejó frente a una extensa pampa y hasta que volvimos al Hotel Las Torres, pasaron 12 horas, muchas de ellas sin movernos desde nuestro punto de observación. Gran parte del tiempo las pumas estuvieron en reposo, pero no había que perderlas de vista, porque sus movimientos son los que finalmente justifican nuestra estadía y estimulan los disparos de nuestra cámara.
La segunda jornada tuvo una rutina similar, pero igual de estimulante. Era la tercera vez que podía ver pumas. Ya lo había hecho un año antes y debo sentirme más que afortunado. Esparcidos en un pequeño terreno con pendiente a un costado del lugar donde habían estado el día anterior, las tres pumas miraban atentas el movimiento de los guanacos. La historia seguramente se repetirá. El instinto está ahí. El felino más grande de Chile sabe que no hay nadie más arriba en la escala alimenticia y volverá a imponer su ley. MT