Cautivar a un público específico, amante de la aventura y del estilo off-road, pero ahora también incluyendo elementos de seguridad y confort a bordo. Esa es precisamente la apuesta del Jimny de cuarta generación, que ha agotado stock en cuanto mercado ha irrumpido, incluyendo Europa e, incluso, Japón, donde se fabrica.

En Chile tuvimos la oportunidad de ponerlo a prueba en un escenario poco favorable para la mayoría de los vehículos, pero ideal para testear sus capacidades. Lo condujimos por varios días en Río Puelo, en la Región de Los Lagos.

Allí, el Jimny se mostró preparado. Sube lo que tenga por delante y baja de forma automática y sin complicarse gracias al control de descenso. Un todoterreno al que ese apelativo -a menudo trivilializado por aspirantes al segmento- le hace bastante justicia.

Los primeros tramos del test drive fueron sobre asfalto. En ese terreno, si bien no es especialista, muestra un correcto andar hasta los 110 km/h, donde sobrepasa por poco la barrera de las 3.000 rpm. Hay que estar consciente de que estamos en un todoterreno, por lo que la suspensión va muy en ese sentido, sobre todo en curvas, donde puede recostarse en exceso.

Algo que echamos de menos en la versión testeada fue un apoyapiés izquierdo que resultaría muy útil en trayectos largos. La instrumentalización, eso sí, compensa con todo al alcance de la mano y un panel intuitivo y diseñado a la usanza de todoterrenos clásicos, que, de todos modos complementa con una pantalla que brinda información relativa al consumo y a la autonomía.

El espacio para las dos plazas traseras es aceptable para alguien de hasta 1,8 metros de estatura, y fue mejorado respecto del Jimny de tercera generación. Adelante, cuesta acostumbrarse a que el botón de alzavidrios no esté en la puerta. Ello, de acuerdo con lo que explica la marca, es para evitar fallas en el sistema, puesto que el Jimny está pensado para resistir la lluvia, el barro y la nieve. La localización de los interruptores en el tablero evita entonces que estos queden expuestos a la humedad o la suciedad.

Se acabó el asfalto y la ruta se transformó en un camino rápido, pero lleno de pozas. Aquí lo probamos en tracción simple (trasera) y luego lo pasamos a 4x4 High mediante la palanca selectora (en la tercera generación se había suprimido por una botonera). Vuelta a lo clásico, que de seguro los más ortodoxos agradecerán.

En tracción simple, el Jimny tiende a roncearse en curvas, algo que el control de tracción detecta e intenta corregir (lo muestra de inmediato en el panel). En 4x4 esta tendencia se reduce, aunque no se elimina del todo. En resumidas cuentas, la conducción se vuelve divertida y en eso también contribuye la dirección servoasistida, suficientemente dura como para no pasar sustos. Se hace muy fácil corregir cuando el camino pone obstáculos.

Finalmente, en manejo off-road las sensaciones son gratificantes. Este nipón, que pretende catapultar a la familia Jimny a los tres millones de unidades en el mundo, exhibe su valía: en 4x4 Low la reductora multiplica el torque por 2,1 para trepar sin importar la superficie. Solo hay que pisar el acelerador, porque el resto es disfrutar y, enseguida, fijar la próxima meta. El Jimny demuestra que donde no hay camino ni otros llegan, saca a relucir lo mejor de sí. Es lo que uno esperaría de un 4x4 visceral, tal como el cartel que cuelga del cuello del Suzuki Jimny.