Todas las grandes industrias del mundo han vivido cambios históricos que han redefinido sus líneas, creencias y convicciones. Sucedió con la invención de los automóviles, con la creación de internet, con el descubrimiento de las propiedades de la penicilina..., con la invención del salitre sintético, si queremos acercarlo un poco a la realidad local.

Y aunque hoy podamos ver la relojería como un bastión de la mecánica de precisión en una era de alta digitalización, lo cierto es que los smartwatches no han sido lo peor que les ha sucedido a estos dispositivos análogos. Muchos factores han delineado los relojes que conocemos y utilizamos hoy en día, rompiendo reglas o creando nuevas tecnologías que desafiaron el conocimiento popular.

Probablemente, uno de los más emblemáticos es el Seiko Astron Quartz. Este sencillo reloj con horas, minutos y segundos que la firma japonesa comenzó a vender durante la Navidad de 1969 daría inicio a lo que se conocería como "la crisis del cuarzo", una que estuvo a punto de hacer desaparecer la industria relojera suiza.

Es que gracias a la incorporación del cuarzo, los asiáticos lograron hacer que sus relojes con pilas lograran la fiabilidad y precisión de las piezas mecánicas disponibles hasta el momento, claro que con un precio mucho más acotado y accesible, prolongando la agonía de todas las firmas suecas hasta mediados de los años 80.

Mientras eso sucedía, otras firmas como Audemars Piguet buscaban como reinventarse para seguir vigentes. Así fue que en 1970 se presentó el primer diseño para el hoy emblemático Royal Oak, modelo que tomaba inspiración de las antiguas escafandras de buceo, presurizadas gracias a ocho tornillos.

Este diseño se tradujo en un modelo octogonal con los mismos ocho tornillos en el bisel, y que por primera vez introducía el uso de acero inoxidable al mundo de los relojes de lujo. Si bien causó un gran shock cuando fue presentado, el tiempo le dio la razón a la marca, posicionando al Royal Oak como uno de los modelos más emblemáticos de la marca.

Y si hablamos de emblemáticos, no podemos dejar fuera el Blancpain con fase lunar y calendario perpetuo, también conocido como "el reloj que nunca debió haber sido".

Es que en plena crisis del cuarzo, Jean Claude Biver, el mismo ejecutivo a cargo por años de firmas tan importantes como TAG Heuer o Hublot, decidió que era momento de hacerle frente a la crisis de los relojes de bajo costo con un modelo completamente mecánico, con look vintage y alta funcionalidad, que fue promocionado con el eslogan "desde 1735, nunca ha habido un Blancpain de cuarzo. Y nunca lo habrá".

Probablemente sea por esa misma razón que, para el ejecutivo, este reloj lanzado en 1983 siga siendo el favorito de su colección personal.

Ese mismo año, otros ejecutivos de la industria relojera suiza planeaban su propio golpe. Así, Nicholas Hayek, presidente de lo que después se convertiría en el enorme grupo Swatch, presentó una colorida línea de relojes, delgados, coleccionables y divertidos, salvando a la industria mecánica de una eventual muerte.

Hasta el día de hoy, los modelos de Swatch siguen siendo un éxito rotundo, ya que sus precios accesibles y divertidas ediciones permiten, incluso, coleccionarlos como verdaderas piezas de museo.

Desafiando

los elementos

Poniendo a prueba las tendencias e incluso a la naturaleza, otros dos fabricantes cambiaron la historia desde otra trinchera.

Primero fue Breguet con su modelo Nº 169, el primero que desafiaba abiertamente la gravedad que descalibraba los relojes.

Es que desde siempre Abraham-Louis Breguet basó su investigación en la observación de la gravedad y cómo esta afectaba la precisión de sus modelos, creando variaciones en el ajuste con cada cambio de posición.

Así fue que tuvo la idea de crear un armazón en forma de jaula, donde se ubicarían el volante y el escape del reloj, y que giraría constantemente una vez por minuto para compensar el efecto de la gravedad. Lo bautizó como tourbillon (torbellino en francés) y lo patentó en 1801, pasando a la historia como el creador del primer sistema que aseguraba la precisión de un reloj, y que hoy se ha masificado entre diversas firmas como una forma de mostrar elegancia y técnica.

Finalmente, no podíamos olvidar la gran hazaña técnica de Rolex, que se dio a conocer al mundo gracias a su modelo Oyster, el primero en ser llamado "a prueba de agua".

Es que el antecesor del Submariner llegó a las primeras planas de los diarios de 1927 gracias al ingenio del fundador de la marca, Hans Wilsdorf, quien logró que la nadadora amateur inglesa Mercedes Gleitze utilizara uno de sus relojes mientras intentaba por segunda vez cruzar el Canal Inglés que separa el sur de Inglaterra del norte de Francia.

El 21 de octubre de ese año la nadadora llevó un Rolex Oyster en un collar alrededor de su cuello, para luego escribir un testimonial donde daba a conocer la precisión y seguridad del modelo, que se había sumergido por horas en el agua fría.

Si bien la travesía no fue exitosa para Gleitze, para Rolex fue todo un boom, ya que la prensa de la época denominó al Oyster como "el reloj maravilla que desafía todos los elementos". MT