Desde hace más de 50 años, todos los autos -ya sean con volante a la derecha o a la izquierda, manuales o automáticos- tienen una diferencia de nivel entre los pedales de freno y acelerador. Mientras este último tiene un recorrido más bien corto y que, en ciertos casos, es accionado por un mecanismo que descansa en el suelo del vehículo; el freno siempre viene en forma de palanca desde arriba y termina con una plataforma que es más ancha que el pedal usado para poner en marcha el auto.
La razón no es otra que evitar la confusión entre ambos elementos. De acuerdo con una investigación de la National Highway Traffic Safety Administration (NHTSA), se concluye que en Estados Unidos -donde los vehículos automáticos reinan casi sin contrapeso- ocurren anualmente unos 16 mil accidentes debido a esta confusión. El problema se gatilla cuando los conductores pisan a fondo el acelerador, en circunstancias que quisieron hacer lo mismo pero con el freno. Como es lógico, este problema no es tan grave cuando se conduce en un auto de transmisión manual, donde la mayoría de las veces la aceleración no se traspasa de inmediato a las ruedas al no estar engranada la marcha, o si esta lo está la mayor parte de la aceleración se traduce en sobrerrevolución.
La diferencia de nivel entre ambos pedales tampoco es algo al azar. Para comenzar el frenado, lo primero que todos hacemos es levantar el pie del acelerador. Al adoptar la posición más alta del recorrido (sin acelerar en ningún grado) se debería alcanzar la posición en que justamente se ubica el freno, agilizando esta habitual maniobra.
Por su parte, la forma del acelerador, más alargada que la del freno o el pedal de embrague, también tiene una razón detrás. Fue diseñado de esa manera para favorecer el descanso del pie con una horma más parecida a la del reposapies ubicado a la izquierda. Asimismo, permite dosificar la acelerada con más precisión y mantener el pie por largos periodos, incluso con la punta del zapato.