Si bien Porsche no ha puesto fecha para finalizar la producción de sus 718 (Boxster y Cayman), se sabe que su próxima generación sufrirá una transformación importante en el apartado mecánico, pues se convertirán en modelos eléctricos.

Ante este inminente cambio -el cual llegará a mediados de década-, la marca alemana ha experimentado un inusitado aumento de la demanda del deportivo en ambas versiones. Situación que hoy la obliga a tomar medidas al respecto.

Y es que la fábrica de Zuffenhausen se encuentra al límite de su capacidad de producción, con los 718 y los 911, por lo que para poder aumentar la producción y no tener que pararla, Porsche ha buscado ayuda en Volkswagen, quien le abrió las puertas de la planta de Osnabrück, una sede considerada multimarca.

No es la primera vez, eso sí, que la firma de deportivos recurre a ella, ya en 2012 el Boxster y en 2015 el Cayenne, junto a otros ilustres como los Volkswagen Golf Cabrio y el exclusivo XL1.

Así Porsche ya ha empezado el traslado de las herramientas necesarias para la producción de los dos 718, estimando el arranque de la fabricación a partir de mediados de 2023.