Será quizás el desafío más difícil del rally Dakar en su edición en Arabia Saudita: concretar la "apertura" del reino con una diplomacia deportiva balbuceante, en momentos en que los derechos humanos hunden más que nunca la imagen de la petromonarquía.
Hace apenas un año que las mujeres tienen derecho a conducir, pero el reino sunita recibirá al más célebre rally del 5 al 17 de enero de 2020, un anuncio hecho a toda pompa durante una conferencia de prensa cerca de Riad con aroma a operación de seducción (ver mapa).
¿Por qué Arabia Saudita decidió albergar por los próximos cinco años esta mítica carrera que ha recorrido África durante 29 años y luego América del Sur en once ediciones? Sobre todo, ¿por qué acelerar una estrategia deportiva desdeñada durante tanto tiempo, cuando el país está atascado en "su" guerra en Yemen, impone un bloqueo a su vecino y enemigo Catar, y la imagen reformista del príncipe heredero Mohammed bin Salmán quedó muy manchada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi?
"Juntos, Arabia Saudita y Dakar contarán una nueva historia, la del encuentro entre la carrera más dura del mundo y la misión social más ambiociosa sobre la Tierra, 'Visión 2030'", afirmó el jueves el príncipe Abdulaziz bin Turki Al Faisal Al Saud, presidente de la Autoridad de Deportes saudí, al presentar el proyecto en Al Qiddiya, región semidesértica que debe convertirse de aquí a tres años en la Disneyland saudí del deporte.
Pero Jean-Baptiste Guégan, profesor de geopolítica del deporte, tuvo otra intepretación: "El Dakar, es 'sport washing', una manera de limpiar la imagen" de la realeza wahabita, porque "era necesario crear la imagen de un país abierto".
Para Guégan, recibir la competencia representa un "punto de inflexión" que transforma en "estrategia de Estado" una política hasta ahora oportunista, como cuando el país albergó recientemente la Fórmula eléctrica o la Supercopa de fútbol de Italia.
Según este experto, esta estrategia tiene dos etapas. A corto plazo, "es una respuesta al caso Khashoggi". A largo plazo, el país, que piensa en la era post-petrolera, "tiene que desarrollar el turismo como economía de sustitución", un sector en el que los saudíes están retrasados según su propia confesión. "Para que la gente tenga ganas de atravesar el triángulo desértico, ¡hay que mostrarlo! El Dakar es perfecto para ello", resumió Jean-Baptiste Guégan.
Se trata también de "enviar un mensaje interno, en primer lugar a una juventud ociosa y que podría tener la idea de cuestionar el régimen en el poder". Muchos pájaros de un solo tiro, si es que la idea funciona. Seducido por la "verdadera voluntad" de Arabia Saudita, que transportó a la prensa a Al Qiddiya, donde por el momento sólo hay una rotonda y un "Welcome Dakar" colocados en la árida llanura, el nuevo director francés del Dakar, David Castera, "se planteó preguntas" en materia de derechos humanos, pero dijo "sí".
Rally Dakar y la diferencia de "perspectiva"
"Encontramos la esencia del Dakar", dijo incluso Stéphane Peterhansel, apodado "El señor Dakar" por sus 31 participaciones, y quien confiesa no haber pensado en esas cuestiones en el momento de sumarse a una nueva aventura.
Preocupados de que el dinero público sea utilizado para una "nueva operación de seducción" de un país que lleva a cabo una represión implacable contra los defensores y militantes de las libertades", dos ONG's pidieron el miércoles al grupo France Télévisions "disolver" su asociación con el organizador de la carrera, la empresa ASO. "Nosotros también, en tanto que saudíes y musulmanes, estamos atentos a los derechos humanos. Quizás tenemos una perspectiva diferente, pero es algo que nos tomamos muy en serio", dijo ante una puñado de periodistas franceses, entre ellos uno de la AFP, otro príncipe, Jalid bin Sultán Abdulá Al Faisal, presidente de la Federación de Deportes Mecánicos.
Fuente AFP